La semana pasada escribí un post sobre algunas preguntas inquietantes acerca de la Primeras Comuniones. Os propongo que esta semana dejemos a un lado la vorágine de las elecciones (Como habréis comprobado por las declaraciones -de unos y otros- todos han ganado…) y sigamos dándole vueltas al tema de las primeras Comuniones. He leído detenidamente vuestros comentarios y en general estoy de acuerdo con vuestras opiniones. No todo es malo en estos actos eclesiales-sociales, y además, si quitáramos de la Iglesia estos actos “festivo-sociales” (bodas, bautizos y comuniones) ¿Con qué nos quedaríamos?... Si hablamos que la religiosidad popular acerca a muchas personas a Jesucristo, no es menos cierto que estos actos son para muchos otros el ÚNICO acercamiento a los misterios de la Iglesia. De lo bien o lo mal que se celebren depende la imagen que muchos tengan (más allá de los tópicos prejuicios) de la Iglesia.
Dicho esto, insistamos en los aspectos negativos. Mi experiencia de este fin de semana en este campo no ha podido ser más desalentadora. En el Santiscal, de 21 niños que hicieron su primera comunión la semana pasada, solo una volvió a misa este sábado. Inmediatamente me vino a la mente el pasaje del Evangelio en el que de diez leprosos curados sólo uno volvió a darle las gracias al Maestro… Comenzada la misa, la pobre se quedó un poco cortada y desorientada, como preguntándose ¿Qué demonios hago yo ya aquí?. En el momento de la paz, con las sillas a su alrededor vacías (donde se sentaban los otros niños…) y sin sus padres (que la habrían soltado allí con el acostumbrado “luego te recogemos”) me acerqué y le dí dos besitos para que al menos no se quedara sin saludar a nadie. Triste realidad de una niña que probablemente ya no venga más…
En San Pedro la cosa no fue mucho mejor el domingo. De 18 niños que la hicieron hace 2 semanas vinieron 3 (al menos el porcentaje no es tan desastroso…). Juan con mucha voluntad intentó cantar, pero aquello no se hubiera podido arreglar ni con los tres tenores en concierto… Supongo que también pronto se aburrirán y se dedicarán a otros menesteres. La estructura en sí es insostenible, deprimente por la deserción generalizada de los primerocomulgantes. Luego llegará septiembre y otra remesa de niños a los que empezar a obligar a venir los domingos… en fin, como cantaría Julio Iglesias “La vida sigue igual”.
Frente a ello hemos celebrado Pentecostés. Yo creo en Él. Creo en su fuerza, en que conduce la Historia, en que un día nos resucitará como lo hizo con Jesucristo. Por ello, aunque los signos de los tiempos no sean muy halagüeños le pido que nunca me falte esa fe de saber que sólo somos obreros de la viña, nunca los dueños… Termino hoy con una oración. Como decía el Evangelio de este domingo, que el Espíritu Santo nos ilumine y nos de fuerzas a todos para seguir con PAZ (“paz a vosotros”), ALEGRÍA (“los discípulos se llenaron de alegría”), ENVIADOS (“como el Padre me envía así os envío yo”), y emisarios del PERDÓN (“a quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados…”). Perfecto resumen de vida cristiana la que se nos planteaba en apenas unas líneas…