miércoles, 15 de agosto de 2012

Citius, Altius, Fortius.

Comienzo mi reflexión con estas tres palabras pronunciadas por el Barón de Coubertin en la inauguración de los primeros Juegos Olímpicos de la Edad Moderna en 1896 en Atenas. Creo, que a pesar de estar escritas en latín, no necesitan mucha traducción: Más rápido, más alto, más fuerte. Creo que son un buen resumen no sólo del espíritu competitivo vivido en estos 20 días de JJ.OO., sino también de lo que la sociedad nos exige diariamente a cada uno de nosotros.


Demos el salto a la experiencia personal. Llevo ya un par de años en los que, junto a otras materias, imparto clases de Religión. Mi vida, en el fondo, tampoco ha cambiado tanto. No ejerzo el ministerio, eso es cierto; a cambio tengo una familia, pero el resto es prácticamente lo mismo. El fútbol y el cine siguen siendo mis hobbies favoritos, a los que dedico el poco tiempo que puedo. Mi jornada laboral suele desarrollarse hablando de religión, leyendo cosas teológicas o de valores humanos e intentando descubrir los signos de Dios en los pequeños detalles de cada día.

Incluso  mis pequeñas frustraciones siguen siendo las mismas. Hace unos años, casaba unas 50 parejas, bautizaba 70-80 niños y le daba la comunión a otros 100 cada curso. Al final de cada temporada, siempre me hacía la misma pregunta: ¿Quedarán algunos de estos para el año que viene...? Hoy intento educar en valores, fundamentalmente los cristianos. Planteo a niños y jóvenes que Jesucristo quiere que compartamos cuando en sus casas –mayoritariamente- les enseñan a ser egoístas. Les digo que Cristo predicó que hay que ser humildes y ponerse en los últimos puestos cuando nuestra sociedad les invita de infinitas formas distintas a ser los primeros, aún a costa de pisotear a los que están debajo tuya. Les aconsejo que potencien los valores espirituales mientras que son bombardeados durante todo el día por mil y una campañas publicitarias materialistas. Les hablo de la importancia de la familia y de la fidelidad cuando muchos de ellos viven en familias desestructuradas. Les hablo de amor pero ellos solo quieren (los jóvenes) que les explique cuestiones sexuales. Cuando les hablo de dedicar tiempo a los más necesitados se miran desconcertados entre ellos como cuestionándose de que extraño planeta habré salido… En definitiva, es lo mismo pero desde otra perspectiva. Y es que da igual que seas sacerdote, fraile, monja, catequista, profesor de religión o simple laico. Hablar de Dios no es fácil. Seguir a Jesucristo implica nadar contracorriente. Si viviéramos con la radicalidad que él nos pidió nos tacharían de locos, aunque simplemente cuando predicamos su utópico mensaje de hace 2.000 años ya piensan que realmente lo somos. Vivimos en una sociedad donde lo único que cuenta, el único rasero con el que los demás nos miden es idéntico con el que hace 3.000 años competían en la Grecia Clásica: Citius, Altius, Fortius.

5 comentarios :

  1. En realidad, no importa tanto el estado de cada cual. Lo que importa es lo que vive y sobre todo, lo que transmite. Si lo que transmite es la palabra de Dios, de una manera honrada, entonces es que las cosas se están haciendo bien. Si hay amor de por medio, eso es lo que importa.

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  2. Pues hay que hacer esas tres cosas para dar gloria a Dios.
    TKS!!
    DTB!!

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  3. Querido Hermano: La tarea que tienes delante es ardua, pero recuerda que la diferencia está en lo que haces, si tu fe en nuestro Señor mueve tus hilos, deja que siga siendo así, que EL continúe guiándote y que esa semilla que hoy siembras algún día germinará y dará grandes frutos para glorificar y santificar el amado Nombre de Jesús.

    Fuerza y mucho coraje para continuar hablando de las maravillas del Reino de Dios a aquellos que necesitan estas manifestaciones de FE para crecer en armonía.

    Desde la Amazonia Boliviana, un Creyente.

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  4. Benedictus qui venit in nomine Domini, y Dios no especifica si es laico, rabi,pater, ungidos, apóstoles, profetas o simplemente alguien que permanece en el anonimato, si cada una de sus acciones están impregnadas de su Palabra, haciéndola partícipe a los demás con sus gestos y quehaceres diario... sin importar si es un sacerdote o sacerdote y hombre de familia a la vez...

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  5. Realmente es aquí donde se prueba nuestra fe. Donde se muestra si ciertamente creemos que Jesús es Dios y Señor de la Historia. Él verdaderamente ha vencido al mundo. Recuerden su Palabra: "Felices los que creen sin haber visto". Sí, si sembramos la Palabra de Dios; tal vez no la cosechemos nosotros; pero otros recogerán la cosecha. ¡Dios los bendiga!

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