lunes, 8 de diciembre de 2014

La Inmaculada: El milagro de Empel

Hace ya unos años escribí una entrada sobre el sentido teológico de la solemnidad de hoy. 

Hoy vamos a hablar más bien de una curiosidad, que deberíamos comenzar con una pregunta: ¿Pueden Dios o la Virgen María intervenir en una guerra para decidir su suerte? Seguramente, en nuestra mentalidad actual responderíamos rápidamente que no, que ambos tienen cosas más importantes que hacer y que ninguno de ellos actuaría en una acción violenta entre dos ejércitos para decidir un vencedor y un perdedor. 

Sin embargo, respondiendo tajantemente que no, estaríamos borrando de un plumazo una gran parte de la historia de muchas naciones, entre ellas España, que durante siglos ha achacado sus victorias o derrotas en el campo de batalla a la intercesión o abandono de la divinidad. Y ni que decir tiene que el pueblo de Israel y gran parte del Antiguo Testamento se basan en la noción de Pueblo escogido de Dios que cuenta con el favor o el castigo de Yahvé en todos los aspectos de la vida, también en el militar.

Por ello creo que esta leyenda-historia militar merece un poco de atención. Hoy es festivo en España gracias a ella. Según la misma, el 7 de diciembre de 1585 el Tercio Español combatía en la Guerra de los Ochenta Años en los Países Bajos, siendo su situación desesperada por la escasez de víveres y el cerco al que estaba siendo sometido por las tropas enemigas.

El Almirante Holak ofreció la rendición a cambio de conservar la vida, pero la respuesta española fue clara: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Ante tal respuesta, Holak recurrió a un método harto utilizado en ese conflicto: abrir los diques de los ríos para inundar el campamento enemigo. Pronto no quedó más tierra firme que el montecillo de Empel, donde se refugiaron los soldados del Tercio.

En ese crítico momento, de acuerdo con la tradición, un soldado del Tercio cavando una trinchera tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca con la imagen de la Inmaculada Concepción. Anunciado el hallazgo, colocaron la imagen en un improvisado altar y el Maestre Bobadilla, considerando el hecho como señal de la protección divina, instó a sus soldados a luchar encomendándose a la Virgen Inmaculada:

Según indica la citada tradición, un viento completamente inusual e intensamente frío se desató aquella noche helando las aguas del río Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo atacaron por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y obtuvieron una victoria tan completa que el almirante Holak llegó a decir: «Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro».

Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia,  300 años antes de que el Papa proclamara en la bula Ineffabilis Deus como dogma de fe católica la Concepción Inmaculada de la Virgen María.

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