A nivel de actores se escogió lo mejorcito de la época. Anne Bancroft (María Magdalena), James Mason (José de Arimatea), Michael York (Juan Bautista), Anthony Quinn (Caifás), Lawrence Olivier (Nicodemo), Claudia Cardinale (mujer adúltera), Christopher Plummer (Herodes Antipas), Peter Ustinov (Herodes el Grande), Rod Steiger (Poncio Pilato)... y muchos otros conformaron un elenco de garantías para el espectador. Contrasta, sin embargo, que para los papeles de Jesucristo (Robert Powell) y de la Virgen María (Olivia Hussey) se escogieran a actores menos reconocidos internacionalmente.
Para la dirección se escogió a Franco Zeffirelli, quien fue recomendado directamente por el Papa Pablo VI para ser el director de la obra, al haber quedado encantado de su dirección en Hermano Sol, Hermana Luna (1972) y en una miniserie sobre Moisés para la RAI (1975).
Quizás uno de los éxitos de la producción se basa en la penetrante mirada de Jesucristo, protagonizado por Robert Powell, quien en el rodaje de la serie cumplió los 33 años y supo transmitir un rostro sugestivo, lleno de compasión y amor, al tiempo que autoritario y carismático. El actor se identificó totalmente con el personaje, consiguiendo traslucir una fuerte personalidad y una paz espiritual que no dejan impasible al espectador. A ello pudo ayudar también el hecho de que Zeffirelli le prohibía pestañear en el rodaje de las escenas para dar un aspecto más divino, a excepción de las escenas del Gólgota. Para algunos detractores, sin embargo, lo ojos azules y los rasgos europeos del protagonista chocan con lo que se espera de un judío palestino del siglo I. Lo cierto es que interpretar el papel de Cristo no estuvo exento de riesgo, como el mismo contó en una entrevista hace unos años: “Casi muero durante las grabaciones en Túnez, cuando alguien soltó la cuerda que me levantaba en una cruz de metal de 40 kilos. Afortunadamente alguien agarró la cuerda y no caí al suelo”.
A nivel argumental la serie es bastante fiel a los Evangelios. Sí es cierto que se echan en falta algunos momentos concretos importantes de la vida de Jesucristo (la multiplicación de los panes y los peces, la tempestad calmada, la Transfiguración...) y otros son fruto de la invención del guion (fundamentalmente el personaje Zerah y las motivaciones políticas de Judas para traicionar a Jesús), pero en general se trata de una buena síntesis de los cuatro Evangelios.
La banda sonora de Maurice Jarre merece también un breve apunte, ya que consigue añadir un ambiente musical impactante, espiritual y melodioso. El autor posteriormente consolidaría este éxito con otros títulos inolvidables como Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago o Ghost.
Espiritualmente la película no tiene desperdicio, siendo perfecta como acercamiento a la vida de Jesús de Nazaret. Quizás sea buena complementarla con La Pasión de Cristo de Mel Gibson para un mejor conocimiento de todo lo referente a los últimos días de la vida de Cristo, aunque evidentemente no todos los espectadores están capacitados para ver algunas escenas de violencia tan explícitas como las que sufre el Cristo interpretado por Caviezel. Me gustaría terminar esta reflexión con unas palabras del propio Zeffirelli -en una entrevista concedida justo antes de estrenar el film- que no tienen desperdicio:
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