lunes, 26 de mayo de 2025

Misericordia quiero y no sacrificios: Oseas

Quizás afronto hoy uno de los libros bíblicos en los que la tarea de seleccionar un versículo es tarea muy sencilla. El profeta Oseas escribe en tiempos de la monarquía (s VIII a.C.), denunciando a través de 14 capítulos la corrupción de los reyes y la relajación moral del pueblo, con el temor en el ambiente de una invasión militar y cultural de Asiria. Teológicamente, el libro de Oseas es una llamada doble a la conversión y a la esperanza, por lo que cristianamente es tan usado en el tiempo de Cuaresma como en el de Adviento.

Debido al contexto histórico de ritualismo vacío, en el que la liturgia era un mero formalismo externo y la vida moral de los creyentes se apartaba cada vez más del espíritu del Decálogo, Oseas propone una revisión muy interesante de la espiritualidad hebrea. Israel es llamada por Dios "la esposa infiel", y tanto la casa real como los sacerdotes son criticados con dureza debido a su hipocresía. El profeta advierte que la idolatría conduce a la perdición y que el destierro será el destino final de no mediar un cambio de conducta. 

Para huir de este porvenir es necesaria la conversión, y se ponen en boca de Dios unas palabras hermosas pero duras. El profeta sabe que Dios es un padre tierno y paciente, pero Israel persiste en su infidelidad. La llamada a la conversión es continua, y en el centro del libro encontramos la frase que hoy quiero destacar, una de las más hermosas y olvidadas de la Biblia:

Oseas 6,6

"Misericordia quiero y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos"

Pues eso. Creo que la frase que el profeta pone en boca de Dios la hubiera firmado el propio Jesucristo ocho siglos más tarde. De hecho se la apropió en Mateo 12,7 (Si hubieseis comprendido lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenaríais a los inocentes) Frente a un ritualismo externo y vacío, lo que mide el corazón del ser humano es su amor al prójimo. No está de más recordar esta frase de vez en cuando como núcleo de la fe judeo-cristiana. 

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