Como todos los años, la revista de la Asociación de Belenistas "La Adoración" me ha pedido una colaboración a modo de artículo. Espero que les guste y os guste a vosotros:
No hace falta ser muy listos para constatar una realidad cierta a nuestro alrededor: Vivimos en una sociedad que ha sustituido la ética por la estética. Quiere esto decir que se han relativizado los valores morales invisibles (fe, esperanza y caridad; entre otros) y a cambio de ello rige como gran principio todo lo visible, lo que es tangible y constatable. Pocos se preocupan de cultivar su interior, pero a cambio abundan los cuerpos “danone” cargados de horas de gimnasio, batucas y fitness. La limpieza interior (sacramento de la Penitencia), ha sido sustituida por limpieza exterior (ducha y ropita nueva, de marca -y cara- todos los días). La conciencia ha sido silenciada por la cultura del pelotazo y el “haz lo que todo el mundo hace, mira para otro lado y no te busques problemas…”.
No vivimos tiempos por ello favorables para la Navidad, para ese anuncio explícito del Niño Jesús que se hace pobre entre los pobres, que viene a traernos paz de espíritu y compromiso de solidaridad entre todos los hijos de Dios. Nuestra sociedad preferirá las grandes comilonas y la abundancia de regalos a las misas del Gallo y a los actos litúrgicos que nos recordarán que Dios prefiere la pobreza, el silencio y la justicia a la opulencia, el estruendo y la violencia.
La Gran Fiesta del Solsticio de Invierno (que todavía se llama Navidad…) vendrá impuesta por un enorme poder de persuasión. Todo está perfectamente estudiado por las mentes que controlan nuestros impulsos más primarios. Campañas mediáticas de televisión, publicidad, grandes almacenes, iluminaciones de las calles,… nos irán haciendo entrar -queramos o no- en la vorágine de gastos absurdos de todos los años. Vaciaremos nuestros bolsillos y llenaremos nuestros estómagos más de lo necesario pensando que hacemos lo correcto.
Un signo denunciará esta actitud derrochadora e insolidaria. Estará en un rinconcito, a veces aburrido de que nadie le preste atención, pero allí estará: Nuestro niño Jesús, nuestro Portal de Belén (si no ha sido eliminado para dejar paso al nórdico abeto…) nos recordará el verdadero sentido de nuestra fiesta y nos gritará: “¡Eh, vosotros, miradme!, ¡Soy yo, Jesús!, Estoy desnudo, hambriento, rodeado de animales, expulsado de las posadas, y sin embargo vengo a traeros alegría, paz, justicia, amor, verdad... ¿Qué hacéis ahí viendo la tele como pasmarotes, vestidos de gala, despilfarrando comida, mirándoos de reojo y sin perdonaros los unos a los otros…?”.
Que no se pierda nunca este signo, este niño Jesús que nos denuncia nuestras incoherencias y nos anuncia nuestra salvación. Mirémoslo, y al menos, ya que no le hacemos demasiado caso, pidámosle perdón y ayuda para ser cada día un poquito mejores…