lunes, 31 de mayo de 2021

La vida de Brian (Monty Python's Life of Brian, U.K. 1979)

Buscando críticas sobre esta película para contrastar mi opinión me he encontrado con frases como: "Delirante, irreverente y divertidísima comedia, máximo exponente del humor británico",  "Sin duda, la mejor película de comedia de todos los tiempos". Para mí estas frases -especialmente la última- son más que discutibles, pero para gustos los colores. Lo que sí es cierto es que  La vida de Brian no es definitivamente una película adecuada para verla un Viernes Santo. Tampoco me parece -en la actualidad- que sea para rasgarse las vestiduras, si bien es cierto que en su época fue tildada de sacrílega y blasfema. El tiempo no pasa en valde, y al igual que sucede con La Última Tentación de Cristo u otras cintas que en tiempos pasados fueron vistas como transgresoras, hoy están bastante edulcoradas, entre otras cosas, porque la violencia y la agresividad mediática hacia el fenómeno religioso no ha cesado de crecer año tras año. Así las cosas, películas como la que nos ocupa hoy pueden ser vistas incluso con simpatía, aunque no se debe olvidar que el trasfondo que encierra el film tiene la sátira y la ridiculización como pilares de su argumento. Sus dos eslóganes publicitarios ya lo advertían, uno con más seriedad "La segunda venida" y el otro desde el descaro: "Una película destinada a ofender a casi dos tercios del mundo civilizado. Y molestar severamente al otro tercio".

Precisamente la trama consiste en hacer un seguimiento vital de Brian, un judío que nace en un pesebre de Belén el mismo día que Jesucristo. Debido a ello, continuamente a lo largo de su vida lo van a confundir con el verdadero Hijo de Dios. Junto a él iremos viendo de manera desenfadada la situación del pueblo escogido en los tiempos de Jesús, el malestar producido por la ocupación romana y la esperanza del pueblo judío en un mesías que los libere, todo ello desde el gag y con continuas situaciones de equívocos, incluyendo el desenlace final de la vida de Jesucristo.

¿Se puede bromear con esta situación tan importante para muchos creyentes?, ¿Es lícito y ético hacerlo? Son las preguntas que parecen pertinentes y que andan revoloteando desde su estreno. Desde mi modesta opinión personal, sí es lícito pero poco respetuoso. Son dos ámbitos completamente diversos. Los Monty Python (y cualquier autor) tienen libertad legal dentro del marco jurídico occidental que protege por encima de otros derechos a la libertad de expresión creativa. No creo que haya que ser tan fundamentalista como lo fue parte del Islam con el semanario Charlie Hebdo u otro tipo de caricaturas de Mahoma. La reacción es desproporcionada en esos casos. En occidente estamos acostumbrados a la sátira y a saber diferenciar la realidad de la simbología. No obstante, este tipo de productos "artísticos" deben saber que no toda la población tiene las neuronas bien amuebladas, y que un 1/1000 de los cristianos o un porcentaje menor en caso de otras religiones pueden tomarse lo que ellos entienden como justicia por su mano y armar una gorda. En occidente -como digo- la Iglesia cristiana tiene esta situación más que controlada, y cada vez que se quiere hacer mención de fanatismo religioso en el cristianismo quienes lo hacen se tienen que retrotraer a los tiempos de la Inquisición y las Cruzadas, lo que dice mucho en favor de una institución tan pacífica en los últimos siglos como es la Iglesia, aunque muchos no quieran ver esta realidad. Visto desde otro prisma, estas películas tienen una parte importante de provocación directa, utilizada en muchos casos como marketing de victimismo, por lo que el enfrentamiento directo no siempre es la mejor táctica frente a ellas.

Y a nivel de film, ¿Hay algo salvable o comentable en un Blog como éste de reflexiones cristianas? Mi respuesta en estos casos siempre es afirmativa. La mejor película imaginable tiene fallos y la peor película tiene también virtudes. En este caso, también podemos sacar alguna enseñanza salvable, o al menos reírnos con alguna situación cómica. He recopilado seis frases que contienen críticas que pueden servir para lo uno o para lo otro, os las dejo a continuación para vuestra consideración:

Muy bien, pero aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos, ¿Qué han hecho los romanos por nosotros? (crítica soterrada a los nacionalismos)

Una limosnita para un ex-leprosoooo. Me curó Jesús el Señor. Ahí estaba yo como si nada, cuando de pronto aparece y me cura. Un minuto soy un leproso de oficio y al minuto siguiente me encuentro desempleado. (crítica al status quo de personas que no quieren salir de su situación de pobreza)

Es lo mejor que han inventado los romanos; si no fuera por la crucifixión este país sería un desmadre… Crucifixión ya; que aprendan a base de clavos (Crítica a los defensores de la pena de muerte).

Yo digo que eres el Mesías y de eso entiendo porque he seguido a varios. (crítica a los fundamentalistas religiosos)

- "Estamos dispuestos a derramar nuestra sangre por la causa.
- ¡Yo no!
- ¡¿Eh?!
- ¡Qué yo no!
- Ah sí. Hay uno que no.” (crítica a quienes defienden ideales solo de boquilla)

Me reservo para terminar esta última. Es genial y profética, ya que es una crítica al feminismo (mal entendido) o a la ideología de género actual. Lo que resultaba una broma y un chiste hace 40 años ahora debe herir la sensibilidad de quienes defienden la nueva perspectiva de la ideología de género. Supongo que con el revisionismo actual estarán a punto de prohibir y censurar la película, me temo que lo que no consiguió la crítica a la religión lo puede conseguir ir en contra de las tendencias de género actuales...: 

- "Yo quiero ser madre.
- Pero, eso es imposible. Eres un hombre, no tienes matriz.
- ¡No me oprimas!
- Está bien, lucharemos también por defender tu legítimo derecho a querer ser madre aunque sea físicamente imposible.
- ¿De qué sirve defender su derecho a ser madre sino puede parir?
- Es un símbolo de nuestra lucha contra la opresión.
- Es un símbolo de su lucha contra la realidad”. 

Amén.

lunes, 24 de mayo de 2021

El padrecito (México, 1964)

Charles Chaplin dijo una vez: "Cantinflas es el mejor cómico del mundo". Viniendo el cumplido de tal fuente, debe ser tomado en consideración seria. Mario Moreno "Cantinflas" (1911-1993) es considerado sin duda el mejor cómico de la historia de México y uno de los mejores en lengua española. Sus comedias son internacionalmente conocidas, y todos sus personajes consiguen ganarse la simpatía del espectador. 

Evidentemente disponerse a ver una película de Cantinflas (aunque sea de temática religiosa) no debe tener como objetivo último extraer consideraciones teológicas o contenidos de fe. Pero sí nos puede servir para pasar un rato entretenido viendo una comedia fresca dirigida a un público familiar, sin expresiones soeces, desnudos o chistes fáciles. En "El padrecito" encontramos precisamente eso, un producto fácil de digerir, una comedia hecha a la medida del actor mexicano para lucimiento de su genial verborrea y de su descaro interpretativo. En este caso, además, la cinta se adorna de un hermoso mensaje final con moraleja -o moralina- ya que entre carcajada y carcajada se tratan temas serios de manera desenfadada. 

El argumento de este film consiste en la llegada de un sacerdote recién ordenado, el padre Sebastián (Cantinflas) a un pequeño pueblo. Su primer destino pastoral es ayudar al padre Damián (Ángel Garasa), un sacerdote mayor que tiene el cariño de todo el pueblo y que no parece muy dispuesto a compartir ese afecto con el advenedizo cura. Su hermana Sara se encarga de hacerle la vida imposible al bueno de Cantinflas. Además, los caciques del pueblo le tienen tomada la medida al anciano cura, haciendo y deshaciendo a su antojo.

Como hemos comentado anteriormente, varios temas serios salen a la palestra en el visionado del film. La corrupción en la Iglesia, el matrimonio o la pugna entre visiones generacionales distintas hacen su aparición en una cinta rodada en los años previos al Concilio Vaticano II y la renovación que este supuso. 

Muchas son las frases que merecen ser destacadas. Algunas solo por lo enrevesado de su construcción, "made in Cantinflas":

"Como quien dice es cuestión de captación. Ahora que le confesaré que yo de repente tampoco me entiendo, pero sí sé lo que digo".

En esa línea cómica se sitúa la siguiente que he escogido:

"El que este libre de pecado que arroje la primera teja, era teja? no no no, bueno pero de todas formas descalabra".

Otras sentencias son dignas de un subrayado debido a la temática religiosa del film. Entre todas ellas destaco estas tres, una de crítica social, otra referida a la Eucaristía y la última, que forma parte de un diálogo genial con el cacique:

“Algo malo debe tener el trabajo, o los ricos ya lo habrían acaparado”.

"Hay que ir a misa con gusto y no con pena, ni mucho menos por penitencia".

- "Vaya con Dios, padrecito"
- "Mejor que se quede con usted, que mas falta le hace".

Lo dicho, un buen rato asegurado y unas risas garantizadas. El tiempo no pasa por ella.

martes, 18 de mayo de 2021

Las sandalias del pescador (The Shoes of the Fisherman, EE.UU. 1968)

Hace ya muchos años que vi esta película de la que hasta hace unos días apenas recordaba como escena más impactante la de un Papa vestido de paisano recorriendo en solitario las hermosas calles de Roma. También tenía una vaga apreciación de su larga extensión (156 minutos), posiblemente porque en mi juventud me pareciera excesivamente lenta y tediosa.

Ahora, con la madurez y tras un revisionado sosegado, no puedo en absoluto estar de acuerdo con mi percepción juvenil. Sin ser una obra maestra del séptimo arte, la película es más que entretenida, y plantea problemas que evidentemente a un chaval de unos 18 años se le escapaban por completo. Con el paso de los años y la experiencia acumulada, veo ahora que la densidad del film pasó por encima de mis conocimientos como un panzer alemán, sin que pudiera comprender muchas claves -ni religiosas ni humanas- de los protagonistas.

El film de Michael Anderson se basa en la novela del australiano Morris West Las sandalias del pescador, la cual forma una cuatrilogía con Los bufones de Dios, Lázaro y Eminencia. Otra obra de este autor de temática religiosa llevada a la pantalla es El abogado del diablo, si bien no la americana de 1997 (con un argumento diverso), sino la original alemana de 1977. 

Para comprender bien la película hay que tener en cuenta bastantes nociones históricas, políticas y religiosas, al menos del funcionamiento interno de la Iglesia. El libro está escrito en 1963 y la película rodada en 1968, años clave de la vida de la Iglesia católica por la celebración del Concilio Vaticano II (1965-68), un momento de la historia de esta institución decisivo para el devenir del futuro, pues supuso un aperturismo y una revolución eclesiástica como no se había producido en siglos. A nivel político estamos en los años de la Guerra de Vietnam, del florecimiento del movimiento hippie de mayo del 68 y en los años previos a la Guerra Fría, en la que dos potencias enemigas se jugaban la hegemonía mundial (EE.UU. y la URSS) ante la mirada atenta de una tercera potencia conocida como el gigante dormido, China. El mundo comenzaba a verse amenazado por una guerra nuclear latente y la búsqueda de la paz mundial era una prioridad. Este cóctel explosivo hace que sean unos años determinantes del siglo XX a los que la Iglesia tenía que dar una respuesta en un lenguaje actual y renovado. Una parte del discurso del papa en la película parece estar sacado de la Gaudium et spes del Concilio Vaticano II o de la Encíclica Sollicitudo rei socialis de San Juan Pablo II“Debemos practicar la auténtica revolución cristiana. Trabajo para todos, pan para todos, dignidad para todos”.

El argumento del film es bastante sugerente. El arzobispo Kiril (Cirilo) Lakota (Anthony Quinn) llega a Roma tras ser liberado de un campo de concentración comunista en Siberia. Poco tiempo después es nombrado cardenal por Pio XII y comienza a conocer las interioridades del Vaticano y de la Ciudad Eterna. Los acontecimientos históricos se precipitan a la muerte del anciano Papa, con un final sorprendente para el protagonista y la Iglesia...

La trama en general es interesante desde un punto de vista meramente religioso. Con la única variante de la intromisión de las redes sociales e internet (no sé hasta que punto interfieren actualmente en la elección del sumo pontífice) el Cónclave no ha cambiado en exceso y los ritos son los mismos desde hace siglos. El cierre de la capilla con llave (cum-clave), las votaciones secretas, los porcentajes necesarios, el humo negro y blanco... Todo está reflejado con bastante realismo siendo en este sentido la película casi un documental, en el que de la mano de los periodistas vamos conociendo punto por punto el desarrollo de los hechos.

A nivel más teológico y profundo la película presenta una especie de "pugna" entre tres modos de entender la Iglesia (políticamente hablaríamos de facciones pero la palabra me resulta chocante) interpretados por tres cardenales de la Curia de procedencia y tendencias diversas. De un lado Lakota, el ucraniano teológicamente pastoralista y hombre de fe. Por otro lado Telemond, el teólogo e intelectual racionalista francés, y por último Leone, el italiano vaticanista que conoce a la perfección los entresijos de la curia y se mueve entre ellos como pez en el agua. La tentación de asociar un nombre contemporáneo a cada uno de ellos es evidente, pero me parece más bien que son estereotipos que de una u otra forma siempre están presentes en la vida de la Iglesia, por lo que en este caso yo no hablaría de profetismo sino simplemente de ciertos clichés que se repiten sistemáticamente. En tres ideas lo podríamos resumir como el voluntarismo, el intelectualismo y la búsqueda de estrategias humanas como medios aparentemente opuestos pero en el fondo complementarios para extender el Reino de Dios.

Lo cierto es que dicen que el libro y la película fueron en parte proféticas. No se puede ocultar que acertó en adelantar la elección de un papa eslavo tras muchos papas de origen italiano (en la película ucraniano, en la realidad el polaco Juan Pablo II). Lo que hoy parece normal en aquella época era poco menos que una quimera. También presenta a una Iglesia atenta a las necesidades humanas como hacía muchos siglos también que no se daba. La Iglesia actual no ha llegado al punto de vender todas sus riquezas pero si que han desaparecido la opulencia y el boato de siglos pasados, lo cual tampoco era fácil de predecir...

Acerca de los diálogos del film, un par de frases interesantes que merecen ser destacadas sobre el resto son las siguientes:

"En todas partes el hombre ha tomado conciencia de sí mismo como un animal de tránsito y lucha desesperadamente por afirmar su derecho a lo mejor del mundo durante el breve período que habita en él".

"Saben entendérselas con la muerte. Es la vida lo que los desconcierta".

Un último apunte debe hacer referencia al drama humano de Lakota. Más allá de la política y de las intrigas vaticanas (o sobre todo debido a ello...) el personaje principal vive una crisis personal en la que el celibato y la soledad que este produce no ayudan a su superación. Me parece una pena que el film no ahonde en ello, no me cabe duda que el cine actual está mucho más interesado en esta parte psicológica de los protagonistas que en una narración aséptica de los hechos en sí, por lo que una revisión actual del film hubiera tenido en cuenta estos aspectos. Pese a esta carencia, la película es altamente recomendable, eso sí, para personas que tengan algunos conocimientos previos de los temas que se tratan.

lunes, 10 de mayo de 2021

El fin de los días (End of days, 1999, EE.UU.)

1999 fue un año especialmente propicio para el cine de temática religiosa. Además de otras, en este Blog ya se han comentado El tercer Milagro y Stigmata. El fin de los días pertenece al que se conoció como "efecto 2.000", en el que con la llegada del nuevo milenio se creía que muchos fenómenos paranormales -si no directamente el fin del mundo- iban a ser frecuentes con el cambio de calendario. 

Pasó el año 2.000, el 2.001, el 2002... y no aconteció nada catastrofista. Pero aunque no sucediera nada espectacular de lo que se auguraba, no es menos cierto que la presencia del maligno parece hoy en día bastante evidente. Este tipo de películas, por ello, no pierden una parte de su vigencia y de su fuerza, haciéndonos caer en la cuenta de que en la actualidad seguimos en el periodo histórico del combate contra el demonio, adopte forma humana o no.

La película tiene como argumento la defensa que el policía Jericho Cane (Arnold Schwarzenegger) tiene que realizar de la joven Christine, quien parece ser la elegida para aparearse con el Anticristo (Gabriel Byrne) sin que ella lo sepa. Tanto los seguidores del Anticristo como un grupo de conspiradores Vaticanos no se lo ponen fácil al bueno de Arnold, que se desenvuelve a la perfección en estas películas de acción y con escenas violentas como las que el film presenta. No obstante, más allá de lo movido del film, la trama tiene fuertes connotaciones religiosas y un fondo bastante constructivo, incluyendo el autosacrificio de Jericho (siento ser spoiler, pero la peli es ya antigua), para impedir la muerte de Christine. De esta manera Jericho aparece finalmente como salvador de Christine y con ello de toda la humanidad, tomando de esta forma tintes mesiánicos y semejantes a los de Jesucristo, quien muriendo en la cruz obtiene la salvación de todo el género humano. Ni que decir tiene que la intención de la película no es elaborar un tratado de soteriología ni mucho menos ser blasfema, debiendo por ello tan solo ser vista como un producto de Hollywood que procura el entretenimiento y el suspense, lo que no es óbice para que el espectador pueda reflexionar por su cuenta acerca de temas religiosos.  

Aterrizando en esa reflexión que el film puede ocasionar, de entre todos los diálogos destaco un par de ellos que me parece que son muy sugerentes y materia de un merecido comentario. El primero de ellos es un diálogo entre un sacerdote que comienza a descubrir la verdad de lo que está pasando y Jericho. En él podemos percibir la acción y el toque de humor que casi siempre acompañan a los personajes interpretados por Schwarzenegger, tipos duros pero que dejan entrever que tras esa apariencia hay un bonachón encubierto:

“- ¿Cree usted en Dios?
- Tal vez antes. Pero ahora no puedo.
- ¿Qué pasó?
- Diferencia de opiniones. Yo creía que mi mujer y mi hija  tenían que vivir. Y él pensó lo contrario.
- Lamento su pérdida. Tal vez sea el momento de renovar su fe.”

El segundo de ellos forma parte de un diálogo Anticristo-Jericho, en el que el diablo expone un discurso destructivo a través del cual "vende" su producto y sus mentiras para intentar que Jericho desista de la protección de Christine. Me parece un buen resumen de lo que muchas personas sin fe opinan de Dios

“Voy a decirte una cosa sobre él. Él es el mayor chapucero de todos los tiempos. Tenia un buen publicista, eso es todo. Si pasa algo bueno, es su voluntad. Y si pasa algo malo, sus caminos son inescrutables. Coge ese panfleto farragoso al que llaman Biblia y busca ahí la respuesta. ¿Qué consigues? Una mierda.”

En definitiva, una película que sin ser nada del otro mundo entretiene, y de paso, nos mantiene vigilantes a la espera de la segunda venida de Jesucristo y su Juicio Final

lunes, 3 de mayo de 2021

De Dioses y hombres, (Des hommes et des dieux, Francia, 2010)

Antes de que Scorsese se aventurara con Silencio a explorar el cine sobre el martirio cristiano,  ya se habían rodado bastantes películas con esta temática. Sin contar con los primeros mártires del siglo I, en este Blog ya se han comentado Un hombre para la eternidad (1966), Una vida por otra: Maximilian Kolbe (1991), María Goretti (2003) y Popieluszko (2009). Hay muchas más que espero ir añadiendo poco a poco a esa lista de personas que murieron derramando su sangre por Cristo y su Evangelio y perdonando a sus verdugos (condiciones ambas imprescindibles para ser considerado mártir).

De Dioses y hombres (ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cannes) cuenta la historia del martirio de siete monjes trapenses asesinados por los musulmanes en 1996 en Argelia durante la guerra civil de ese país. Xavier Beauvois recrea los últimos años de vida de sus compatriotas. La acción comienza en 1993 en Tibhirine, una pequeña población en la que ocho religiosos viven comunitariamente en fraternidad y sintonía con la población local. Dedicados a sus oraciones, sus quehaceres cotidianos siguiendo la regla de San Benito (ora et labora) ayudan a los lugareños con alimentos y un pequeño dispensario médico. Todo es armonía (el principio del film recuerda el ritmo pausado de la vida contemplativa detallada en El Gran Silencio) hasta que un grupo fundamentalista islámico asesina a un grupo de trabajadores croatas. A partir de ahí cunde el pánico entre la población, que pide a los monjes que permanezcan con ellos y no se trasladen a un lugar más seguro. Es en este momento donde se producen los momentos más intensos y los diálogos más profundos del film. 

El prior del convento tiene un diálogo con una mujer musulmana estremecedor y que merece la pena ser destacado:

"Somos como los pájaros sobre la rama", dice el prior, 
“No, no sois los pájaros; vosotros sois la rama y nosotros somos los pájaros, si os vais, no tendremos donde agarrarnos”, responde la mujer.

Como comunidad e individualmente los religiosos van dejando ver a partes iguales su fe, sus temores, sus miedos y su soledad. Están allí para integrarse en la población, pero también deben proteger sus vidas. ¿Deben escoger el poder evangelizar en un lugar más seguro o permanecer allí a pesar de arriesgar sus vidas a un martirio más que probable?

Esta disquisición tan difícil de resolver se sigue repitiendo casi cotidianamente. El año pasado, en 2020, 20 misioneros fueron asesinados. Ahondando en cifras, desde el año 2.000 el número de misioneros asesinados se eleva a 535, cinco de ellos obispos. De todos y cada uno de ellos se podría rodar a buen seguro una película con sus testimonios de vida y de fe.  

La culminación de la trama se produce tras una "última cena" silenciosa de toda la comunidad y sin derramamiento de sangre. Tras ser asaltado el convento, los monjes son trasladados del monasterio a un descampado en un paisaje nevado y ahí termina todo, desapareciendo sus siluetas. No hay concesiones al morbo ni al espectáculo cruento. Lo que importa mostrar al espectador han sido los diálogos y las actitudes previas al martirio de todos los miembros de la comunidad, no el desenlace trágico. 

En unos meses se va estrenar La mirada de Lucía, una película española sobre los asesinatos de seis sacerdotes jesuitas en El Salvador, entre ellos el español Ignacio Ellacuría. Esperemos que el film haga justicia a la figura de estos mártires de una manera tan emotiva como el cine francés hizo con sus compatriotas en De Dioses y hombres.