sábado, 26 de septiembre de 2015

Paradojas de nuestro tiempo

Una de las tres virtudes teologales de todo cristiano es la esperanza. Su contrario es el desaliento o la desesperación. Soy consciente de ello y creo firmemente que Dios actúa en la Historia -no con nuestros planes sino con los suyos- para que su fin último sea el triunfo del Bien. Sin embargo, creo que a veces experimentamos lo contrario y podemos permitirnos una pataleta de rabia. Creo que las palabras que os pongo a continuación -no son mías, pero las suscribo- transmiten verdades como puños. Pocas veces me he sentido tan identificado con este texto con el que me tropecé el otro día. No creo que transmitan victimismo, ni crítica fácil, pero sí reconocen que el mundo no va como debiera y nos alertan de que algo estamos haciendo mal como sociedad en su conjunto.
La solución no sé cual es. Hace tiempo descubrí que me resulta imposible cambiar el mundo porque apenas si puedo cambiarme a mí mismo, por lo que únicamente me levanto por las mañanas intentando ser mejor persona y no fastidiar a nadie, que creo que ya es bastante. 

Por ello, me vais a permitir que comparta los pensamientos del autor de estas sabias palabras:

Hoy tenemos.....

...Edificios cada vez más altos, pero temperamentos cada vez más cortos.
...Autopistas más anchas,  pero mentalidades más estrechas. 
...Casas más grandes, pero familias más chicas. 
...Unifamiliares adosados, pero hogares desunidos. 
...Mayores ingresos, pero menos moral. 
...Más compromisos, pero menos tiempo. 
...Más conocimientos, pero menos criterio.
...Más medicinas, pero menos salud. 
...Más libertad, pero menos alegría. 

Gastamos más, pero disfrutamos menos. 
Hemos multiplicado nuestras posesiones, pero hemos reducido nuestros valores. 
Hemos llegado a la Luna, pero no conocemos a nuestro vecino. 
Hemos conquistado el espacio exterior, pero no el interior.

Y lo peor de todo, 
Se habla mucho, se escucha poco y no se lee nada. 

sábado, 19 de septiembre de 2015

El Ángel de los niños

He encontrado un cuento muy bonito que me gustaría compartir con vosotros. Se trata solo de éso, un cuento, pero el mensaje que transmite me parece bastante sugerente y emotivo. Es la siguiente:


Cuenta una leyenda que a un angelito que estaba en el cielo, le tocó su turno de nacer como niño. Antes de ese momento, preocupado y nervioso, mantuvo esta conversación con Dios: 

- Me dicen que me vas a enviar mañana a la tierra. ¿Pero, cómo viviré? tan pequeño e indefenso como soy. 
- Entre los muchos ángeles del Cielo escogí uno para ti, que te está esperando en la tierra y que te cuidará. 
- Pero dime, aquí en el cielo no hago más que cantar y sonreír, eso me basta para ser feliz. 
- Tu ángel de la tierra te cantará, te sonreirá todos los días y tú sentirás su amor y serás feliz. 
-¿Y cómo entenderé lo que la gente me hable, si no conozco el extraño idioma que hablan los hombres? 
- Tu ángel te dirá las palabras más dulces y más tiernas que puedas escuchar y con mucha paciencia y con cariño te enseñará a hablar. 
-¿Y qué haré cuando quiera hablar contigo? 
- Tu ángel te juntará las manitas te enseñará a orar y podrás hablarme. 
- He oído que en la tierra hay hombres malos. ¿Quién me defenderá? 
- Tu ángel te defenderá, incluso a costa de su propia vida. 
- Pero en la tierra estaré siempre triste porque no te veré más, Señor. 
- Tu ángel te hablará siempre de mí y te enseñará el camino para que regreses a mi presencia, aunque yo siempre estaré a tu lado. 

En ese instante, comenzaron a escuchar voces terrestres, y el niño le pregunto a Dios:

-¡Dios mío, si ya me voy déjame hacerte la última pregunta!... ¿Cómo se llamará mi ángel de la tierra?.... 
- Su nombre no importa, simplemente llámala : MAMÁ.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Refugiados de Siria

Al igual que todos vosotros, estoy conmovido por las imágenes que día a día nos llegan de tantas personas que quieren buscar un lugar mejor para vivir y que se ven obligadas a dejar sus tierras para emprender un camino hacia lo desconocido, una travesía que a menudo les conduce a la marginación o directamente a la muerte.

Todos tenemos en la cabeza la imagen de ese niño muerto -del cual me niego a poner su foto- en la playa tras naufragar la patera en la que viajaba, o ese otro adolescente que con una madurez asombrosa (fruto de las penalidades que a pesar de su corta edad ya ha tenido que padecer) exponía ante la cámara que el no pedía viajar a Europa, sino que se detuviera la guerra en Siria. En este caso no son personas sin recursos las que huyen de su país, sino familias enteras que hasta hace unos meses han tenido una vida acomodada pero a las que la guerra y la persecución del Estado Islámico están empujando hasta el abismo. Las imágenes de los repartos de comida son estremecedoras, así como de los intentos desesperados por saltar vallas o tomar un tren que los lleve a un lugar que no conocen pero donde creen que vivirán lejos de sus perores pesadillas.

Sería bueno que la comunidad internacional respondiera en el origen del problema, evitando que así cientos de miles de personas tengan que abandonar sus raíces huyendo de la barbarie de quienes dicen que actúan en nombre de Alá y del Profeta. El Estado Islámico lleva ya años causando estragos en oriente medio. Las imágenes de cristianos torturados y asesinados han sido constantes durante los últimos meses ante la indiferencia y la pasividad internacional. Ahora esos cristianos y los musulmanes menos radicales huyen ante la continua amenaza de muerte para los que no son colaboradores del sistema.

Mientras esa intervención llega, es tiempo para la misericordia y la acogida. Parece que la sociedad va reaccionando y aunque con algo de lentitud los refugiados van a ser aceptados por los países europeos. El Papa ha solicitado a cada Parroquia y a cada Comunidad religiosa que acojan a una familia, lo cual es una gran noticia. Las Diócesis ya se están movilizando  y solicitando refugiados, aunque claro, eso no saldrá en las noticias porque a los medios de comunicación no les hace gracia hablar bien de la Iglesia.

Esta situación me ha recordado un pequeño relato del sacerdote jesuíta Anthony de Mello. En primer lugar me la aplico en primera persona pero también la comparto con vosotros, para que, cuando tengamos oportunidad, no dejemos de hacer todo el bien que podamos. Es la siguiente:


Vi en la calle a una niñita temblando de frío con un vestidito ligero, parecía con poca esperanza de encontrar una comida decente. Me enojé y le dije a Dios:
- ¿Por qué permites esto? ¿Por qué no haces algo para remediar esto?
Por un rato Dios no dijo nada, pero esa noche, Él respondió de pronto diciendo:
- Ya hice algo para remediarlo... Te hice a TI.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Peregrinación a Roma (Apéndice)

Jardínes Vaticanos desde la
Cúpula de San Pedro
"Roma: Non basta una vita" es una expresión italiana que casi no necesita traducción. En ella se encierra una verdad incuestionable: El tiempo dedicado a Roma nunca es suficiente, ya que siempre queda algo por descubrir. Ello supone que por muy bien que un viaje se prepare, es más, incluso por mucho tiempo que uno viva en Roma, nunca se la llegará a conocer del todo.  Siempre hay algo nuevo que ver o una nueva perspectiva desde la que disfrutar algún monumento. Roma es cara, muy cara... y cada minuto en ella vale millones. Desgraciadamente, en todo viaje el tiempo disponible es el que es y el nuestro no iba a ser una excepción. Por ello, muchas cosas han tenido que posponerse para otra visita.

El Tíber a su paso por el
Ponte Sant´Angelo
Quién haya leído las diez entradas anteriores, echará de menos algunos sitios emblemáticos de Roma que, o bien por la distancia, o bien por una jerarquía personal de intereses han sido aplazados hasta mejor ocasión. Algunas Iglesias que hubieran merecido una visita son: San Clemente, San Sebastián, San Francesco a Ripa, Santa Cecilia o San Pietro in Montorio. Las vistas desde el Gianícolo o el Aventino no tienen nada que envidiar a muchas de las que hicimos nosotros. La Galleria Borguese, el Castel Sant´Angelo, Porta Portese, el Ponte Milvio... deberían haber sido visitas obligadas. De igual manera tuvimos la suerte de visitar las Catacumbas de San Pedro en el Vaticano pero precisamente por ello dejamos a un lado la visita a las catacumbas de San Calixto, de San Sebastián, de Domitila o de Priscila. De todas ellas yo todavía solo conozco las dos primeras. Esta última circunstancia también nos privó de acercarnos a otra Iglesia de los extrarradios, la Chiesa del Quo Vadis, edificada en el lugar en el que San Pedro se encontró con Jesucristo Resucitado cuando huía de Roma y decidió volver para defender la fe y ser crucificado boca abajo.

Fachada del Coliseo
Hacer un recorrido a pie de tres horas paseando tranquilamente por la rivera del Tíber era algo previsto pero que desgraciadamente tuvimos que sacrificar. El viaje también se podía haber completado con una visita a Ostia Antica, situada,a menos de 20 km. de Roma. De no haber ido a Pompeya (donde se conservan las ruinas en mejor estado) la visita hubiera sido imprescindible. Como amante del fútbol esta vez me quedé sin ir al Estadio Olímpico, en la que tantas tardes-noches de fútbol disfruté en mi vida de estudiante... Por suerte para Patricia la fecha tampoco acompañaba, que de haber sido el viaje en temporada futbolística no la hubiera librado nadie...

Fachada de San Pablo
Extramuros
De todas formas, la Peregrinación - Luna de Miel ha sido bastante completa. He alcanzado niveles espirituales y culturales no muy lejanos a los éxtasis de los antiguos místicos. He disfrutado en cada lugar que volvía a visitar, he descubierto algunos lugares nuevos y, sobre todo, el contexto era bien distinto a mis anteriores estancias. Ir a estrenar mi matrimonio y poder pasear por Roma cogido de la mano con el amor de mi vida es una experiencia arrebatadora. He disfrutado tanto en el viaje como recordándolo a través de estos posts que he compartido con vosotros y en los que he vuelto a recrear la experiencia. En palabras del escritor argentino José Luis Borges"Cuando uno escribe, el lector es uno"...

Laoconte, Museos Vaticanos
Esta tarea de sentarme a recrear imaginariamente el viaje me ha ayudado también a hacer recuento: han sido finalmente 32 Iglesias-Basílicas-Catedrales visitadas, 14 Plazas, dos Museos, dos Cúpulas, dos Iglesias subterráneas y un número -elevado, que me reservo para mí- del conjunto pizzas-cervezas-helados que fueron la base de nuestra alimentación romana. Ver de nuevo al Papa, visitar la tumba de San Pedro, asistir a una ópera al aire libre o transportarnos a una ciudad como Pompeya que quedó dormida en el sueño de aquella fatídica noche del 24 de agosto del año 79 son experiencias, que -como dice el anuncio- no tienen precio.

Interior de la cúpula
del Panteón
¿Cuándo podremos volver...? Espero que pronto.

El deseo de estar en Roma es como una droga que ya ha comenzado a producir en mí el consabido síndrome de abstinencia. Cuantas más veces se está en Roma más intenso es el deseo de volver a pasear por sus calles y admirar su grandeza.

Nosotros cumplimos nuestra parte simbólica y tiramos la moneda a la Fontana de Trevi, así que si Dios quiere y la leyenda se cumple algún día volveremos... Será cuestión también de poner en casa una hucha y procurar que la monedita de la Fontana vayan acompañadas de muchas otras que hagan posible el regreso lo antes posible a la Ciudad Eterna.


Mater Ecclesiae, en la fachada
de las estancias papales
De todas formas, soy consciente que haber estado ya tantas veces en la Ciudad Eterna es un enorme privilegio que Dios me ha concedido en esta vida y del que le estaré eternamente agradecido. Aún así, lo tengo claro y no me gustaría morirme sin volver algún día. Pero ya se sabe, el hombre propone y Dios dispone...

Para animaros a vosotros a que compartáis la experiencia, me gustaría despedir esta serie de entradas con dos citas muy sugerentes. Iba a poner solo una, pero me ha resultado imposible escoger cualquiera de ellas y dejar fuera la otra, ya que comparto totalmente el mensaje de ambas y además las encuentro plenamente complementarias.


Marforio, Dios fluvial de los
Museos Capitolinos
La primera, es del escritor estadounidense Herman Melville, autor de la famosa novela Moby Dick, quien quedó prendado de la belleza de Roma en su viaje de 1849. Así la describía en sus escritos: "...En Roma saludan al visitante miles de estatuas que, como representantes de un pasado poderoso, alargan sus manos hacia el presente y conectan los siglos. Han cambiado gobiernos, caído imperios, desaparecido naciones, pero estos mudos mármoles permanecen, oráculos del tiempo, obras de arte perfectas. Los crearon aquellos que aspiraban a algo mejor, y se esforzaron por conseguirlo encarnándolo en fría piedra..."

La segunda, es del dramaturgo y poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe, el creador de la inmortal obra Fausto: "...Quien no ha cruzado Roma bajo la luna llena no tiene ni idea de la belleza que se ha perdido. Quien la ha visto, lo ha visto todo..."

Por suerte, por caprichos del calendario o por providencia divina (cada uno es libre de pensar lo que quiera...) tuvimos semana de luna llena y tiempo despejado. Para que pedir más...