lunes, 25 de diciembre de 2023

¡Feliz Navidad!... También en Belén...

Tras las cuatro últimas entradas dedicadas al Adviento hoy ya toca por fin celebrar la alegría de la Navidad. Todo ha ido muy rápido al final de este tiempo de preparación. Ayer encendimos la última vela de la Corona de Adviento y ya hoy es Navidad. Este año el calendario ha querido que mis publicaciones lunáticas (por aquello del lunes...) coincidan con el 25 de diciembre, así que la entrada de hoy no podía tener otro contenido que desearos a todos una Feliz Navidad y esperar que la preparación de vuestros corazones haya sido fructífera para que el niño de Belén haya encontrado un huequito confortable en el que volver a nacer como cada año. Seguro que el sacramento de la Confesión y la Eucaristía nos habrán ayudado a ello. 

Al hablar de Belén no puedo olvidar al pueblo palestino que vive en esta y otras ciudades en conflicto en Israel. Cierto que Bet-lehem (etimológicamente "la casa del pan") pertenece a la región de Cisjordania y no al territorio de Gaza donde en estos últimos meses se han cometido tantas matanzas en nombre de Dios (indistintamente por parte judía como por parte musulmana). Afortunadamente Belén goza ahora mismo de una paz medianamente soportable, aunque aún recuerdo las conversaciones con los pocos cristianos palestinos que vivían en la tierra donde nació Cristo cuando tuve la oportunidad de visitar Tierra Santa y sus testimonios eran conmovedores. En los medios de comunicación, como siempre, se oculta que el 7% de la población palestina tienen por religión el cristianismo, y que sin comerlo ni beberlo, se hayan en medio de una guerra en la que nadie gana y todos pierden. Una población que únicamente quiere vivir en paz en la tierra que fue de sus antepasados y que se resisten a abandonar pese a las presiones y las estrecheces económicas a las que son sometidos. Recuerdo especialmente la conversación con un anciano que me contaba que la persecución política y religiosa que sufrían por parte de Israel rayaban lo inhumano. Padres y madres de familia que al volver a Belén tras una larga jornada de trabajo en la zona israelí eran retenidos -4 o 5 horas, casi a diario- por los soldados israelíes simplemente por diversión o para amargarles la existencia. Estoy hablando del año 2007, imagino que la cosa no habrá ido a mejor en estos años sino todo lo contrario. 

Poco podemos hacer por ellos, aunque yo nunca los olvido en la colecta del Viernes Santo, donde toda la recaudación obtenida en las iglesias de todo el mundo va destinada a los cristianos de Tierra Santa. Aún quedan meses para ello, pero os invito a que ese día seáis especialmente generosos. La causa lo merece, intentar que los pocos cristianos que aún quedan en la tierra de Jesucristo puedan vivir con un poco de dignidad.

Mientras tanto, y a pesar de los pesares, ¡Feliz Navidad a todos!

Apunte final: El post va enriquecido por la foto que aquel año pude sacar de la Estrella de Belén en la Basílica de la Natividad, en el lugar exacto donde supuestamente hace 2.023 años el Hijo de Dios vino al mundo. Besarla fue un momento conmovedor, como tantos otros de aquel viaje. En mis clases de Religión siempre les digo a los chavales de Bachillerato que de la misma manera que los musulmanes tienen la obligación de peregrinar una vez en la vida a La Meca los cristianos deberían tener algo parecido. La vida y la existencia se ven de otra manera cuando uno ha tenido la suerte de pisar Belén, Nazaret o Jerusalén. No entiendo que muchos cristianos prefieran ir de excursión a los fiordos noruegos o a las pirámides de Egipto, por poner solo un par de ejemplos. Evidentemente, y por los motivos anteriormente expuestos, ahora mismo no es el momento más oportuno para esa experiencia. Dios quiera que pronto vuelva la estabilidad a la zona y tengamos la oportunidad de visitar de nuevo esos lugares sagrados. 

lunes, 18 de diciembre de 2023

Adviento: Final de la expectación

Llevamos tres entradas sobre el Adviento y la de hoy es la última para animar este tiempo de esperanza. El primer post fue una Introducción sobre el tiempo de Adviento, Hace dos semanas comparábamos el Adviento con la estancia en un aeropuerto, y la semana pasada hablamos del Adviento como tiempo de esperanza activa. Hoy toca cerrar este Ciclo con un tema más litúrgico, el sentido de las llamadas Antífonas mayores de las vísperas de Adviento. Desde ayer día 17 hasta el 23 de diciembre, durante el rezo de Vísperas en la Liturgia de las Horas, las antífonas comienzan con la exclamación: "O" en latín y "Oh" en Español. Esta exclamación va seguida de una inicial cuyo acróstico inverso es bastante curioso.

Comenzamos exponiendo las palabras con las que comienza cada día:

17 de diciembre: O Sapientia (Oh Sabiduría)

18 de diciembre: O Adonai (Oh Señor)

19 de diciembre: O Radix Jesse (Oh Raíz de Jesé)

20 de diciembre: O Clavis David (Oh Llave de David)

21 de diciembre: O Oriens (Oh Amanecer)

22 de diciembre: O Rex Gentium (Oh Rey de las naciones)

23 de diciembre: O Emmanuel (Oh Dios con nosotros)

Como se puede ver en las iniciales en rojo, leídas al revés se forma el acróstico «Ero Cras», que traducido del latín significa «Mañana, vendré».

Evidentemente ello no es una casualidad, sino una genialidad de un autor desconocido, ya que del primero que tenemos constancia en usarlas es el teólogo Boecio en torno al año 500, pero reconoce en ese texto que no son suyas sino que ya se empleaban en el uso litúrgico. Con esta curiosidad litúrgica termina el tiempo de Adviento y la preparación espiritual de la llegada del Mesías. Aprovechemos los días que quedan para que el "Mañana vendré" sea una realidad en nuestros corazones.

lunes, 11 de diciembre de 2023

Adviento, tiempo de espera activa

En el mismo retiro que os comentaba la semana pasada, el ponente de la misma -un sacerdote de Sevilla llamado Óscar Díaz- expuso otra idea que también merece mucho la pena ser resaltada, destacando el Adviento como tiempo de espera activa, diferenciándola de otra que podríamos llamar pasiva  

Para ello, utilizaba una comparación muy gráfica y descriptiva de lo que suponen un término y otro.

La espera pasiva la asociaba a la espera que podemos sufrir cualquiera de nosotros en un Centro de Salud, Ambulatorio u Hospital de la Seguridad Social. Te dan un número -el 57 por ejemplo- y miras con escepticismo a la pantalla que marca el dígito 15. Con el disgusto en el cuerpo, te armas de paciencia y te pones a hablar de temas intrascendentales con el compañero de fatigas de al lado. En los tiempos que corren, al llegar un punto en el que se acaba la conversación,  tienes también la oportunidad de chequear el móvil, los correos, las redes sociales, los juegos y hasta la prensa diaria. Te da tiempo incluso de realizar un par de llamadas y escribir en grupos de whatsapp de los que ni siquiera recordabas su existencia. Revisdas y borras algunas fotos de tu galería. De todo te da tiempo hasta que llega el 55 y empiezas a pensar que en breve tocará tu turno. Ahí ya te activas, pero hasta ese momento todo ha sido una espera pasiva, desinteresasada, falta de emoción o de expectación por tu parte.

La espera activa es algo distinto. Para visualizarla mejor nos puso el ejemplo de un embarazo. Desde que una familia se entera que la mujer está en estado de buena esperanza (nunca mejor dicho...) la espera está llena de detalles prepartatorios para ese momento. Hay que preparar la canastilla, el moisés, pintar la habitación, comprar el carro, hacer punto (al menos un jersey o unos patucos), pensar en el nombre una vez que se sabe el sexo del bebé (o antes, para los más impacientes) y avisar a todos los familiares y amigos para compartir la alegría desbordante. Las semanas van pasando y la expectación va aumentando. Los nervios van in crescendo y cada día que pasa nos presenta una nueva ilusión o una tarea pendiente hasta que llega el momento definitivo del parto.

Eso debería ser el Adviento, una espera activa en la que preparamos nuestro corazón para la llegada de un niño que transformó, transforma y transformará nuestras vidas. El problema es que de repetirlo cada año perdemos el sentido de novedad y de excepcionalidad que esta situación supone. Pero bueno, psicológicamente y espiritualmente me parece un buen recurso para que estas semanas que faltan antes de Navidad preparemos nuestro interior. Espero que así sea y que este no sea un Adviento más, sino "El Adviento"

lunes, 4 de diciembre de 2023

Adviento: La vida es un aeropuerto

Ayer estuve en un retiro de Adviento y esta idea que nos transmitió un sacerdote de mi Diócesis, D. Pedro Yedra, me pareció genial. 

En un aeropuerto no se vive, se está de paso. Excepto Viktor Navorski (Tom Hanks) en la película "La Terminal", a nadie se le ocurriría vivir en un aeropuerto.

Llegamos al aeropuerto (a la vida) con miedos y aceleros. Tememos haber olvidado la tarjeta de embarque, el DNI, el pasaporte o nuestras pertenencias más preciadas. También la vida está llena de preocupaciones y problemas que hay que ir solucionando tal como nos llegan. 

Otro símil interesante es el equipaje. Cuando llegamos al aeropuerto vamos cargados de maletas hasta que nos deshacemos de ellas cuando las facturamos. Entonces vamos más ligeros, más libres, más diligentes. En la vida vamos descubriendo que es igual. De cuantas más cosas materiales nos vamos desprendiendo, mejor. No hay que tener apego a nada porque todo es superfluo, nada permanece. Hay que ir por la vida con lo justo para disfrutarla y compartir con los demás. 

El momento más delicado de todos suele ser pasar por el detector de metales, que nos pone nerviosos y es un momento del que no nos relajamos hasta que lo atravesamos. También la vida nos pone pruebas y momentos difíciles, situaciones en los que el desagradable pitido y la luz roja nos hace dudar incluso de nosotros mismos, aún sabiendo que no hemos hecho nada malo -o quizás sí-. Puede que en nuestro equipaje de mano haya algo de lo que nos tengamos que deshacer para que se nos permita el paso. Pasar en nuestras vidas por esas etapas de crisis es fundamental para crecer como personas y cristianos. Pero no todo son nervios y situaciones difíciles. 

También en la vida hay momentos preciosos, al igual que el aeropuerto está lleno de comercios, restaurantes, tiendas y entretenimientos. Lo importante es saber que en esos entretenimientos no está el sentido de ir a un aeropuerto. Puedes disfrutar de ellos, pero tu objetivo final es tomar un avión. No se te puede olvidar que al aeropuerto llegas, estás un tiempo, tomas tu vuelo y te vas. El aeropuerto, como la vida misma, es un lugar de tránsito, de paso, pero nunca de llegada. El cristiano cree que eso es exactamente la vida humana: un peregrinar hasta el Cielo como destino último. 

Es interesante saber que en el aeropuerto conoceremos a mucha gente. Unos tomarán su vuelo antes que nosotros, abandonándonos de forma más prematura de lo que a nosotros nos gustaría. Otros nos acompañarán casi todo el momento que permanecemos en las instalaciones, y otros se quedarán en el aeropuerto cuando recibimos la llamada de nuestro vuelo y embarquemos, mirando hacia atrás para ver lo que dejamos. 

Y cuando finalmente tomas tu vuelo, esperas que tras despegar nada malo ocurra y no termines estrellado en una montaña, en la tierra o en el mar. Mientras vas despegando y el cosquilleo se apodera de tu estómago, confias en seguir subiendo y llegar al cielo... Para ello confías en que el piloto de tu vida -Dios-sabe dónde te lleva. Entonces puedes cerrar los ojos y descansar plácidamente...