miércoles, 31 de mayo de 2017

Hasta que el cura nos separe (License to Wed, EEUU, 2007)

No es fácil hacer una comedia con contenido religioso. De hecho, parece que comedia y Religión puedan ser palabras antagónicas cuando en realidad no deberían serlo. Por ello se agradecen películas como esta de Ken Kwapis, en la que de una manera desenfadada se tocan temas interesantes y hasta con una cierta profundidad.

Soy consciente y parto de la base de que el primer propósito de la película no es mover a la reflexión sino el mero entretenimiento. Esta película es una comedia romántica en la que el protagonista principal, eso sí, es un sacerdote, interpretado por el malogrado Robin Williams (De quien ya he comentado en este Blog Patch Adams y Más allá de los sueños). Esa es la clave de la película. Robin Williams era como el rey Midas, que todo lo que tocaba lo convertía en oro. Esta película no es una excepción, y lo que se podía haber quedado en una película del montón e irrelevante se convirtió gracias a su intervención en un film cuanto menos entretenido e interesante. 

El argumento de la película es sencillo. Dos jóvenes, Ben Murphy (John Krasinski) y su novia Sadie Jones (Mandy Moore) deciden casarse. Antes de llegar al momento del altar deben realizar un curso prematrimonial organizado por el Padre Frank, sacerdote de confianza de la familia de Sadie al que hace tiempo que no ve. Ya el reencuentro tras muchos años descoloca a la novia y deja entrever el tono desenfadado del film:

Sadie: Lamento mucho no haber estado aquí por aquí desde la última vez, desde hace...
Padre Frank: Diez años.
Sadie: Sí... He estado tratando de poner en marcha mi negocio, y...
P. Frank: Oh, por favor, por favor. Sé lo que suele pasar. Vas a una universidad libre, tienes un compañero bisexual, te olvidas de Dios. No te preocupes. Él no se olvidó de ti...

El curso tiene por objetivo desestabilizar a la pareja para asegurar que la decisión de compartir el resto de la vida con otra persona no se toma a la ligera sino de manera libre y consciente. Las distintas pruebas, tareas, actividades... a realizar serán de lo más disparatadas, dando lugar a distintas situaciones y diálogos cómicos, de entre la que destaco estas dos protagonizadas por el monaguillo, un secundario muy acertado y que encaja al perfección en la trama:

Ben: ¡Jesús! Me asustaste.
Monaguillo: Jesús no te asustó. Yo lo hice.

Sadie: ¿Reverendo Frank? ¿Qué... qué haces aquí?
Monaguillo: El reverendo Frank está en todas partes, ¿recuerdas?

La reflexión posterior al visionado de la película también puede resultar interesante. No tanto respecto a lo disparatado del curso prematrimonial, pero sí respecto a la insuficiente preparación que muchos matrimonios cristianos llevan al momento del sacramento. El padre Frank quiere hacer consciente a la pareja de un hecho incuestionable: la pasión del enamoramiento pasa tarde o temprano, debiendo quedar el amor, con todo lo que ello conlleva. Temas como el respeto, compartir la vida, saber escuchar a tu pareja, no querer imponerse siempre, ser dialogante, ceder ante la opinión del otro, planificar el futuro en común... son importantes durante el noviazgo, periodo que debe ser una verdadera prueba de fuego. En el caso de la película el padre Frank logra su objetivo consiguiendo que el consentimiento final sea más pleno y consciente que lo era en los momentos previos a su intervención, aunque el padre Frank lo sabía mucho antes...

Ben: Oye, ¿puedo hacerte una pregunta?
P. Frank: Claro.
Ben: ¿Cuándo supiste realmente que estábamos listos para casarnos?
P. Frank: En el momento en que le dijiste a Joel que Sadie no era un pez, supe que estaba destinado a serlo. Además, cualquiera que patee el trasero de un reverendo por su mujer, está bien en mi libro.

Como curiosidad decir que la fórmula con la que el Padre Frank casa finalmente a los chicos es, por supuesto, tan disparatada como la peli....

P. Frank: Por el poder de Dios y el ministro de Seguridad Nacional y Justicia de Ocho Ríos, Jamaica... Yo os declaro marido y mujer.

Lo dicho, una película recomendable tanto para buscar un poco de entretenimiento como para "sacarle un poco de punta" espiritual, si bien siendo conscientes de que lo que se está viendo es simplemente una comedia.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Pactar con el diablo (The Devil´s Advocate, EE.UU. 1997)

Comentamos hoy una película de Taylor Hackford que este año precisamente cumple el vigésimo aniversario de su estreno. Se trata de un producto comercial de Hollywood con un reparto de lujo, encabezado por Keanu Reeves, Charlize Theron y un soberbio (como siempre) Al Pacino. Tanto su título inglés como la traducción en latinoamérica es "El abogado del diablo", para mi gusto bastante más acertado que el que se le puso aquí en España. La película presenta varias temáticas teológico-morales que hacen muy recomendable su visionado. Antes del análisis de la película, dos detalles curiosos: el primero, la lujosa casa en la 5ª Avenida de New York del protagonista que encarna al diablo (Milton) fue cedida para la grabación por un emergente Donald Trump, quien 19 años después se convertiría en presidente de los EE.UU. El segundo es respecto  la BSO, que incluye temas de los Rolling Stones, Frank Sinatra y... del almeriense Tomatito, interpretando a la guitarra el tema "A mi tío El Niño Miguel".

Centrándonos en el argumento de la película, éste consiste en la contratación de los servicios como abogado del prometedor joven Kevin Lomax (Keanu Reeves) por parte de John Milton (Al Pacino). Lo que al principio se presenta como la mejor noticia de su vida poco a poco va teniendo consecuencias desastrosas para Kevin y su mujer Mary Ann (Charlize Theron) hasta el punto de destrozar por completo sus vidas.

Diseccionando un poco la película podemos decir que su línea argumental es doble. Por un lado, se intenta reflejar el mundo de la abogacía (especialmente en New York), en el que lo único que interesa a la mayoría de sus protagonistas es subir en el escalafón y ganar juicios a toda costa, aún a pesar de utilizar recursos inmorales. En palabras de Milton, "Los abogados son los ministros del diablo". El guión no escatima en aportar elementos negativos como testigos falsos, perjurios, chantajes, corrupción... todo con tal de ganar un juicio. La película es en este sentido una crítica feroz a este sistema de vida inhumano y deshumanizador. Dentro de este mundo jurídico, el film explora además el hábitat más sagrado de la persona (la conciencia), donde el libre albedrío de cada persona se la juega y cada uno se debe plantear la siguiente cuestión: ¿es moralmente correcto defender por dinero a quien a ciencia cierta se sabe que es culpable y de quien se puede presuponer que en caso de quedar absuelto seguirá delinquiendo? No me parece una pregunta menor y agradezco a Dios no haber tenido en mi vida personal que responderla en primera persona. 

Unido a ello se presenta el tema de la presencia real del demonio en el mundo, que mueve a su antojo los hilos de la corrupción y es capaz de envenenar el corazón de las personas para que lo adoren a él como único dios verdadero. Para ello utiliza multitud de recursos (dinero, poder, sexo, prestigio, violencia...), aunque John Milton -el personaje representado por Al Pacino- lo resume en uno: hacer creer a cualquier persona que su único dios es él mismo, engordando su vanidad, su narcisismo y su soberbia. en sus propias palabras: "Es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo". Me parece una perspectiva bastante acertada de cómo actúa el mal en el mundo, ya que la raíz de todo pecado suele ser un acto de egoísmo o desobediencia a la voluntad de Dios, tal y como sugiere el pecado original del Paraíso del Edén.

Dado que es una película antigua me gustaría comentar también su final sin pretensión de ser spoiler. Aunque más bien habría que hablar de "sus finales", ya que a mi juicio hay tres finales en uno. Al menos son tres giros en la historia que descolocan al espectador continuamente, consiguiendo mantenerlo enganchado hasta el último segundo de la película.

- El "primer final" es la resolución del conflicto entre el diablo, Kevin y su hermanastra Christabella. Kevin descubre la verdadera identidad de Milton con este "cómico" diálogo:

Kevin Lomax: "¿Quién eres?"
John Milton: "Oh, tengo tantos nombres..."
K.L.: "Satanás".
J.M.: "Llámame papá".

Es entonces cuando Kevin decide usar su libertad (libre albedrío) para suicidarse, arruinando así los planes del diablo de que conciban un hijo entre ambos. El suicidio supone un acto reprochable moralmente, pero ciertamente se presenta como la única escapatoria posible frente a la trampa que el diablo plantea a Kevin. El pecado aparece, por lo tanto, como un mal menor que busca un fin superior, la derrota de Satanás. Una perspectiva que no deja de ser curiosa aunque moralmente desconcertante.

- El "segundo final" lo podríamos catalogar como un final feliz con moralina, ya que quiere transmitir que todo lo que ha visto el espectador hasta ese momento es una fantasía, una imaginación o ensoñación de Kevin. Se trata como digo de un "happy end" por el que Kevin renuncia a su prestigiosa vida de abogado por salvar su alma y su matrimonio. Cambiando el curso de los hechos  y no defendiendo a un culpable, Kevin quiere evitar que su visión anterior se haga realidad. Creo que este final se justifica por la crudeza del "primer final" (con dos suicidios) ya que permite suspirar al espectador aliviado tras una fuerte carga emocional mantenida durante toda la película.

- El "tercer final", a su vez, vuelve a impactar al espectador. La cara del periodista que habla con Kevin y Mary Ann en la escena final de la película se transforma lentamente en la de Milton -el diablo-, quien con sus palabras finales ("Vanidad, definitivamente mi pecado favorito") da a entender que si bien se han alterado sus planes iniciales dispone de suficiente tiempo y ganas como para seguir tentando por caminos diversos. Me parece un final justo y coherente con la teología y con nuestra misma experiencia cotidiana, que demuestra que una batalla ganada o una tentación superada no son sino el principio de otras nuevas que están por venir.

Otra curiosidad "teológica": los corredores que persiguen al personaje Eddie Barzoon cuando corre por el parque llevan los 4 una sudadera de color distinto, coincidentes con los colores de los caballos de los cuatro jinetes del Apocalipsis: Blanco (peste), rojo (guerra), negro (hambre) y verde (muerte, la que lleva Milton...).

En definitiva, me parece una excelente película que es muy aprovechable tanto a nivel cinematográfico como a nivel espiritual, aportando material a la reflexión personal del espectador, que puede empatizar con el protagonista tanto en su faceta pecadora (durante gran parte de la película) como en su redención final.

miércoles, 17 de mayo de 2017

La Virgen de Fátima

El pasado 13 de mayo el Papa Francisco canonizaba a Francisco y Jacinta Marto, dos de los tres pastorcillos protagonistas de las apariciones de la Virgen de Fátima de las que ese día precisamente se cumplía el centenario.  Tras 17 años siendo beatos, quedará para mejor ocasión la propia beatificación de Lucía dos Santos, cuyo proceso se comenzó en 2008 y debe seguir su curso ordinario (las cosas de palacio como se puede comprobar van despacio...).

Es imposible sintetizar el mensaje de Fátima en unas líneas sin ser frívolo. A todo aquel que esté interesado en conocer su historia le invito a que lea algún buen libro (que los hay y muchos) sobre las apariciones. Para los reticentes a la lectura este año se ha estrenado también el filme-documental Fátima. El último misterio, que según las críticas y la taquilla está funcionando bastante bien, con lo cual no hay excusa para no conocer de primera mano el mensaje de las apariciones.

Yo a nivel personal he estado dos veces en Fátima. La primera tendría unos 12 años y fui a conocer el Santuario en una excursión parroquial. Creo que ese viaje marcó mi espiritualidad y mi devoción a la Virgen de Fátima, a la que siempre he tenido presente en mi vida. La segunda fue en el año 2006, cuando tuve de nuevo la oportunidad de recorrer los principales lugares de las apariciones y celebrar misa en el Santuario. 

Soy consciente de que Fátima (como todos los lugares de apariciones) tiene tantos partidarios como detractores. El factor negocio está ahí y es incuestionable. Son muchos quienes aprovechan el boom turístico para hacer su particular agosto durante todo el año a expensas de la fe. A mi, en este sentido, me tranquiliza bastante que todo ese mundo materialista se encuentre fuera de la explanada del templo. Ni siquiera poner una vela justo al lado de la Senhora cuesta dinero, quedando a criterio de quien la pone dejar dinero o no según su voluntad. El "mundanal ruido" de hoteles, comercios, imágenes, estampitas y medallas queda separado de los lugares sagrados y son gestionados por laicos que aprovechan el tirón espiritual. Quien habla de que "todo en Fátima es un comercio" presenta una visión sesgada de la realidad. Es una parte, sí, pero no la única ni la más importante. Todo lugar religioso sin excepción mueve a una cantidad importante de peregrinos, y resulta obvio que eso conlleva un volumen importante de dinero circulando, sea Fátima, Lourdes, Roma, Jerusalén o La Meca

La presencia del Papa Francisco (2017), del Papa Benedicto XVI (2010) y de San Juan Pablo II (1982 y 2000) en los lugares de las apariciones es para mi también una garantía de la veracidad del mensaje. En una institución en la que cada paso se pesa y se sopesa, que los últimos tres papas hayan avalado con sus viajes los hechos acontecidos hace un siglo tiene para mi un valor añadido.

Invito a todo aquel que no haya estado en Fátima a que visite el lugar y después saque sus propias conclusiones. Muchas han sido las conversiones y hechos sorprendentes que allí se han producido, así es que nadie va a salir perjudicado por tener esa experiencia. Es más, creo que más bien su fe se verá fortalecida, tal y como resultó mi experiencia las dos veces que estuve allí.

Por cierto, espero que se cumpla en mi vida ese aforismo de que "no hay dos sin tres....".

miércoles, 10 de mayo de 2017

Tres corazones valientes: May feelings 10

Ha llegado el mes de mayo y con él la ya tradicional entrada asociada a May Feelings, la red social que comenzó como un "juego" de jóvenes cristianos universitarios y que se ha consolidado como una referencia católica, al menos en cuanto a vídeos promocionales sobre la fe.

En esta ocasión se cumplen diez años del comienzo del lanzamiento de estos proyectos audiovisuales, pero esa no es la única efeméride que acontece. Este año se celebra precisamente el centenario de las apariciones del 13 de mayo de 1917 en Fátima (Portugal), así que el contenido del vídeo lo han tenido fácil. En esencia es un recordatorio del mensaje de la Virgen de Fátima a los tres pastorcillos: rezar en todo momento, especialmente el Santo Rosario.

La semana que viene tengo pensado dedicar una entrada a esa conmemoración, por lo que el contenido teológico lo ampliaré en breve. Hoy me limito a presentaros el vídeo y desearos que lo disfrutéis. 

Respecto a la realización del vídeo en sí, ya comenté en la entrada del año pasado que detecto una especie de "agotamiento" del concepto estético, lo que hace que aunque la temática varíe, no se consiga enganchar (al menos es mi impresión) como se hacía al comienzo de esta aventura. No obstante merece la pena verlo y escuchar el mensaje que transmiten: