Mi afición al fútbol me ha hecho volver a escribir. Como el país futbolístico, ando conmocionado por el fallecimiento de Antonio Puerta. Es cierto que está siendo una muerte mediática, no lo niego, pero creo que ello es precisamente por lo extraño que resulta que la muerte llame a la puerta (perdón por el juego de palabras) de un muchacho de apenas 22 años. Tenía todo lo material que en esta vida se puede soñar: una familia que lo quería, una novia que lo amaba y con la que iba a tener un hijo, dinero, fama y poder hacer lo que más le gusta: jugar a fútbol. Pero su corazón no estaba preparado y le jugó una mala pasada. No consiguió vencer el partido de su vida y se va dejando un vacío imposible de llenar para sus seres queridos.
Hace unos domingos nos lo advertía Jesucristo en el Evangelio: "Estad preparados porque no sabéis ni el día ni la hora..." (Mateo 25,13). A pesar de tener esas palabras recientes siempre creemos que eso le toca a los otros, nunca a uno mismo. Hace falta la muerte de alguien cercano (gracias a la tv Puerta era ya un poco de todos nosotros...) para volvernos al Maestro y reconocer que sí, que es verdad, que somos un soplo que pasa o una pelusa que se lleva el viento. Que descanse en paz, que Dios conceda consuelo y esperanza a sus familiares y seres queridos y que el día que nos toque dejar este mundo estemos preparados.