miércoles, 29 de abril de 2020

Francisco, el Padre Jorge (Argentina, 2015)

Como ya sabéis, debido al confinamiento provocado por el coronavirus estoy teniendo mucho tiempo para ver cine religioso. El otro día pusieron Francisco, el Padre Jorge en televisión, una coproducción argentina, española e italiana de 2015 dirigida por Beda Docampo Feijóo. Se trata de lo que ahora se llama un biopic (biografía de toda la vida) sobre el actual Papa Francisco. La película abarca desde su adolescencia hasta el año en que es escogido Papa de la Iglesia Católica.

Se trata sin duda de un buen documento audiovisual para conocer mejor la etapa menos conocida del Papa de Roma. Jorge Mario Bergoglio (interpretado por Darío Gandinetti) nace en argentina en el seno de una familia de inmigrantes italianos en 1936, fue ordenado sacerdote en 1969, obispo en 1992, cardenal en 2001 y Papa en 2013. El biopic va atravesando todas estas etapas haciendo especial hincapié en los dos cónclaves, el de 2005 en el que Joseph Ratzinger es elegido como Benedicto XVI y el de 2013 en el que nuestro protagonista se convierte en el Papa Francisco. Para ello se escoge un hilo conductual bastante interesante, eligiendo como coprotagonista a Ana, una periodista española (interpretada por Silvia Abril) que entrevista al Cardenal-Papa en sucesivas ocasiones. A través de estas entrevistas, flashbacks y de pequeñas historias paralelas vamos conociendo la infancia, adolescencia, enamoramiento, origen de su vocación y ministerio sacerdotal del presente Papa

A nivel personal el Padre Jorge (como la película deja claro que quería que lo llamaran en su etapa argentina) se nos presenta como una persona humilde, sencilla, bondadosa, amante del humor, tolerante, interreligioso y en continua lucha contra la pobreza, la explotación laboral, la droga o la corrupción en la política. Un hombre-sacerdote amante del fútbol, de la amistad, devoto de las estampas de la Virgen María, atento a las necesidades de quienes le rodean pero con unas convicciones y una fe muy firmes que le hacen enfrentarse a quien se oponga al Evangelio y a la justicia social. Un pastor que huele a rebaño (como él dijo que le gustaban los curas), que toma el transporte público, que se hace la colada y que no permite que lo adulen o chantajeen. Un ministro de Dios que antepone las necesidades de las personas (como bautizar al hijo de una madre soltera) a las leyes que atan la caridad. Un fiel reflejo de lo que su papado está demostrando. En tiempos convulsos en Argentina luchó incansablemente contra la corrupción política, siempre estando al lado de los más pobres y necesitados de las Villas

Junto a estas actitudes también tenemos sus palabras. El film ha recogido varias expresiones, homilías y conversaciones reales del protagonista. Recojo algunas de ellas que merecen ser meditadas:

Pero no se trata de imaginar, Ana, a Dios no se lo razona. Si queremos que nos llegue la fe tenemos que abrirle el corazón.

Muchos de los hombres más importantes de la historia no creían en Dios. Se puede ser espiritual sin ser religioso

¿Sabes quién era Borges? Él era agnóstico, como vos. Pero todas las noches rezaba el Padrenuestro. Algunos dicen que era para complacer a la mamá, pero yo creo que no. De vez en cuando a todos nos viene bien mirar un poco al cielo

“¿Porqué estamos acá? Porque en este galpón han muerto nuestros jóvenes. En el colegio nos enseñan que la esclavitud se abolió, pero es un cuento chino. En esta ciudad no se abolió la esclavitud. En esta ciudad se explota a los trabajadores clandestinos, se explota a las mujeres para la prostitución, se explota a los chicos para la mendicidad. Esta ciudad, vanidosa y pecadora, esta ciudad sufriente, necesita llorar. Buenos Aires es una ciudad coimera, que adormece conciencias. En esta ciudad se trata mejor a un perro que a los esclavos. Esta ciudad necesita llorar por la esclavitud de sus hijos” 

"Hoy quiero hablarles de los poderosos mercaderes de las tinieblas. Quiero hablarles de los que hacen plata vendiéndole droga a nuestra gente. Ayer uno de nuestros sacerdotes fue amenazado y esas amenazas no son para desatender. Y esas amenazas no sabemos dónde pueden terminar. Y este no es un problema de los sacerdotes, es un problema de todos y de cada uno”

“Hay dos Iglesias. La Iglesia mundana, que vive para sí misma, dedicada a sí misma. Una Iglesia imbuida de narcisismo que no deja salir a Jesucristo, y después hay otra Iglesia, la Iglesia evangelizadora, la Iglesia que sale de sí misma, la Iglesia, la Iglesia de la Palabra de Dios. La Iglesia debe estar en la periferia, no solo en la periferia geográfica, la periferia existencial, la periferia del dolor y de la injusticia, la periferia de la ausencia de fe”

Como cuestión negativa lo evidente es que los rasgos fisiológicos del protagonista no me parecen nada convincentes. A pesar de imitar su cojera y su acento porteño, me resulta difícil visualizar en él a Jorge Mario Bergoglio. Ciertamente no es una tarea fácil, y un biopic contemporáneo parte lógicamente de esta deficiencia de serie. 

A pesar de este último inconveniente es una película altamente recomendable y que aporta un bien espiritual evidente. 

sábado, 25 de abril de 2020

Homilía Domingo III Pascua Ciclo A

Los Evangelios, las Sagradas Escrituras, son textos escritos por hombres que en el momento de escribirlos estaban directamente inspirados por Dios.

La Verdad de las Sagradas Escrituras, no es una verdad periodística: El buen cronista periodístico se debe ceñir a contar, con toda profusión de datos, cuanto conoce sobre una determinada noticia. El periodista trata de responder a todos los adverbios: A los complementos directos, a los indirectos y a los circunstanciales. Intenta no dejar nada sin responder. ¿Qué? ¿Quién? ¿A quién? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Cuánto? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Con quién?...

No es trasladable este paradigma al estudio de la Biblia: No debemos leer el Evangelio como el que lee un periódico. El autor inspirado no tiene como intención última contarnos una crónica periodística: Muchas de esas preguntas, que podríamos considerar esenciales, le traían sin cuidado al autor bíblico, cuando ponía por escrito los dictámenes que Dios le estaba inspirando.

Respetando, por supuesto, una base sólida de lo que sucedió, el escritor sagrado nos transmite la Verdad que Dios quiere que conozcamos de ese acontecimiento histórico que nos cuenta, pero en orden a nuestra Salvación... sin desmerecer las preguntas anteriores... la auténtica pregunta que ha de hacerse a cualquier texto Sagrado, a cualquier texto del Evangelio es: ¿Y qué quiere Dios de mí, contándome esto?

Es curioso que el único evangelista que nos relata este episodio de los discipulos de Emaús, sea San Lucas. Un hecho tan significativo, tan prodigioso... ¿Por qué no lo narran también Mateo, Marcos o Juan? ¿Cómo fue posible que no lo incluyeran en sus respectivos Evangelios?.

Quizás la respuesta a esta cuestión, la podamos encontrar en el preámbulo que acabo de formular: San Lucas, inspirado por Dios, pensó que no era suficiente con contar apariciones de Cristo Resucitado a personas concretas, a Maria Magdalena, a Pedro, a Juan,... sino que era imprescindible, que el día de mañana, cualquier persona de las que no tuvimos la oportunidad de encontrarnos físicamente con Cristo Resucitado, nos sintiéramos protagonistas de uno de esos encuentros. Por eso, estos discípulos anónimos que se encaminaban hacia Emaús, y de los que ni siquiera sabemos sus nombres, son símbolo de cualquiera de nosotros. A través de ellos, podemos experimentar que Jesucristo ha resucitado y que se sigue apareciendo a muchos hombres y mujeres de todos los tiempos... También hoy, ... a ti y a mí.

Por lo tanto, si hemos dicho que sólo hay que hacerle una pregunta al Evangelio: "¿qué quiere Dios de mí, contándome esto?". La respuesta más adecuada es: Que experimente por mí mismo, y no sólo por lo que dicen otros, que Cristo ha resucitado. Que no hace falta haber vivido en Judea en la primavera del año 33 de nuestra era para haber experimentado que Cristo ha resucitado. Basta la fe para tener la experiencia de que Cristo está vivo y a mi lado.

Basta que tengas fe. Ya hablamos de la fe la semana pasada. Hoy, este Evangelio de San Lucas (Lc 24, 13 - 35), nos vuelve a plantear la misma temática. El episodio de los discípulos de Emaús, nos sirve para revisar nuestra fe y evidenciar si ésta es apta para descubrir la presencia real y viva de Cristo junto a nosotros.

Siguiendo la meditación de la semana pasada, (ya que está escrita, te invito a que la revises), y siguiendo, por supuesto, el Evangelio de este Domingo Tercero del Tiempo de Pascua, vamos a reflexionar sobre los tres aspectos fundamentales, que si se dan al unísono, nos capacitan para entender que Cristo está delante de nuestras narices, en muchos más momentos de los que solemos caer en la cuenta. Y que sólo hace falta abrir al mismo tiempo el corazón, los oídos y la vista:

- Lo primero que tiene que darse para experimentar que Jesucristo ha resucitado, es no pretender una fe abstracta o ideal, sino tener una fe encarnada en el mundo, en tu realidad, en tus problemas, .. por muy desagradables que éstos sean.

Muchas veces se nos ha invitado a pensar que la fe es vivir con una heroica indolencia. Aquel que ponemos muchas veces como modelo de fe, suele ser una persona fría, distante, ... alguien que ni siente ni padece, y que con su vida perfecta y sin dificultades tiene tiempo para preguntarse cuestiones tan sublimes como discernir sobre el sexo de los Ángeles o cuál es la calidad de la cera necesaria para que el Cirio Pascual sea válido.

Esa caricatura de creyente está en las antípodas del Misterio de la Encarnación. La forma de proceder de Dios nos demuestra que en contra de todo lo que nos podría parecer como lógico... "La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros" (Jn 1, 14). Es decir, desde que Dios se ha hecho hombre, todo lo humano nos habla de Dios. También en los reveses de la vida, - o mejor dicho- fundamentalmente a través de ellos, Dios nos habla.

En este pasaje de Emaús, los discípulos viven una situación de abatimiento, miedo y frustración. Sin embargo, ese es precisamente el caldo de cultivo en el que Cristo resucitado aparece.

Muchas veces estamos tentados de huir de aquello que nos hace sufrir. Como los discípulos de Emaús, tenemos ganas de darnos la vuelta y volvernos a casa "cantando bajito". En el fondo detrás de esta actitud, está la tentación de pretender un Dios sin Cruz. Ante la actitud de los discípulos de Emaús que huían de la senda de la fe, porque entendían que Cristo había fracasado y ellos habían tocado fondo, Cristo les dice: "¿No era necesario que el Mesias padeciera esto y así entrara en su gloria?" (Lc 24, 26).

Vivir una fe encarnada es, como hicieron los discípulos de Emaús, abrir nuestro corazón al Señor y contarle todo aquello que nos hace sufrir, que nos paraliza, que nos desconcierta.

Una fe que se salta este primer paso será una fe perfecta para un manual, pero imperfecta para la vida.

- Lo segundo que se tiene que dar en la experiencia de fe es la escucha de Dios. Una vez abierto el corazón, toca abrir los oídos. Si nos quedamos sólo en el primer paso, corremos el riesgo de caer en la autocomplacencia y escucharnos a nosotros mismos. (Quizás muchos de los que creen que tienen fe siguen aún en el primer paso). Claro que es conveniente vaciarnos ante Dios, pero la experiencia de fe necesita también llenarse de la voz de Jesús, de la Palabra de Dios. La escucha de Dios, nos hace salir de nuestras "verdades subjetivas" y nos muestra la Única Verdad Objetiva. Jesucristo no sólo ha resucitado porque yo lo crea así: Jesucristo, verdaderamente, ha resucitado. Aunque no quedase nadie sobre la Tierra que creyera en la resurrección de Cristo, no por ello Cristo no habría resucitado. La escucha de la Palabra de Dios nos dice que Cristo ha resucitado, lo creas tú o no lo creas. Puedes no creerlo, pero eso no quitará un ápice de verdad al hecho fundante de la fe cristiana, que es que Cristo vive, y es que la auténtica fe no está basada en sentimientos subjetivos, sino en un hecho objetivo.

Pero abrir los oidos a la escucha de Dios, requiere paciencia. Una virtud que es poco habitual en nuestro mundo, (por eso quizás nos cueste tanto escuchar a alguien). Sin embargo, como dice Santa Teresa de Jesús, "la paciencia todo lo alcanza". La escucha confiada, paciente y perseverante de la Palabra de Dios nos enseñará dos cosas. La primera que el modus operandi de Dios es Pascual: El Paso de la Cruz al sepulcro vacío. De la frustración a la esperanza. De la muerte a la Vida.

Y la segunda, que a Dios no le van las "soluciones express". Lo mismo que resucitó al tercer día, después de ese silencio casi eterno del Sábado Santo, a veces, su respuesta tarda... pero no dudes que siempre llegará... Sólo hay que dejarse envolver por su voz y sentir lo mismo que sintieron los discípulos de Emaús al escucharle: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?" (Lc 24, 32).

- El tercer elemento que se tiene que dar en la auténtica experiencia de fe, es abrir los ojos. A los discípulos de Emaús se les abrieron los ojos "al partir el pan" (Lc 24, 31)

Los ojos con los que tenemos que ver a Jesús Resucitado, no son los ojos del rostro, sino los ojos del alma. Llama la atención, que aquellos que eran discípulos suyos, y tendrían que conocerlo muy bien físicamente, lo reconocieron no por su aspecto, ni por sus andares, ni por su ropa, ni por su pelo, ni por su olor, ni siquiera por su voz,... sino al partir el pan. ¿Tan inútiles eran que no se dieron cuenta que aquel que estaba delante de sus ojos era el Maestro hasta ese momento?. Es curioso que esta circunstancia es recurrente en los textos pascuales. María Magdalena lo confundió con un hortelano (Jn 20, 15), Tomás tuvo que meter los dedos en las llagas y las manos en el costado... No le bastó verlo. (Jn 20, 27)... ¿Qué nos quiere decir todo esto?.

Llegados a este punto, creo que es necesario considerar que todo lo que San Lucas nos está narrando en esta prodigiosa escena, no es otra cosa que una Eucaristía, una de las primeras Misas que se dieron en el mundo y en la Iglesia. Y que por lo tanto, el ámbito privilegiado para experimentar la presencia viva y real de Jesucristo en medio de nosotros, era y sigue siendo hoy, dos mil años después, cada Eucaristía.

No es posible reconocer a Cristo Resucitado fuera de la Eucaristía. No tiene sentido decir que se cree en Cristo, pero no se va a Misa. Es un oximoron (contradictio in terminis). Quien dice eso no ha entendido nada,... quizás porque nunca haya experimentado nada. No creo que los discípulos de Emaús pudieran, a partir de ese día, vivir tan tranquilos sin celebrar la Eucaristía...

Si somos capaces de ir a Misa con fe, nuestro corazón arderá, y nuestros ojos reconocerán al Señor. Por lo tanto, todos nosotros podemos ser protagonistas del relato de los discípulos de Emaús, porque podemos encontrarmos con Él, cada vez que vayamos a Misa y dejemos que arda nuestro corazón con su Palabra y se nos abran los ojos del alma con la fracción del Pan.

Pidámosle al Señor que nos abra esos ojos del alma, para ver donde otros no pueden, o no quieren ver. Y alegrémonos, como los discípulos de Emaús, de que Cristo está presente en nuestras vidas. Sólo basta decirle: "Quédate con nosotros Señor, que la tarde está cayendo". (Lc 24, 29)

Que Dios nos bendiga a todos, y haga posible que en breve, podamos revivir juntos en Misa el milagro acaecido hace casi dos mil años en la aldea de Emaús.

Mi oración confiada a Dios por todos y cada uno de vosotros.

Luis Salado de la Riva

miércoles, 22 de abril de 2020

María de Nazaret (María di Nazaret, Italia, 2012)

Esta Semana Santa pude ver la película María de Nazaret, una coproducción italiana-española-argentina dirigida por Giacomo Campiotti, cineasta italiano especializado en cine religioso, como las ya comentadas en este Blog Prefiero el Paraíso o Moscati el médico de los pobres

La película es más bien una teleserie de 205 minutos realizada para la televisión, emitida en España por Tele 5 que extrañamente es también una de las productoras del telefilm. Campiotti describió su visión de la Virgen María así: “No es una santa desde el primer momento, sino una joven llena de energía y de espíritu maternal que también sentirá inseguridad, miedo y dolor. Aunque la historia de la ficción está formada por hechos de sobra conocidos, profundizo en ellos para mostrar las emociones y la humanidad que destilan los personajes”. Aunque teológicamente sus palabras son discutibles -o directamente heréticas- su obra es muy interesante y consigue enganchar al espectador con una trama de sobra conocida pero con giros y situaciones muy bien engarzadas. 

La miniserie tiene dos partes diferenciadas, la primera abarca desde la infancia de María hasta la huida a Egipto y la segunda desde el comienzo de la vida pública de Jesucristo hasta su Resurrección. En cada parte hay tres protagonistas femeninos principales: María (Alissa Jung), María Magdalena (Paz Vega) y Herodías (Antonia Liskova) y uno masculino, en la primera San José (Lucas Marinelli) y en la segunda Jesucristo (Andreas Pietchmann).

Parte de su originalidad se basa en una invención que da sentido a toda la trama: María es amiga de la infancia de María Magdalena y esta a su vez es amiga de Herodías, lo que conforma un triángulo argumentalmente muy interesante y que produce situaciones que aunque inventadas son verosímiles y encajan a la perfección en los relatos evangélicos. Vamos a desgranar cada parte

Primera Parte:

María es una niña de una familia humilde de Nazaret, amiga de María Magdalena a cuya madre asesinan por adúltera lapidándola en un muro. María se va con su amiga Herodías al Palacio de Herodes en Jerusalén huyendo de esa vida y María continua su vida monótona y rutinaria. Se promete a un muchacho de su pueblo, el carpintero José y un día se produce la anunciación en la que el ángel le dice que será madre del mesías y que su prima Isabel también está embarazada. María, ante la incomprensión de su padre y su prometido acude a Ain-Karem (ciudad de Isabel) pasando por Jerusalén para saludar a María Magdalena. A su vuelta es rechazada por sus padres, José y el resto del pueblo hasta que José tiene un sueño que le revela los planes de Dios. Se casan y debido al censo tienen que ir a Belén a empadronarse. Al llegar María da a luz ante la visita de pastores y Magos. Herodías convence a su marido para que asesine a los recién nacidos y José, María y el niño huyen a Egipto hasta la muerte de Herodes, momento en el que vuelven a Israel

Segunda Parte:

Jesús es ya adulto y va a comenzar su vida pública. Herodías conspira junto a María Magdalena para encarcelar (y posteriormente con el baile de Salomé) asesinar a Juan el Bautista. A raíz de ello María Magdalena se arrepiente y se dedica a la prostitución. Jesús realiza su primer milagro (bodas de Caná) y en la sinagoga se presenta como el Mesías. Es rechazado por parte de su familia y paisanos. Realiza milagros y predicaciones hasta que un día van a lapidar a la Magdalena por adúltera y Él la perdona. José muere y María y la Magdalena se unen al grupo de los discípulos. Comienza todo el relato de la Semana Santa con la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, con ambas Marías de testigo de todo ello y un final agónico también para Herodías.

Sobre los aspectos teológicos y espirituales de la película no voy a ser yo, sino el Papa Benedicto XVI el que la comentó en su día y a él me remito:

«No es fácil trazar la figura de una madre, porque contiene una riqueza de vida difícilmente describible y esto es más arduo si se trata de María de Nazaret, una mujer que es madre de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. Hay tres paradigmas de vida en la película: Herodías permanece encerrada en sí misma, en su mundo, no logra levantar la mirada para leer el signo de Dios y no escapa del Mal. María Magdalena que tiene un proceso más complejo y vive la fascinación de una vida fácil, basada sobre las cosas y utiliza varios medios para alcanzar sus objetivos hasta el momento dramático en el que es juzgada y colocada en su camino y en él se encuentra con Jesús, le abre su corazón, le cambia la existencia. En el centro de esta historia está María de Nazaret. En ella está la riqueza de una vida que ha sido un «aquí estoy» a Dios. Es una Madre que tendría el deseo de mantener consigo el propio hijo pero que sabe que es de Dios. Tiene una fe y un amor tan grande que acepta que Él vaya a cumplir su misión. Es un repetir: el «heme a Dios» desde la Anunciación hasta la Cruz».

Aspectos negativos, también los hay. Yo he localizado dos muy evidentes, debidos ambos al bajo presupuesto del proyecto. Evidentemente hay muchos más. El primero de ellos es la música, de Guy Farley. Es preciosa, pero ya es la B.S.O. de otra película comentada aquí, Teresa de Calcuta, del año 2003. Es un autoplagio solo entendible desde el parámetro anteriormente expuesto. El otro es que entre la primera parte y la segunda pasan aproximadamente 30 años, pero los actores y actrices son los mismos, sin ni siquiera un esfuerzo de caracterización de envejecimiento. En otras empresas de esta envergadura como "Jesús de Nazaret" de Zefirelli este detalle se tuvo en cuenta y concede más autenticidad y credibilidad a la historia.

Hechas estas salvedades, merece la pena el visionado del telefilm, muy aprovechable espiritualmente. 


sábado, 18 de abril de 2020

Homilía 2º Domingo Pascua. Ciclo A

¿Qué es tener fe?...

He conocido a muchas personas, que consciente o inconscientemente, con su forma de pensar, vivir y relacionarse con Dios, responden a esta cuestión. Mi experiencia de observador y pastor, me hace poder dividir en cuatro grandes bloques, la forma de responder a esta pregunta. Voy a caricaturizar en exceso las tres primeras posturas, para que, con objeto de corregirlas, podamos vernos reflejados en algunos rasgos de esas actitudes erróneas, o al menos incompletas, frente a Dios. Así mismo, voy a fijarme en el Evangelio de hoy, Domingo Segundo del Tiempo de Pascua, (Jn 20,19-31), para poder confrontar nuestra fe con la autentica aptitud del creyente que nos propone este texto sagrado.

- Algunos piensan que tener fe es creer y saber muchas cosas - o incluso todas - sobre Dios. Si llevamos esto hasta el extremo, ser creyente puede convertirse en entender la fe como una ideología. Es frecuente ver personas que creen que ser cristianos consiste en convencer al otro de determinados dogmas, posturas, criterios,... Y cuidado, porque no siempre esa defensa a ultranza del credo es fruto del deseo de defender la Verdad de Dios, sino fruto del orgullo propio (llámalo soberbia) de defender los principios personales de cada cual. Toda defensa de la fe, por muy teológica, científica y "verdadera" que sea, si no está basada en la caridad, no es auténtica. Es cierto que Cristo se nos presenta como "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6), pero no es menos cierto, que ese mismo Cristo nos muestra un rostro misericordioso, conciliador, que es capaz incluso de presentar la otra mejilla. (Mt 5, 39).

- Otros piensan que tener fe es ajustarse a un modo de vida, al cumplimiento de unas normas, de unas costumbres, de unos mandamientos, ... Esta concepción de la fe como actitud moral, es la que hace que haya quienes piensen que tener fe es ser "buena gente". Ser creyente consiste en pretender revertir las injusticias de este mundo, a base de esfuerzo y actos de caridad, que busquen socorrer o promover al otro. Vamos a llevar también esta postura al extremo: Está muy bien que practiquemos la caridad, pero no podemos reducir el ser creyente a pertenecer a una ONG benéfica. La misión de la Iglesia es una: anunciar el Evangelio, y por lo tanto, la práctica de la caridad no tiene otro sentido que no sea anunciar a Jesucristo. Él es el único que tiene que llevarse la gloria. Cualquier búsqueda de recompensas humanas, por muy merecidas que éstas sean, no es adecuada en una vivencia auténtica de la fe. Así mismo, está fuera de lugar, la comprensión de la fe como una especie de "competición deportiva" para demostrarme a sí mismo, o a los demás, quién es el mejor, el más auténtico, o el más digno a los ojos de Dios. Ya sabemos como trataba Jesús a los fariseos tan piadosos y caritativos ellos...

- Vamos ahora a referirnos al tercer bloque. Si el primer bloque pertenece al ámbito de lo mental, y el segundo pertenece al ámbito de lo práctico, este tercer bloque lo encontramos reflejado, principalmente, en la religiosidad popular. Es vivir la fe como un arma de defensa supersticiosa frente a Dios, provocada por el miedo que se le tiene, por lo incontrolable de sus decisiones. Es creer que Dios es casi un sádico, al que hay que contentar para que no nos mande una ruina en forma de enfermedad, muerte o condenación... Para el que vive desde este parámetro, tener fe consiste en saberse algunos trucos, a veces casi mágicos, en forma de ritos o ratos religiosos, para que Dios, la Virgen del Carmen o San Cucufato, .. pueden intervenir en el devenir de la vida, para que todo me vaya bien. O le vaya bien a quien yo le pida que proteja por medio de estos conjuros o sortilegios. Ante esta actitud natural tan extendida, cabría recordar que creyente, no es aquel que pretende convencer a Dios de que cambie el transcurso de los acontecimientos, porque se ha despistado o se está equivocando, sino aquel que acepta y cumple la Voluntad de Dios. Por muy desconcertante o dolorosa que ésta pueda ser o parecer.

Por lo tanto, la fe, no puede ser una experiencia meramente intelectual, ni es solamente una forma de vivir o de comportarse, ni muchísimo menos, es una actitud supersticiosa ante Dios para "ganarle la partida" y decirle cómo tiene que hacer o deshacer las cosas.

La fe, atendiendo a esta bella pagina del Evangelio, es una disposición vital basada en dos pilares:

- El primero es la confianza en Dios. El creyente es aquel que pasa de vivir temeroso con las puertas cerradas, a vivir alegre reconociendo la presencia de Dios: "Señor mío y Dios mío". El hombre de fe es aquel que da un salto, a veces triple mortal, para pasar del miedo a la confianza. El creyente no es aquel que pone condiciones a Dios. Ni siquiera es aquel que le pregunta a Dios ¿por qué?; sino aquel que se pregunta a sí mismo, en nombre de Dios: ¿para qué?. El creyente es aquel que sabe que el problema puede que no se arregle, que la hostilidad de fuera seguirá siendo la misma... El creyente no sabe que le deparará el futuro... Quizás seguirán existiendo miles de motivos para vivir con miedo y con las puertas cerradas... Pero el creyente sabe que Dios está con él. "Aunque camine por cañadas oscuras, tu vas conmigo. Tu vara y tu cayado me sosiegan" (Sal 22).

- Y el segundo pilar sobre el que se sustenta la fe, es la certeza de que Dios es misericordioso. El creyente es aquel que cree en un Dios al que, después de la desbandada del Viernes Santo, no le repugna aparecerse de nuevo a esos mismos discípulos, y no a otros nuevos seguidores más dignos. Un Dios que se aparece a esos infieles discípulos, que no supieron estar a la altura, no para ajustar cuentas con ellos, sino para desearles la paz. Malgastamos mucho tiempo de nuestra vida, preguntándonos dónde está Dios. Insensatos de nosotros, quizás estamos llamados a experimentar, como los discípulos, que la presencia del Señor, y su poder, se manifiestan cotidianamente en su Amor y su Perdón. Un amor incondicional que, como a Santo Tomás, nunca se cansará de dar segundas oportunidades.

Una vez que tengamos claras estas dos realidades, nuestra inteligencia sabrá dar razones de nuestra esperanza, nuestra vida será un auténtico reflejo del amor de Dios, y nuestra relación con Dios, no estará basada en el miedo o la superstición, sino en la confianza y la paz que nos dan su Amor.

Feliz Pascua de Resurrección y un abrazo en el Señor a todos... A ti, que sé que vives con las puertas y las ventanas cerradas, por miedo a vete tú a saber qué,... te digo en nombre del Señor: "Paz a vosotros", " Paz contigo".

Que así sea.

Luis Salado de la Riva

miércoles, 15 de abril de 2020

Pablo, el Apóstol de Cristo (Paul, Apostle of Christ, EEUU, 2018)

Durante mi confinamiento de Semana Santa -debido al coronavirus- he visto esta película sobre la vida de San Pablo dirigida por Andrew Hyatt (Llena de gracia) y protagonizada por Jim Caviezel (San Lucas), James Faulkner (San Pablo) y Olivier Martínez (El prefecto Mauricio), un trío de actores que dan a la película un empaque a la altura de uno de los mayores santos de la historia. 

El film se encuadra dentro de los últimos remakes de temas religiosos que Hollywood está realizando de temas bíblicos, mezclando los propios textos evangélicos, algunos trozos de los relatos apócrifos y añadiendo algo de imaginación histórica, incidiendo especialmente en los aspectos psicológicos de los protagonistas. Todo ello aderezado -no podía se de otra forma- con efectos especiales y ambientaciones que hacen que las películas sean vistosas y agradables de visualizar, pero algo carentes de un mensaje religioso profundo como eran las de antaño. En la actualidad prima el entretenimiento sobre la evangelización, lo cual es comprensible en una industria cuyo objetivo a fin de cuentas es ganar dinero utilizando para ello si es preciso el mensaje religioso. Dicho esto, el film es una buena oportunidad para tener un mayor acercamiento y conocimiento de la figura de San Pablo (llamado el apóstol de los paganos), especialmente de cómo pudieron ser sus últimos días en la cárcel mamertina de Roma.

El argumento utiliza la técnica de flashback para presentar la vida de San Pablo desde que era Saulo de Tarso -el perseguidor de los cristianos- hasta el momento en el que muere mártir decapitado en la capital del Imperio Romano. En sus últimos días de vida encarga a San Lucas la redacción del libro de los Hechos de los Apóstoles y varias de sus Cartas, dejando un legado impresionante para las primeras comunidades cristianas. En la película no faltan alusiones a la fe, al Himno a la Caridad o frases literales sacadas de sus Cartas y muy bien hilvanadas dentro de la trama. Para añadir más tensión al tema, se añaden dos historias paralelas que consiguen enganchar más aún al espectador. Por un lado, la enfermedad mortal de la hija del prefecto Mauricio (con el milagro que se recoge en el N.T.) y por el otro la gestión de la primera comunidad cristiana realizada por Aquila y Priscila en medio de persecuciones y tormentos. Precisamente -bajo mi punto de vista- es uno de los elementos espirituales que más dan para la reflexión posterior, ya que la película refleja perfectamente el ambiente de angustia, miedo, fe y valentía de los primeros cristianos, muchos de los cuales se debatían entre el martirio o la venganza ante tanta atrocidad que ejercían los romanos. Las torturas y crueldades de los primeros siglos quedan bien reflejadas en la historia. Pero la postura de Pablo es la que termina imponiéndose: solo el amor es el camino. Este era el mensaje de Cristo, será el de Pablo y el que finalmente triunfará en las primeras comunidades cristianas, no sin dolor y drama por en medio. 

A nivel de licencias teológicas se sitúa la supuesta estrecha relación entre Pablo y Lucas, así como el oficio de éste como médico, datos todos ellos confusos y sin excesiva fiabilidad histórica. No obstante, la película puede tener también como objetivo ulterior el que el espectador se preocupe en profundizar en la vida de este coloso de la antigua cristiandad, especialmente a través de la lectura de sus Cartas y del propio libro de los Hechos. Por todo ello creo que es muy recomendable su visionado así como una profundización posterior acudiendo a las fuentes bíblicas. 

Dejo para la meditación algunas frases interesantes de la película, casi todas ellas con una base bíblica evidente:

Aquila: “Confiemos en Dios”
Aquila: “Que la paz vaya contigo, hermano”
Lucas: “Yo nunca me hubiera apartado de tu lado”
Lucas: “Ahora todo el mundo debe conocer tu historia”
Octavia: “Como dijo Pablo, todos tenemos que tomar nuestras propias decisiones.”
Lucas: “Ninguno de nosotros hemos caminado con Cristo”
Pablo: “El mal solo se puede vencer con el bien.”
Pablo: “Soy un hombre miserable, merezco la muerte”
Pablo: “Todos los hombres son esclavos de algo”
Pablo: “Donde el pecado abunda, sobreabunda la gracia”
Pablo: “Porque vivamos o muramos, pertenecemos al Señor”

Para terminar me gustaría destacar este diálogo, para mí muy lúcido, ya que es uno de los pilares de la predicación de Pablo y al mismo tiempo una gran verdad que a mí personalmente siempre me ha llamado la atención: Para arriesgar una vida, hay que estar muy seguro de lo que uno cree y por qué -o por quién- la arriesga. Verdaderamente no tiene desperdicio:

Mauricio: "Si fuera la única verdad, todos la creerían".
Lucas: "No es así. Cristo, que es la verdad, resucitó de entre los muertos, y muchos no creen".
M.: "Mentiras, fabricaciones..."
Pablo: "Si Cristo no hubiera resucitado de entre los muertos, entonces nuestra predicación sería vana, y también lo sería nuestra fe".
M.: "Oh, ¿no tienes ninguna duda?"
P.: "Los hombres no mueren por cosas de las que dudan".

sábado, 11 de abril de 2020

Homilía Vigilia Pascual

La liturgia de la noche de Pascua nos ofrece la posibilidad de escuchar nueve lecturas de la Palabra de Dios. A primera vista, tantas lecturas nos pueden parecer excesivas,... sin embargo os garantizo que ninguna de ellas están puestas ahí por casualidad ni para rellenar: Todas son expresión de la fe que como católicos profesamos. Esas nueve lecturas son el compendio de todo cuanto creemos, y a través de ellas se resume el recorrido de fe que el pueblo de Israel experimentó hasta llegar a cristalizar en lo que hoy somos: La Iglesia de Jesucristo. Este Pueblo de Dios que formamos, ha nacido de una triple experiencia de fe. La experiencia que viene reflejada en esas nueve lecturas: Dios existe, Dios es amor y Dios salva.

Este año, que tenemos más tiempo del habitual, os recomiendo que leáis despacio cada una de esas nueve lecturas.Y cuando terminéis de leer cada una, os preguntéis ¿Cómo o de qué manera expresa esta lectura que Dios existe, que Dios ama o que Dios salva?. Es un ejercicio precioso que no os defraudará. Os llenará de consuelo y de paz.

Pero si bien es cierto que esta es la triple certeza en la que se cimienta la fe de la Iglesia, no es menos cierto que creyente no es solo el que sabe muchas cosas sobre Dios, ya que como dice el apóstol Santiago en su Carta del Nuevo Testamento: "El demonio sabe que Dios existe y no hay nadie que conozca mas cosas sobre El... y sin embargo... esa certeza le hace temblar" (cf Sant 2, 19). Por lo que creyente es el que, además de saber cosas sobre Dios, ha experimentado en sus propias carnes que Dios existe, que Dios es bueno y me ama, y que Dios me ha salvado del pecado y de la muerte. El creyente es aquel que está seguro que, por muy mal que se pongan las cosas, no hay nada ni nadie que pueda con él ... porque "si Dios está conmigo, ¿quien podrá estar contra mi?" (Rm 8, 31). Ojalá todos los creyentes pudiésemos tener esa triple convicción, no solo basada en la mente, sino en la experiencia vital.

- En nuestro mundo hay muchos que piensan que Dios no existe, que es un invento del ser humano para que lo proteja de las contrariedades y sufrimientos de la vida: El pueblo de Israel y la Iglesia han experimentado y saben que Dios existe. Y lo han experimentado en momentos muy complicados, quizás no mejores que el que ahora vivimos.

- En nuestra sociedad, y a veces incluso, en nuestra propia Iglesia, hay quienes piensan que Dios existe, pero que es un justiciero, un ogro, al que mejor tenerlo lejos que cerca: El pueblo de Israel y la Iglesia, ya desde el Antiguo Testamento, pero sobre todo con la revelación de Jesucristo (que es la revelación plena de Dios) ha descubierto el rostro misericordioso de Dios: Un Dios que acoge, que perdona, que busca la oveja perdida... un Dios que, como veíamos ayer, ha derramado hasta la última gota de su sangre en la Cruz. Un Dios que es ternura y Misericordia infinita.

- Y lo más triste.. hay quienes piensan que Dios existe, que es bueno... pero que no es Salvador: El pueblo de Israel con la liberación de la esclavitud de Egipto y la Iglesia con la resurrección de Cristo, han experimentado que Dios no sólo existe y es misericordioso sino que también es Salvador. Ya lo advertía San Pablo: "Si Cristo no ha resucitado vana es nuestra fe. Seríamos los hombres mas necios del mundo". (I Cor 15. 19)... ¿Has experimentado en tu vida esa resurrección de Cristo?

Dedica estos cincuenta días de Pascua que hoy comenzamos a escribir, aunque sea mentalmente, en base a todo esto, tu propia Historia de Salvación. Revisa y reconoce acontecimientos, circunstancias, personas... en donde puedas reconocer la existencia, la misericordia y la salvación de Dios.

Te emocionará encontrar o recordar los prodigios y maravillas que Dios ha hecho contigo y que te haya dado fe para descubrirlos. De hecho, nueve lecturas te parecerán poco para describir tanto. Y no olvides en ese repaso histórico de tu vida, que el día en el que todo eso comenzó... fue el día de tu Bautismo.

Que Dios te bendiga y Feliz Pascua de Resurrección.

Luis Salado de la Riva

viernes, 10 de abril de 2020

Homilía Viernes Santo. Mirad el árbol de la cruz...

Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavado el Salvador del mundo

En esta jornada de Viernes Santo todos los años se proclama la Pasión según San Juan. Invito a todos, a que en este Viernes Santo tan atípico, dediquemos una hora a meditar y leer pausadamente este relato evangélico. (Jn 18 ,1 - 19, 42).

Nos vamos a fijar en un episodio que suele pasar desapercibido, pero que es crucial. En el momento de arrestar a Jesús, Simón Pedro sacó una espada e hirió al criado del sumo sacerdote. Esto podría haber supuesto un giro total a la Semana Santa tal y como la conocemos. En esa revuelta que comienza ahí, tal vez Jesús o algunos o de sus apóstoles habrían muerto acuchillados, o a golpes, ... Es decir, la muerte de Jesús habría sido distinta a la que tuvo, habría sido una muerte en el fragor de un campo de batalla, y quizás en esa batalla campal, la incipiente Iglesia hubiese desaparecido para siempre aquella misma noche junto con su Maestro y fundador...

Por eso, creo que esta escena es central en la Pasión del Señor, y siempre le he dado muchísima importancia a la insólita reacción de Jesús: "Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?".

En el fondo de esa reacción de San Pedro, se encuentra nuestra permanente pretensión de no querer aceptar la Cruz, de rebelarnos y, luchar contra ella con todas nuestras fuerzas, para librarnos de su peso bien sea "por lo civil o por lo criminal". Y es que nos llamamos cristianos, pero, sin embargo, seguimos sin aceptar la Cruz. Consideramos que la Cruz es sinónimo o de que Dios no existe, o de que no es bueno o de que es impotente. Y así, de hecho, nuestra oración suele consistir en pedirle a Dios que nos quite la Cruz, para que así, nos demuestre su existencia, su bondad o su poder. No hay una oración más anticristiana que esa: Pedirle al Señor que nos quite la Cruz. El Señor nunca nos prometió que nos iba a quitar la Cruz. Lo único que nos prometió el Señor es que iba a darnos la fuerza necesaria para cargarla, y que el peso de ésta (... porque la cruz pesa) no nos iba a vencer: "el que quiera ser mi discípulo, que se niegue así mismo, que cargue con su Cruz y me siga". (Mt 16, 24).

Hoy, Viernes Santo, Jesucristo nos enseña que aceptar la Cruz, no es una propuesta de cara a la galería. Con su Pasión y Muerte, el Hijo de Dios nos muestra en primera persona, que la aceptación de la Cruz es una actitud vital que debe distinguir al auténtico creyente del que no lo es. Una actitud que nos debe hacer vivir con un talante distinto al que nos ofrece esta sociedad del bienestar. O como diría el cura Carlos... "del malestar en el bienestar". Cristo nos enseña que la Cruz no es el acabose. Hay vida más allá de la Cruz, y los cristianos, como discípulos suyos que somos, no estamos llamados a rehuir la Cruz, sino a aceptarla y cargarla valientemente.

Cristo no era masoquista, nosotros tampoco. Aceptamos la Cruz porque es camino de Salvación. La Cruz en sí misma, no tiene sentido, pero cuando viene de Dios es ocasión de poder encontrarnos con la Misericordia y la Salvación de Dios.

Por todo ello, me permito terminar con una oración que, a mi me ha venido muy bien en muchos momentos de mi vida, y que resume perfectamente esta experiencia de fe:

PEDÍ A DIOS

Pedí a Dios fuerza para grandes logros: 
Me hizo débil para que aprendiera humildemente a obedecer.
Pedí a Dios riquezas para poder ser feliz: 
Me dió pobreza para poder ser sabio.
Pedí a Dios poder para obtener alabanzas de los hombres: 
Me dio debilidad para sentir la necesidad de Dios.
Pedí a Dios de todo para disfrutar de la vida: 
Me concedió la vida para poder disfrutar de todo lo que Él me ha dado.
No recibí nada de lo que pedí, 
pero me fue otorgado todo lo que necesité y me fueron concedidas todas las peticiones que no hice.
Y soy entre todos, una persona afortunada.


Luis Salado de la Riva

jueves, 9 de abril de 2020

Homilía Jueves Santo. El Testamento de Jesús

"Las zorras tienen madrigueras y los pajaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene siquiera donde reclinar la cabeza" (Mt 8, 20)

Pues sí, aunque nos pueda parecer un poco exagerada esta afirmación de Jesús, en el Evangelio se constata que el patrimonio material del Hijo de Dios era nulo. Absolutamente nulo. No tenía ni casa, ni joyas, ni ahorros, ni siquiera tenía un animal como medio de transporte (el Domingo de Ramos, pidió prestado un borriquillo para montarlo). Como solemos decir nosotros, estaba en el mundo a la cuarta pregunta, "con una mano delante y otra detrás".

Pero a pesar de esa pobreza material, Cristo dejó una importantísima herencia para los suyos. Sin ningún género de dudas, la herencia más rica que nadie nunca haya podido ofrecer a sus sucesores. Un Jueves como este, el primer Jueves Santo, y ante la inminencia de su muerte, el Señor hizo testamento. Pero como no tenía nada suyo para sus herederos, se dio Él mismo. Ese es el testamento de Jesús, dar su propia persona. No dio nada ajeno a Él, sino que se nos dio por completo, sin trampa ni cartón.

En esta tarde de Jueves Santo, y como privilegiado heredero de Jesucristo que eres, te invito a que medites y agradezcas los tres regalos tan bonitos que Cristo te dio con ocasión de su muerte.

- El primer regalo que Jesús nos dejó es el sacramento de la Eucaristía. A través de ella, tenemos garantizada su presencia real en medio de nosotros. Con la Eucaristía se hace efectiva la promesa que Él mismo formuló en Mateo 28, 20 "Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos".

- El segundo regalo que Jesús nos entregó es su Amor. Seria espantoso que Cristo se hubiese quedado con nosotros en la Eucaristía, pero como un juez implacable que nos amedrentara y castigara. El lavatorio de pies, que Jesús realiza a sus discípulos en la Primera Eucaristía de la Historia, es el compromiso de que no sólo estará realmente presente en el sacramento eucarístico, sino que además, lo estará, siendo amor incondicional para todos y cada uno de los hombres. Como aquella canción que me enseñó el primer compañero sacerdote y maestro con quien tuve la suerte de trabajar en mi primera Parroquia en Sanlúcar de Barrameda, D. Luis Núñez, "Donde hay caridad y amor, allí está el Señor".

- Y el tercer regalo con que Jesús completa este testamento prodigioso, no es otro que la institución del sacramento del Orden. Un don inmerecido para quienes lo ostentamos, pero imprescindible, no sólo para la Iglesia, sino para toda la humanidad, que a través de los sacerdotes puede seguir hoy experimentando la permanente Presencia y Misericordia de Dios. Cada sacerdote es el testimonio de que Cristo sigue siendo fiel con nosotros. Allí donde hay un sacerdote, hay otro Cristo.

Hoy Jueves Santo, cuando escribo estas líneas, tengo presente a esos casi 100 sacerdotes que han muerto víctima del coronavirus en Italia. Sacerdotes que como Cristo, no tuvieron miedo a ponerse a lavar los pies de aquellos que les necesitaban, aunque ese lavatorio les haya costado la vida. Descansen en paz, ellos y cuantos están perdiendo la vida en estos aciagos días.

Jueves Santo. Día para dar gracias a Dios, por lo que hemos recibido en herencia de Cristo. Cada uno de nosotros somos herederos de este testamento de Cristo. El testamento más suculento de la Historia, ya que en cada Eucaristía, en cada acto de amor y en cada sacerdote, Cristo mismo se sigue haciendo presente, actualizando ese "y sabed que yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos".

Luis Salado de la Riva

martes, 7 de abril de 2020

María Magdalena (Mary Magdalene, UK, 2018)

Inmerso en la Semana Santa he visto esta película que narra las últimas semanas de la vida de Cristo desde la perspectiva de María Magdalena. Dirigida por Garth Davis, el film se me antoja una consecuencia lógica de las revisiones feministas que se están realizando en nuestra sociedad contemporánea. Ni la Biblia ni la vida de Cristo se libran de ello, y la película propone nuevas teorías sobre la importancia de las discípulas (especialmente de María Magdalena) en el seguimiento de Cristo. En ese sentido no se le puede reprochar mucho a su intención, ya que presenta alguna buena intuición (imposible de demostrar, eso sí), como que la única discípula aventajada que comprendió el mensaje de Cristo fue la de Magdala y que mientras todos los demás discípulos creían que Cristo iba a implantar un Reino terreno ella fue la única que comprendió que el Reino de Dios es algo interior y que crece en la medida en la que nos abrimos al mensaje de conversión de Cristo y cambiamos nuestras vidas. Interpretativamente tanto Rooney Mara como Joaquin Phoenix dan credibilidad a María Magdalena y a Jesucristo respectivamente con una trama algo lenta para mi gusto y que se podría haber resuelto con un metraje bastante menor. La primera parte en la que se narra la vida cotidiana de la Santa es bastante tediosa, si bien es cierto que puede ser necesaria para la comprensión de su figura. No obstante, toda esa parte es por supuesto inventada y no hay ni rastro de ella ni en la Biblia ni en los Evangelios apócrifos, por lo que insisto que se podía haber acortado algo. La visión de San Pedro como un apóstol de raza africana desconcierta bastante, si bien aunque poco fiable históricamente no es herético. Es de agradecer también que la película no sobrepase los límites de una historia amorosa entre Cristo y María, algo que se ha sostenido en ciertos círculos anticristianos pero que el film lo limita a una especie de amor platónico, alejándose de la polémica fácil y escabrosa. Que conste que el comienzo si es bastante bíblico, poniendo en boca de María Magdalena estas palabras que no se alejan en exceso del relato bíblico: "Y ella le preguntó: "¿Cómo será el reino?" Y él dijo: Es semejante a una semilla, un solo grano de mostaza, que tomó una mujer y sembró en su huerto, y creció y creció, y las aves del cielo hicieron nidos en sus ramas."

Teológicamente la película sí presenta bastantes patinazos, al menos respecto a la Biblia en la que dice estar basada. Más allá de las polémicas frases finales que lanza en las últimas palabras escritas, durante toda la película presenta acciones de Jesucristo cuanto menos discutibles, como el hecho de que Jesús bautizara al estilo de Juan Bautista o que la oración del Padrenuestro fuera del Bautista tal y como se afirma en el film. Tampoco parece probable el excesivo protagonismo que se le da a María Magdalena en el grupo de los discípulos lo cual es altamente improbable en una sociedad tan patriarcal como la judía del siglo I. De nuevo es elogiable presentar a Cristo como un Maestro que rompe esquemas y revoluciona esa mentalidad, aunque creo que las posturas están algo exageradas. Sí me gustó la manera en la que se tratan los milagros y las curaciones, con una especie de fuerza que sale de Cristo y que lo deja agotado. Algo muy de superhéroe, pero que funciona bien visualmente hablando. Respecto a la revisión histórica feminista... pues eso, todo fantasioso y políticamente correcto. Para muestra un botón:

Jesús: "¿Qué enseñaré?"
María Magdalena: "¿Somos tan diferentes de los hombres que debes enseñarnos cosas diferentes? Somos mujeres. Nuestras vidas no son nuestras"
Jesús: "Tu espíritu es tuyo. Y sólo tú respondes por él. Y tu espíritu es precioso para Dios. Tan precioso como el de tu marido... o el de tu padre."

Acerca de la figura en sí de María de Magdalena el material que tenemos en la Biblia es poco y confuso. Únicamente tenemos 4 datos de ella en los Evangelios, y ni siquiera concuerda el testimonio de los 4 Evangelistas:

1. Según Marcos y Lucas Jesús expulsó de ella 7 demonios.
2. Según el Evangelio de Lucas formaba parte del grupo de mujeres que servían a Jesús y al grupo de los discípulos. 
3. Según tres de los cuatro evangelios (todos excepto Lucas) estuvo al pie de la cruz con el grupo de mujeres que lo acompañaban siempre. 
4. Según tres de los cuatro Evangelios (todos excepto Marcos) es la primera a quien se le aparece Jesús resucitado. 

Otros datos sobre ella son más dudosos y han dado lugar a tradiciones que de una u otra manera están en el imaginario religioso popular. Algunos la identifican con la mujer adúltera que Jesús salva de la lapidación (como el Papa Gregorio I), otros con la mujer que enjuga sus pies con sus lágrimas antes de la cena (la película lo refleja) e incluso otros con María de Betania, la hermana de Lázaro y Marta. Sea como fuere el film intenta hacer una mezcla de todos estos datos, dando una versión bastante convincente aunque probablemente muy alejada de la realidad. María es presentada casi como una teóloga, lo cual es bastante improbable para su época. Ni de lejos me la imagino diciendo estas palabras que parecen sacadas de un manual progre de Teología: "El Reino no se puede construir mediante el conflicto. No por oposición, no por destrucción. Crece con nosotros, con cada acto de amor y cuidado, con nuestro perdón. Tenemos el poder de levantar al pueblo, tal como Él lo hizo, y entonces seremos libres, tal como Él lo es."

No obstante, algunas frases merecen la pena ser rescatadas del guion, aunque sea ficticio. Este diálogo entre Jesús y la Magdalena, por ejemplo:

Jesús: "¿Qué es lo que temes en ti misma?"
María Magdalena: "Mis pensamientos. Mis anhelos, mi infelicidad".

O este otro, en el que María es proclamada testigo privilegiada de Cristo casi a la altura de San Pedro. Pura fantasía, pero hermoso...:

Jesús: "Abre tus ojos a la luz. Ha comenzado. No lo detengas ahora. No dejes que lo detengan"
María Magdalena: "Estaré contigo. No me iré"
Jesús: "María. Eres mi testigo"

En definitiva, una película aprovechable, siempre que se tengan los conocimientos bíblicos necesarios para saber dónde termina la realidad y dónde comienza la ficción, un límite que intencionadamente está bastante desdibujado, lo que puede producir bastante confusión en el espectador que no tenga esa formación suficiente. Técnica y artísticamente, irreprochable. 

Cine en Semana Santa

La Semana Santa puede ser un buen momento para ver Cine religioso, más concretamente Cine Bíblico. El confinamiento que estamos obligados a realizar convierten esta año en una buena oportunidad para ello, así que en estos días he realizado una lista de películas basadas en los relatos bíblicos. En rojo aparecen los links de las películas que ya he comentado en el Blog, espero que la lista aumente estos días....





A.T.

Sansón y Dalila (1949) de Cecil B. de Mille
Los Diez Mandamientos (1956) de Cecil B. de Mille
David y Goliat (1960), de Richard Pottier
Esther y el rey (1960), de Raoul Walsh
La historia de Ruth (1960) de Henry Koster
Sodoma y Gomorra (1962), de Robert Aldridge
Jacob y Esaú (1963) de Mario Landi
Jacob, el hombre que lucho con Dios (1963), de Marcello Baldi
Saúl y David (1964), de Marcello Baldi
La Biblia (1966), de John Huston
El Príncipe de Egipto (1988), de Simon Wells
Genesis (1994) de Ermano Olmi
Jacob, el padre de Israel (1994) de Peter Hall
Salomón y la reina de Saba (1995), de Robert Young
José (1996), de Robert Young
Jeremías (1998) de Harry Winer
José, Rey de los sueños (2000), de Rob LaDuca
Una noche con el rey (2006), de Michael O. Sajbel
El libro de Esther (2013), de David A.R. White
Exodus: Dioses y reyes (2014), de Ridley Scott
Noé (2014), de Darren Aronofski
Sansón (2018), de Bruce Macdonald

N.T.

Quo Vadis (1951) de Mervyn LeRoy
El mártir del Calvario (1952), de Miguel Morayta
La Túnica Sagrada (1953) de Henry Koster
Demetrius y los Gladiadores (1954) de Delmer Daves
El canto del gallo (1955), de Rafael Gil
Un hombre tiene que morir (1957), de José Breen
El rey cruel (1957), de Viktor Tourjansky
La espada y la cruz (1958), de Carlo Ludovico Bragaglia
El poder de la resurrección (1958), de Harold D. Schuster
Ben Hur (1959) de William Wyler
Barrabás (1961), de Richard Fleischer
Rey de reyes (1961) de George Stevens
El Evangelio según San Mateo (1964), de Pier Paolo Pasolini
La historia más grande jamás contada (1965), de Nicholas Ray
La Biblia...En su principio (1966), de John Huston
Jesucristo Superstar (1973) de Norman Jewison.
El Mesías (1975), de Roberto Rosellini
Jesús de Nazareth (1977), de Franco Zeffirelli
Yo te saludo María (1985), de Jean-Luc Godard
Una historia que comenzó hace 2.000 años (1986), de Damiano Damiani
La última tentación de Cristo (1988), en Martin Scorsese
Jesús de Montreal (1989), de Denis Arcand
María, madre de Jesús (1999), de Kevin Connor
El hombre que hacía Milagros (2000) de Stanislaf Sokolov y Derek Hayes
Apocalipsis (2002) de Raffaele Mertes
María, madre del Hijo de Dios (2003), de Moacyr Góes
La Pasión de Cristo (2004), de Mel Gibson
Pedro (2005) de Giulio Base
En busca de la tumba de Cristo (2006), de Giulio Base
Natividad (2006), de Catherine Hardwicke
Pablo de Tarso. El último viaje (2010), de Pablo Moreno
María de Nazaret (2012), de Giacomo Campiotti
Hijo de Dios (2014), de Christopher Spencer
La espina de Dios (2015), de Óscar Parra de Carrizosa
El Hijo de Dios (2015), de Mariano Fernández
Llena de gracia (2015), de Andrew Hyatt
Últimos días en el desierto (2015), de Rodrigo García
Resucitado (2016), de Kevin Reynolds
María Magdalena (2018) de Garth Davis
Pablo, Apóstol de Cristo (2018), de Andrew Hyatt

sábado, 4 de abril de 2020

Homilía Domingo de Ramos

¿Quién nos iba a decir el Miércoles de Ceniza (26 de Febrero) que este año íbamos a vivir una Cuaresma con tantas privaciones y que en Semana Santa nadie iba a poder salir de casa?

En esta Cuaresma, el desierto ha sido nuestro propio domicilio, y ahí, hemos tenido que curtirnos en el ayuno (de tantas cosas que considerábamos vitales en nuestra vida), en la limosna (intentando dar lo mejor de nosotros mismos, para que en este imprevisto confinamiento, "la sangre no llegue al río" en nuestros hogares) y en la oración (por todos nuestros seres queridos, por los enfermos y fallecidos a causa de este coronavirus y por todos aquellos que incansablemente nos cuidan y protegen).

La situación que estamos viviendo nos ha tenido que servir de lección, para aprender dos cosas fundamentales:

- La primera, que aunque nos creamos dioses, no somos dueños de nuestra vida y nuestro destino: ¡Que verdad es lo que siempre decimos, pero en el fondo nunca terminamos de creer, "el hombre propone, pero Dios dispone"! El ser humano que va ganando en sensatez es aquel que deja de proponer tanto, porque descubre que no es capaz de asegurar donde estará mañana, ni siquiera asegurar si estará o no estará. El ser humano que se sitúa lúcidamente ante la vida, es aquel que aprende a vivir como Jesús nos enseña en el Evangelio: "No estéis angustiados por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio agobio. A cada día le basta su propio afán" (Mt 6, 34).

- La segunda, que en medio de la prueba y el dolor, tenemos la ocasión de abrir los ojos del alma y experimentar que Dios está cerca. Que aunque ninguno de nosotros es absolutamente nada, y nuestra vida puede derrumbarse como un castillo de naipes en cualquier momento, hay Alguien que nos sostiene. Este paréntesis en nuestra vida es una oportunidad única para descubrir que lo que realmente merece la pena es aprender a vivir estando confiados en Dios, reconociendo nuestra absoluta fragilidad y vulnerabilidad: "Estad preparados, porque el día que menos penséis vendrá el Hijo del hombre" (Mt 24, 44). Esta afirmación del Señor no es una amenaza para vivir acongojados, sino una invitación a descubrir que por muy duras que se pongan las cosas, si tenemos fe, experimentaremos cómo su presencia y bendición nunca nos dejan solos.

Estas dos ideas son, precisamente, las que vamos a recordar y celebrar en esta Semana Santa que hoy comenzamos.

- Hace casi 2000 años, Jesús, el Señor, el Hijo de Dios, experimentó que ni siquiera Él era dueño de su destino. Con la certeza de que en Jerusalén iba a encontrar hostilidad y rechazo, fue capaz de entender que el Padre, dueño de su destino y de su vida, requería su entrega y decisión. Así que teniendo planes más tranquilos y plácidos para su vida, Él mismo, "se metió en la boca del lobo". No entendía por qué el Padre le pedía eso, "Padre, aparta de mí este caliz" (Mt 26, 39b), sintió incluso el abandono de Dios, "Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?" (Mt 27, 46) ... pero a pesar de todo, se mantuvo en su sitio con coraje y determinación: "No se haga mi voluntad, sino la tuya" (Mt 26, 39c).

La Semana Santa en este contexto de la pandemia del coronavirus es una oportunidad de oro para trasladar esta actitud de Jesús a nuestra vida: Estamos acostumbrados a desconfiar de Dios, porque en el fondo nos creemos más listos e incluso más "buenos" que Él. A veces nuestra oración consiste en hacerle caer en la cuenta, por medio de agónicos padresnuestros que "Él no para de equivocarse y que si yo fuera Él, si que haría bien las cosas". Semana Santa es tiempo de salir de esa tentación y descubrir, como Cristo, que sólo la Voluntad del Padre, aunque pase por la Cruz, salva: Sólo Dios salva.

- Y Semana Santa es tiempo, no sólo de fijar nuestra mirada en el Hijo para imitar su ejemplo, sino que es tiempo también de poner nuestra confianza en el Padre, que nunca nos abandona, y que lo mismo que resucitó a Jesús al tercer día, también nos dará a nosotros la victoria sobre nuestros pecados, enfermedades, miedos y tristezas. Semana Santa es creer a pies juntillas como San Pablo. "Que nada nos separará del amor de Dios. Ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni el peligro, ni la espada... ni el coronavirus, ni el cáncer, ni el paro, ni la muerte de un ser querido... todo eso lo vencemos gracias a Aquel que nos ama." (Cf Rom 8, 35 - 37).

Ánimo a todos y dispongámonos a entrar de la mano del Señor en esa Jerusalén que Dios nos pone por delante, para vivir intensamente los misterios fundamentales de nuestra fe: La Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Que Dios os bendiga a todos

Luis Salado de la Riva

miércoles, 1 de abril de 2020

Si Dios quiere (Se Dio vuole, Italia, 2015)

Si Dios quiere es una tragicomedia italiana dirigida por Edouardo Maria Falcone. Digo "tragicomedia" porque el 95% del contenido es cómico, pero tanto el tema que aborda como el desenlace final son lo suficientemente serios como para etiquetarlos como "tragedia". 

El argumento gira en torno a Tommaso, un afamado médico cirujano cardiovascular bastante huraño, ateo y borde al que en apariencia toda la vida le va bien: éxito y reconocimiento laboral, una posición social acomodada y una familia que en apariencia es feliz. Pero un día su hijo mayor que estudia medicina da una noticia que convulsiona toda la situación: ha decidido hacerse sacerdote y entrar en un seminario. Comienza entonces un proceso espiritual de todos los miembros de la familia, cada uno tomando un camino diverso....

La película está plagada de estereotipos muy interesantes y de frases profundas. Para analizarlas voy simplemente a sugerir algunos temas que el film aborda y exponer algunas frases representativas. La película es de visionado obligatorio y seguro que se pueden añadir más frases, comentarios y temas que se me habrán escapado...

La fe / La conversión: La fe en Dios es un tema transversal a toda la película. Cuando Pietro está predicando a los jóvenes dice: “Probad su Palabra y os daréis cuenta que ya no os faltará nada”. Luego, cuando habla a solas con Tommaso le hace la pregunta que todo espectador debe responder en privado: ¿Crees en Dios?. Al principio Tommaso llama a Dios "El amigo imaginario", pero poco a poco va mostrando con sus acciones (ya no con sus palabras) que comienza a creer en Dios y darle una nueva orientación a su existencia

La familia: La familia de Tommaso vive de las apariencias. Todo ha encontrado un equilibrio artificial en el que se tapan las miserias a costa de la infelicidad de todos sus miembros. La noticia de Andrea destapa la caja de Pandora y las relaciones se vuelven auténticas, afloran los reproches, emergen las frustraciones... Valga como ejemplo esta frase de Bianca a su padre: “Tú no has dejado de juzgarme desde que era pequeña”. A esta etapa de crisis le sigue otra en el que los vínculos salen fortalecidos y las relaciones se tornan en auténticas, aceptando al otro tal como es y no como a uno le gustaría que fuera. 

El sacerdocio: El padre Pietro pasa de ser un desconocido para Tommaso a ser el coprotagonista del film. La figura del sacerdote la anuncia Andrea de esta manera: "Tienes razón, lo importante es amar. De hecho la mía es una elección de amor. Desde hace tiempo me parecía siempre que me faltaba algo y me preguntaba ¿qué me falla? ¿Por qué estoy tan mal? Y entonces encontré a una persona que le ha dado sentido a todo y esa persona se llama Jesús. He decidido ir al seminario y hacerme sacerdote.". Desde ese momento Tommaso comienza a investigar porqué una persona ha cambiado tanto la vida de su hijo y descubre que sus prejuicios sobre la Iglesia eran erróneos y que la labor de un sacerdote va más allá de lo que uno cree que hace. Ayuda a todos sin distinción y da su vida literalmente por la salvación de los demás.

El amor. Tommaso lo dice claramente, aún cuando no se ha producido su conversión: “Lo importante es amar”. Con fe o sin ella una cosa está clara: la vida no tiene sentido sino se basa en el amor. 

La amistad. La relación entre Tommaso y Pietro pasa del odio inicial que Tommaso siente a un amor de amistad que se demuestra no con palabras, sino con obras. Tras la tragedia de Pietro, Tommaso acude a la Iglesia a terminar su labor (como el sacerdote hacía con su madre) y a rezar al lugar favorito de el sacerdote. 

La oración:  Frente a la incredulidad en la oración inicial de Tommaso expuesta con las palabras  “Mientras tu finges salvar personas con rezos y bendiciones yo las salvo de verdad” se sitúa la petición del padre Pietro que se cumple al final de la película: “Reza, hazme caso, nunca hay que cansarse de rezar”. La aparente contradicción fe-ciencia encuentra su equilibrio al final de la película. Llega un momento de la vida en la que la ciencia no encuentra ni puede dar respuestas a los problemas fundamentales del ser humano y ahí entran la fe y la oración.

El sentido de la vida.  Todos los protagonistas realizan un planteamiento existencialista durante la película. Unos encuentran la respuesta en el sacerdocio (Pietro y Andrea), otros en la bebida y la lucha social (Carla), otros en el éxito laboral (Tommaso), otros pasan de la frivolidad a la búsqueda de respuestas en las distintas religiones (Bianca)... La película está salpicada de frases profundas que hablan de ello: “Creo que es terrible vivir sin un objetivo” (Andrea) “Parece que lo que hago, lo que digo, no le interesa a nadie” (Carla“Creemos estar despiertos porque comemos, trabajamos, llenamos la vida de cosas inútiles. Pero en realidad nosotros también dormimos siempre. Y no nos damos cuenta.” (Pietro).

El testimonio de vida. Las palabras mueven, los ejemplos arrastran. A pesar de lo bonito de las predicaciones públicas y privadas del Padre Pietro, no son sus palabras lo que consiguen la conversión de Tommaso, sino el ejemplo de su vida y la coherencia entre lo que cree y lo que vive. Bajo mi humilde punto de vista esta debería ser una de las grandes lecciones que nos da el film.

La muerte: El padre Pietro se lo dice a Tommaso en una de sus conversaciones: “Recuerda que la muerte llega cuando menos te lo esperas, como un ladrón en la noche”. El final de la película también nos hace pensar intensamente en la muerte, como veremos en el último punto. 

La providencia divina. Tras la primera operación exitosa del cirujano Tommaso, la familia del paciente le dice que ha hecho un milagro. En su fase atea él responde: “Los milagros no existen, soy yo el que lo he hecho bien.”. El médico que va a operar al Padre Pietro en la escena final del film dice: "Te seré sincero, aquí hace falta un milagro" y la respuesta de Tommaso ahora es distinta: terminar la obra del Padre Pietro y rezar en su lugar favorito. 

Final de la película. A mitad de la película Pietro lleva a Tommaso a su lugar favorito para rezar. Allí le muestra un peral y le dice: ¿Ves esa pera?, ¿Crees que caerá por la ley de la gravedad? ¿Por que crees que caerá? Tomasso dice sarcásticamente: ¿Porqué Dios quiere? y Pietro responde: "Ya lo vas entendiendo". El final de la película es un final abierto, en el que el espectador debe terminarla pues no queda claro qué es lo que pasará finalmente con los personajes principales. Mi interpretación es que la última escena da sentido al título de la misma: "Si Dios quiere". La pera a la que se refería Pietro en la conversación anterior cae, y Tommaso recuerda las palabras de su amigo. Entonces se ilumina y lo comprende todo. Todo pasa "porque Dios quiere", y su amigo vivirá o morirá "Si Dios quiere". Ello lo reconforta. El teléfono ha sonado pero no sabremos si las noticias son buenas o malas. No importa, "la voluntad de Dios" es la que Pietro predicaba y vivía y la única que se debe cumplir. Tommaso lo ha entendido ya.