sábado, 30 de mayo de 2020

Homilía Pentecostés Ciclo A

A veces creemos que el Espíritu Santo es como la inspiración en los artistas. Que llega de buenas a primeras cuando menos se la espera. Según esa concepción, para experimentar la venida de la tercera persona de la Santísima Trinidad, no podemos hacer mucho, sólo armarnos de paciencia y "sentarnos a esperar que tenga a bien venir cuando a Él le parezca oportuno".

Aunque es verdad que el Espíritu Santo es un don, no es menos cierto que la pregunta que hoy tendríamos que hacernos, no es cuándo le parecerá oportuno venir al Paráclito  , sino si a mí, aquí y ahora,... sinceramente, me parece realmente oportuno que el Espíritu Santo venga a mi vida. Porque a lo peor... mira tú por dónde... me coge ahora en un momento "inoportuno", para recibir al "dulce huésped del alma", y en el fondo, lo más cómodo sería "echarle la culpa" a Él de que no quiera venir.

Lo cierto es que si analizamos la Primera Lectura y el Evangelio de este Domingo, concluiremos que el Espíritu Santo no llega fruto del azar o del capricho, sino que los apóstoles pusieron todos los medios que tenían en sus manos para que ese momento aconteciese.

La llegada del Espíritu Santo, en Pentecostés, y también hoy, no es casualidad, sino causalidad. Y esas causas eran tres condicionantes que la primitiva Iglesia vivía intensamente, pero que, a lo peor, nosotros no estamos prestándole excesiva atención.

- El primer condicionante es la comunión. "Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar". Los Apóstoles estaban reunidos y unidos. Ya en la oración sacerdotal que Jesús realiza en la Última Cena, el Señor le pide al Padre: "Que todos sean uno, como Tú y yo somos uno, para que el mundo crea". (Jn 17, 21). El Señor no dice que todos recen mucho, sepan mucho de teología o sean muy buenas personas...  para que el mundo crea. Sino "que todos sean uno para que el mundo crea".

Luego la comunión no es algo optativo en la vida del creyente, sino una condición imprescindible para que el Espíritu Santo inunde la Iglesia y así, el testimonio de quien lo ha recibido, sea veraz. Reitero: La comunión es una condición imprescindible. Por ello, en esta fiesta de Pentecostés en la que a los apóstoles les pilló, y no por casualidad, reunidos,... es importante que meditemos cuál es nuestra vivencia de comunión en la Iglesia, e interioricemos que la Evangelización no es cosa de francotiradores, por lo que, a la hora de dar un testimonio, es más importante una comunión real, que una "eficacia" hipotética.

- "Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos". Los Apóstoles, con María y otros discípulos, no se reunían para planificar una pastoral de evangelización, ni para organizar una convivencia de fin de semana, sino para orar juntos. Este es el segundo condicionante que hace posible la venida del Espíritu Santo: El Espíritu Santo viene y vendrá a aquellos que como Jesús dice en el Evangelio: "Piden, buscan y llaman. Porque... ¿cómo no dará el Padre celestial el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan?" (Cf Lc 7, 9.13).

Pero si no pedimos... si no rezamos... si no tenemos una apertura a la trascendencia... si pensamos que hay cosas más importantes y urgentes que hacer que ponerse "a perder el tiempo" rezando... ¿Qué Espíritu Santo esperamos recibir?.

- "Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos". En esta aparente contradicción se encuentra la tercera causa que posibilita Pentecostés: El verse necesitado de Dios. El sentirse desvalido y necesitado de que Dios desatranque las puertas y ventanas cerradas... el haber tocado fondo y sentir que así no se puede seguir.

En una cultura tan antropocéntrica como la nuestra, donde el hombre en su soberbia ha terminado endiosándose y creyéndose autosuficiente... ¿Quién va a pararse a implorar a un Dios y para qué?. Es decir, la tercera condición para recibir el don del Espíritu Santo es vivir con humildad frente a Dios, reconociendo que se está necesitado de su Misericordia y su Poder. La humildad, ya lo decía San Ignacio de Loyola, es la puerta de entrada de todas las virtudes. Por supuesto que la humildad es el acceso a la fe, pero también, como no, es la puerta de entrada del Espíritu Santo. Reitero: Sin humildad, ni hay fe, ni hay Espíritu Santo.

Por lo tanto, tres causas hicieron posible Pentecostés, y esas mismas tres causas siguen posibilitando un nuevo Pentecostés allí donde la Iglesia unida, orante y humilde siga implorando su ayuda:

"Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus Siete Dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno".

A modo de conclusión, Pentecostés es ocasión propicia, no solo para poner las condiciones adecuadas para que llegue el Espíritu Santo, sino que es también momento para revisar qué hemos hecho con el don del Espíritu Santo, que recibimos el día de nuestro Bautismo.

El Espíritu Santo lanza a los apóstoles al mundo para en medio de la hostilidad o indiferencia ser testigos del Evangelio. También a nosotros nos ha desplegado en ese mismo tablero. Un tablero hostil e indiferente. Pero no olvidemos nunca, que el Espíritu Santo nos envía ahí, con dos misiones muy concretas:

1. "Anunciar el Evangelio con nuevo ardor, nuevos métodos y nuevos lenguajes". (cfr. Juan Pablo II, Puerto Príncipe, 9 - 3 - 1983).

Para que suceda el milagro narrado en el libro de los Hechos de los Apóstoles, que "cada uno los oía hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua". El evangelizador ha de dejarse llenar de la eterna novedad del Espíritu Santo. El que para muchas personas el lenguaje del Evangelio siga resultando extraño o vacío, no es causa del Espíritu Santo, sino de un mal transmisor que ha perdido esa audacia que da el Espíritu Santo, y que San Juan Pablo II afirmaba era tan necesaria para la nueva evangelización.

2. Llevar el amor y el perdón de Dios a los hombres: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados".

El Espíritu Santo nos hace transmisores del Amor de Dios. Evangelizar no es ser un profeta de calamidades que vaya por el mundo condenando o metiendo miedo, "porque el Amor no teme". (I Jn 4, 18). El que está lleno del Espíritu Santo, transmite la paz y el Amor de Dios... Porque "de la abundancia del corazón, habla la boca". (Mt 12, 34). Y "quien no ama no ha conocido a Dios". (I Jn 4, 8). El Espíritu Santo nos capacita para hablar un lenguaje nuevo: El lenguaje de la misericordia y la reconciliación. El lenguaje de la caridad y el perdón.

Sinceramente... ¿Hablamos ese mismo idioma?. Porque si queremos ser evangelizadores es imprescindible que entremos en la escuela de idiomas del Espíritu Santo y aprendamos, aunque sea a balbucear o chapurrear, ese nuevo idioma.

Reitero: Imprescindible.

Luis Salado de la Riva

martes, 26 de mayo de 2020

Llena de Gracia (Full of Grace, EE.UU., 2015)

Esta semana he visto la película "Llena de Gracia", película dirigida por Andrew Hyatt (el mismo director de la ya comentada Pablo, el apóstol de Cristo, 2018). Hace unos días, precisamente, leía un artículo sobre la enorme cantidad de películas sobre la fe que se están produciendo en la última década en Hollywood. Esta última en concreto pertenece a la productora Affirm Films, nacida dentro de Sony en 2007 para dar respuesta a un mercado con cada vez más consumidores y que ya cuenta con 8 éxitos en taquilla en su corta existencia. 

Llena de Gracia, sin embargo, no es una película comercial. Evidentemente tiene su público, pero muy minoritario. No es una película para llenar salas sino para los amantes del buen cine. La manera en la que está rodada, con muchos primeros planos, diálogos cortos pero intensos entre los dos protagonistas principales y la importancia de la música y los silencios así lo delatan. Sin llegar a ser cine independiente tiene muchos aspectos en común con ese tipo de películas. Alguien la definió en su estreno como "un poema audiovisual de 80 minutos" y me apunto a esa definición.

El paradójico argumento pretende realizar una incursión lo más objetiva posible a un mundo subjetivo. La Virgen María (Bahia Haifi) está a punto de morir y quiere contar sus vivencias y legar su testamento espiritual a los discípulos, especialmente a San Pedro (Noam Jenkins). Utiliza para ello la técnica de flashback, con unos diálogos creíbles, aunque algo forzados en algunos puntos teológicos como veremos posteriormente. 

Haciendo un análisis de estos dos personajes principales, el film presenta a María como una consumada teóloga y a Pedro como un personaje desconcertado y sobrepasado por los acontecimientos, que busca en la Madre del Señor las aclaraciones que otrora le daba su Maestro. María lleva el peso de los soliloquios y a Pedro se le suele ver con cara circunspecta y mirada perdida. Pedro dirige la Iglesia en Pontes y supervisa el resto de comunidades, pero no sabe cómo hacerlo y no sabe dar respuestas a quienes le piden consejos sobre la organización de las primeras iglesias locales. Como he apuntado anteriormente, los escuetos diálogos están cargados de contenido teológico y de vivencias espirituales, especialmente en el caso de María. Hyatt enmarca estas conversaciones en unos paisajes con una fotografía espectacular, con constantes referencias a la Naturaleza como creación de Dios, con continuos contraluces y escenas nocturnas; y con una música que acompaña en todo momento a la reflexión -casi oración- del espectador. Los silencios y las pausas tienen casi la misma importancia de lo que se dice. Un par de Ave María y el Kirie Eleison del final destacan poderosamente en este sentido. 

A nivel teológico casi todo es ortodoxo y está bien contextualizado. La mención a la Anunciación, las disputas entre judíos y paganos, las referencias al Espíritu Santo, el papel de Pedro, las referencias a las cartas de Pablo, los recuerdos de las vivencias de la Pasión y la Resurreción... Si bien algunas de ellas son matizables, todo entra dentro de la buena intención de la película, que como mencioné anteriormente es adentrarse en el mundo desconocido de la intimidad espiritual de las almas de los dos protagonistas principales. Un detalle que me parece mencionable es la entrega de una piedra ("sobre esta piedra edificaré mi Iglesia") de María a Pedro a modo de testamento simbólico. Un detalle muy acertado y visualmente emocionante.

En el párrafo anterior empleo la palabra "casi" respecto a la ortodoxia. Desde el punto de vista de la teología protestante evidentemente el 100% de la película lo es, amparado en la libertad de doctrina y al hecho de no estar constreñida a unos dogmas como verdades de fe obligatorias de creer. En el caso  de la Iglesia católica la perspectiva es distinta, me atrevería a señalar especialmente un punto que se aparta bastante de la postura de la Iglesia respecto a la Virgen María. La película en su final presenta la muerte y sepultura de la Virgen María, mientras que el dogma de la Asunción de la Virgen María habla de que María fue asunta al Cielo en cuerpo y alma. En el caso de películas como la Pasión o Resucitado la Ascensión de Cristo al Cielo es tratada en forma de luz o desaparición del cadáver, pero en esta película no se hace ningún esfuerzo interpretativo de esa circunstancia, con lo que el espectador saca la conclusión de que el cadáver de la Virgen sigue enterrado en algún lugar de Israel. Como digo esto no es un problema para la doctrina protestante, pero sí para la católica.

Unido a ello hay dos temas cuando menos discutibles. El primero de ellos es la imagen que la película presenta de María recibiendo la Unción de Enfermos y la Eucaristía en el lecho de muerte. Como apunte teológico-sacramental es brillante, aunque como relato histórico es bastante improbable en ninguno de los dos casos. Tanto la Unción de Enfermos como el viático son elementos posteriores que pudieron estar germinalmente en los primeros años del cristianismo, pero que tuvieron un desarrollo posterior evidente.

El segundo de los detalles es la tristeza y nostalgia que emanan de la película -muy propia de la espiritualidad luterana- pero que contrasta con la alegría cristiana de la resurrección. Cierto que para el tono de la película era lo necesario, pero a nivel espiritual puede hacer que se confundan la serenidad, la paz y la calma espiritual con la melancolía, la añoranza, la soledad y la pena. Los largos solos de violas y violoncelos ayudan en esta segunda línea contraria a la Buena Noticia del Evangelio. Es cierto que María solo llora una vez en la película (recordando la matanza de los inocentes), y que su muerte no podía ser recibida con jolgorio, pero algunas menciones más a la alegría de la Resurrección hubieran sido bien recibidas en un mensaje final más optimista.

Los diálogos son densos y profundos. Una frase que me gustaría destacar es la despedida de María, que desprende esa nostalgia y melancolía de la que hablábamos anteriormente:

"Cuando los miro a todos ustedes, todos mis hijos, solo veo una cara. Veo... es el rostro del Señor. Es el rostro de mi hijo, resucitado vivo, y respirando ... Como si él mismo estuviera justo en frente de mí. Mis hijos, si no hacéis nada mas en esta vida, recordad el momento en el que él os miró por primera vez. Vuestra alma se regocijó porque la salvación estaba sobre ti. La oscuridad se levantó y viste la gran luz. Recordad ese momento y todo lo que hacéis glorificará al Señor. La paz sea con vosotros. No estés triste por mí. Como Él, Nunca te dejaré. estaré contigo hasta el fin de los días, ¿recuerdas cuando dábamos nuestros paseos en las colinas a la luz del amanecer? Hablamos de cosas tan maravillosas. Oh, cuanto anhelo poder dar esos paseos contigo una vez más."

Dicho esto, su visionado es altamente recomendable para deleite de todos los sentidos.

sábado, 23 de mayo de 2020

Homilía Domingo VII Pascua Ciclo A

Hace ya más de 20 años, cuando este servidor tenía el gozo de escuchar al inigualable cura Carlos en los retiros que este nos hacía en el Seminario, le escuché una llamativa frase que se me quedó grabada:

"Vivimos en una sociedad pagana con algunas reminiscencias culturales de origen cristiano".

Como solemos decir: "Lo clavó". No se puede hacer un análisis social más sencillo, pero más certero, que este del cura Carlos, que encierra todo un compendio de fenomenología religiosa. Y 20 años después ... esa situación, lejos de mitigarse, se ha ido acentuando. Si el cura Carlos bajara...

Cada vez se crean más Hermandades... no se sabe bien para qué, el Rocío y otras Romerías son eventos cada vez más multitudinarios, los niños siguen bautizándose y haciendo sus Primeras Comuniones, en situaciones familiares, cuanto menos... "extrañas", el cura es imprescindible como un florero en presentación de carteles de Semana Santa, Pregones o Conciertos varios... o es requerido "vida o muerte" en imprescindibles bendiciones de Belenes, pero... ¿Es esto reflejo de un auténtico cristianismo?...

Si bien esta pandemia ha podido despertar en algunos, algo de interés y auténtica vivencia espiritual, nuestra sociedad es una sociedad de gimnasios y centros comerciales llenos (los nuevos templos), pero de Iglesias vacías.

El ser humano, en general, ha perdido la dimensión de trascendencia. Ya no se cree necesitado de mirar al Cielo. Esa "reminiscencia cultural de origen cristiano" le hace mantener algunos ritos y ratos religiosos, que en muchos casos son más una muestra de superstición, que el reflejo de una vivencia auténtica de encuentro con el Señor.

La Fiesta de la Ascensión es una invitación a dejar de mirarnos el ombligo y elevar nuestra mirada "arriba" para descubrir que hay un Dios que nos trasciende y que nos saca de nuestras miserias y vanaglorias, para ofrecernos y regalarnos una vida plena y auténtica.

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"Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". (Mt 28, 20).

Esta es la primera cita de la Biblia que me aprendí: La cita que quizás más me ha acompañado durante mi vida y a la que más he acudido pidiendo a Dios protección.

Sin embargo, no siempre he notado que está promesa del Señor se haya cumplido en mi vida: En reiteradas ocasiones he sentido que Dios estaba como escondido, callado, ausente... ¿Por qué esta sensación si Cristo aseguró su permanente presencia?,  ¿Es que acaso prometió algo que no ha cumplido?

Partiendo de la mayor, es decir, Cristo no puede prometer algo que no quisiera o no pudiera cumplir, y después de llevar esta aparente contradicción a mi oración y meditación, he llegado a la siguiente conclusión:

Es verdad que Cristo estará con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos, pero es necesario que no sólo nos quedemos con lo que el Señor dice en Mt 28, 20... sino que lo contextualicemos en el versículo que le precede, Mt 28, 19: "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado".

Es decir, sentir la presencia de Cristo en la vida requiere vivir para y por el anuncio del Evangelio. No podemos pretender llevar una vida egoísta, indolente o descreída y encima pedirle a Dios que nos acompañe. La presencia de Cristo es directamente proporcional al grado de compromiso y vivencia que uno tenga en el anuncio del Evangelio. De hecho... No conozco a ningún santo (muchos de ellos martirizados) que se quejase de la ausencia de Dios. Sin embargo, conozco a personas con una "dudosa" vida espiritual, que continuamente se quejan de esa falta de Dios.

Para experimentar que Dios está, es imprescindible vivir por y para el Evangelio. Si eres testigo de Cristo e intentas dar tu vida por Él, clavarás tus ojos al Cielo... y por muy grande que sea tu Cruz, experimentarás que nunca te faltará la Presencia y la Bendición de tu Dios que no te mintió cuando te prometió su asistencia para siempre.

Luis Salado de la Riva

miércoles, 20 de mayo de 2020

Vaya con Dios (Vaya con Dios, Alemania, 2002)

Ayer vi esta película con temática religiosa dirigida por Zoltan Spirandelli; de la que lo primero que llama la atención es su título. En efecto, como se puede ver en el encabezamiento de esta entrada y en la imagen que la acompaña, el título original de esta película es "Vaya con Dios", es decir, la expresión española, y no las palabras alemanas "geh mit Gott", que hubiera sido lo más lógico tratándose de una película germana. La única explicación que se me ocurre es que esta expresión haya pervivido a lo largo de la historia en el acervo alemán desde los tiempos de Carlos V (siglo XVI), ya que curiosamente existe también un grupo de música belga con el mismo nombre. 

Antes de entrar en materia, hay que resaltar otra curiosidad importante sacada de la biografía del director. Su nombre es húngaro, sus apellidos y ascendientes paternos son italianos y de pequeño fue miembro del coro de la iglesia de San Juan en Kronberg (Alemania), Todos estos elementos aparecen de una u otra forma reflejados en la película.

La película es muy difícil de clasificar. Tiene elementos religiosos, cómicos, dramáticos y de acción. Está rodada con el esquema americano de Road Movie pero no encaja exclusivamente en ninguno de los elementos anteriores, sino en todos ellos juntos.

El argumento es el siguiente. Cuatro monjes de la orden cantoriana viven en un monasterio alemán acosado por las deudas y aislados del mundo exterior. La orden cantoniana es una escisión de la orden benedictina que se dedica a la glorificación de Dios a través del canto gregoriano. Fueron excomulgados por la Iglesia Católica y viven desde entonces anclados en el siglo XI, sin haber incorporado ningún avance tecnológico a su vida cotidiana. Al morir el Abad, los otros tres monjes se ven obligados a abandonar el convento llevando con ellos el libro "regula cantonianorum", un manuscrito medieval con los fundamentos de la orden que la Iglesia Católica quiere destruir para que desaparezca la orden. Su objetivo es integrarse -junto al libro- en el único monasterio que queda de la orden, en la Toscana italiana. A pie, comienzan un viaje a un mundo desconocido que les deparará todo tipo de sorpresas, y tentaciones....

Los datos referentes a la orden cantoniana - y la misma orden- son ficticios, si bien si es cierto que existió -o aún existe, eso nunca se sabe...- una logia masónica con el mismo nombre, muy activa durante la Segunda República Española, la cual tenía como misión la destrucción de la orden jesuita, elemento este que casualmente también aparece reflejado en la película.

Para entresacar el contenido espiritual de la película, que lo tiene y muy profundo, lo mejor es analizar a los tres personajes principales y explicar la tentación a la que se enfrentan a lo largo del film:

Tasilo. Es el más mundano de los tres monjes, y es el primero en ser tentado. Al llegar a casa de su madre  -de camino hacia la Toscana- empieza a disfrutar de todas las cosas que recuerda de cuando era niño-joven y a las que renunció debido a la austeridad del convento. Las ricas comidas de su madre (en el convento comían todos los días lo mismo), conducir su viejo tractor, la comodidad de no llevar hábito... le harán replantearse su existencia y pensar que quizás se equivocó de vocación. La tentación mundana está servida.

Berno. Es el más intelectual de los tres. En el convento se dedicaba al estudio de la música, pasando todas las horas posibles imbuido en las partituras. Al llegar al convento jesuita, descubre que su pequeña biblioteca en la que era feliz es minúscula en comparación con la de la Compañía. Descubre todo un universo por investigar que le tienta. ¿Debe abandonar su misión y dedicarse de lleno al estudio de la música con los nuevos avances tecnológicos y la inmensidad de la biblioteca jesuita? La tentación de cumplir la propia voluntad y no la de Dios está también servida.

Arlo. Es el más joven de los tres. De hecho, es novicio, no habiendo profesado aún los votos. De niño entró en la orden y no conoce absolutamente nada del mundo exterior. Durante el viaje, conocen a una periodista y ambos se enamoran perdidamente el uno del otro. La tentación de la carne -romper el voto de castidad- es la que aparece en un primer momento, pero tras ella aparece con más fuerza el amor en toda su inmensidad. Compartir la vida con otra persona, formar una familia y vivir el amor en plenitud es la tentación que el más joven deberá afrontar.

El enemigo común a la misión de los cantorianos aparece representado como la orden jesuita, una orden que habría sucumbido a las riquezas y los poderes mundanos y que habría perdido toda su espiritualidad. Entiendo que era necesario presentarla así para que la historia encajase, pero esta visión de la Orden de San Ignacio de Loyola está muy alejada de la realidad. Afortunadamente la elección de un Papa jesuíta una década más tarde, en 2013 -el Papa Francisco, uno de los papas más humildes de la historia- desmonta estos clichés estereotipados y hacen que hoy se vea la crítica que realiza el film como algo anacrónico. 

Una de los temas más importantes del film es la música. De hecho, lo que une a los tres protagonistas principales es el canto gregoriano, un arma poderosa y espiritual que los presenta como tres voces distintas que suenan al unísono (esquema muy cercano al de la Santísima Trinidad). Un canto en latín -un guiño a la importancia de las tradiciones- que conserva la pureza de la genuina espiritualidad cristiana y que es capaz de unir místicamente a las almas con Dios. En este sentido la película es una defensa a ultranza de los valores tradicionales y de elementos esenciales a la fe cristiana en sus orígenes. 

¿Quién vence la tentación y quien no? ¿Los tres la vencen?, ¿Ninguno la vence?... Esta vez no voy a ser spoiler, tendréis que ver la película para averiguarlo... Son solo 100 minutos que merecen la pena ser empleados para descubrirlo...

sábado, 16 de mayo de 2020

Homilía Domingo VI Pascua - Ciclo A

Muy pocas cosas de las que hacemos en esta vida son fruto del azar o la improvisación. Casi todo lo que en esta vida decimos o hacemos ha sido previamente procesado por un motor con tres marchas.

San Agustín llamaba a este motor alma, y nos hablaba de las tres potencias del alma, que eran -o son- como las tres marchas de ese motor: La memoria, la inteligencia y la voluntad. Haz la prueba y pasa por ese triple filtro cada una de tus criterios, acciones o decisiones: Verás el peso que tienen en ellas esas tres marchas:

- lo que tu recuerdo o emociones te hayan provocado antes. Si tienes costumbre, afecto o apego a ello.
- la inteligencia que te ha hecho calibrar si te conviene o aprovecha determinada postura. O si por el contrario tu cabeza te hace evitar o rechazar algo en concreto.
- y el coraje o la determinación con la que te enfrentas a determinada estímulo. O si por el contrario, bajas los brazos porque o no puedes o no quieres afrontarlo.

Casi nunca ese triple motor funciona equilibradamente con un 33% en cada parte. Hay personas que se dejan dominar más o menos por uno de ellos. Y son más emocionales, o más razonables o más voluntariosos... Y todo ello con todo tipo de combinaciones posibles. Cada tipo de motor es único e irrepetible. Hay tantos tipos de motores - de almas- como personas.

Pues bien, permitidme que rescate la afirmación de Benedicto XVI que ya vimos la semana pasada: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva". Es decir, en lenguaje de San Agustín, a la hora de decidir si se quiere o no se quiere ser cristiano: la clave, no la tiene la inteligencia, ni la voluntad, sino la memoria. Por ello cobra sentido lo que Jesús nos dice en el Evangelio de hoy: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos".

El Señor no dice "Si os sacáis una Licenciatura sobre mis enseñanzas... guardaréis mis mandamientos" o "si os lo proponéis y le echáis coraje... guardaréis mis mandamientos"... el Señor apela al componente afectivo del alma, a la memoria: "si me amais guardaréis mis mandamientos"... Es decir, si recordáis el Amor que os he testimoniado y sentís que por amor queréis ser de los míos... guardaréis mis mandamientos.

Aunque a veces nos cueste entenderlo, la Iglesia es la Iglesia de Cristo, no cuando es el lugar de la obediencia a unas normas, ni cuando es el lugar de la ortodoxia, ni tampoco cuando es el lugar del arte o la cultura... la Iglesia es la verdadera Iglesia de Cristo, cuando es la Iglesia del Amor.

Y tú y yo, somos auténticos discípulos cuando hacemos nuestra, esa frase de Jesús que corona el Evangelio de hoy: "El que acepta mis mandamientos (inteligencia) y los guarda (voluntad), ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él".

Amén.

Luis Salado de la Riva

miércoles, 13 de mayo de 2020

Camino (España, 2008)

Camino cuenta los cinco últimos meses de la corta vida de Alexia González Barros, una niña cuyos padres fueron miembros del Opus Dei y que falleció en 1985 a los 14 años de edad, tras cuatro intervenciones quirúrgicas infructuosas que no pudieron detener una enfermedad que le habían diagnosticado 10 meses antes. 

Recuerdo que unos años después de estrenarse esta película (sería 2010 más o menos) vi un trozo de la misma, pero me desagradó bastante la manera en la que se enfocaba el tema de la religión y dejé de verla. En 2011 escribí una entrada sobre otra película de la misma niña, Alexia (realizada esta sí desde otra perspectiva más apologética) y en 2014 otra sobre los orígenes del Opus DeiEncontrarás Dragones. En ambas entradas dejaba claro que no simpatizo a nivel personal con la espiritualidad del Opus, y sigue siendo así. Han pasado los años y el otro día visualicé por completo Camino, con una perspectiva más sosegada y menos acalorada de la polémica que suscitó en su día.

La película está contada a modo de flashback, comenzando con el preciso instante de la muerte y retrocediendo hasta 5 meses antes. Para intentar ser lo más objetivo posible me gustaría dividir mi comentario en dos partes, uno a nivel cinematográfico y otro a nivel religioso-espiritual.

A nivel de crítica puramente técnica la película es muy buena. El director, Javier Fesser, hasta esa fecha se había dedicado casi exclusivamente a comedias de relativo éxito como "El milagro de P. Tinto" o "La gran Aventura de Mortadelo y Filemón". Esta era, por así decirlo, su primera incursión en el mundo del drama. Posteriormente ha realizado trabajos que han pasado sin pena ni gloria hasta su gran éxito de 2018, "Campeones", una película excelente donde aborda de manera tragicómica el tema de la discapacidad y de la integración social. Un film plagado de valores positivos que ha aportado un bien incalculable a sus protagonistas y a la sociedad en general. Camino es una película visualmente agradable, con una trama que te engancha, unos protagonistas cercanos (aunque algo estereotipados), una banda sonora que acompaña a la perfección y un guión con un ritmo convincente. La interpretación de Camino (Nerea Camacho) es simplemente soberbia y la de su manipuladora madre (Carmen Elías) no le va a la zaga. Fesser consigue además algo que corroboraría con la ya mencionada Campeones: saber dirigir a niños (o a discapacitados) con la paciencia que ello conlleva y logrando un resultado final excelente. 

A nivel religioso-espiritual no puedo ser tan benevolente. La película tiene como objetivo último realizar una crítica feroz al Opus Dei, una institución que el film deja entrever que anula la libertad de las personas, coarta su personalidad, los vuelve manipuladores y sumisos a una autoridad superior (sea humana y/o divina). Presenta una visión tergiversada donde el sufrimiento y el dolor se entienden como algo querido por Dios y casi una "bendición" que nos salva. En la película esto se lleva al paroxismo hasta el punto de deshumanizar a los personajes y volverlos seres despreciables y monstruosos, como son los casos de la madre y de la tía de la niña. El padre no aparece con estas "cualidades" pero es caricaturizado y ridiculizado como un calzonazos que ni pincha ni corta ante las decisiones de la madre, que no sé que es peor. Tengo amigos de la Obra y esto no es así. Cierto que alguno de estos factores son aplicables a muchas personas que son miembros del Opus, pero presentarlos todos de golpe y elevados a la enésima potencia no es justo. Presentarlos además a través de los ojos de una inocente niña me parece además mucho más manipulador que la manipulación (perdón por la redundancia) que se quiere criticar. Y hacerlo sin el consentimiento de su familia es ya directamente intolerable. Los padres de Alexia murieron antes del estreno, pero sus hermanos no. Bastante sufrimiento debe ser perder a un ser querido de esa manera como para tener que ver una película en la que ridiculizan la fe de tu difunta hermana y la personalidad de tus padres recién fallecidos sirve de diversión. Por todo ello la película debe ser catalogada como inmoral y carente de todo sentido de la ética más elemental. Distinto hubiera sido si al principio de la película no hubiera puesto "Basada en hechos reales" y al final de la misma no hubiera un letrero que recoge "A la memoria de Alexia González Barros". Hubiera supuesto una crítica impersonal hacia el Opus que entra dentro de la libertad de expresión pero que no juega con el dolor de una familia destrozada.

Ya que está basada en hechos reales podía haber sido más fiel a la verdad. Aquí hay algunos datos falsos: Como se recoge en "Alexia", la de González Barros no era una familia con dos hijos sino con seis. Alexia no muere un día 26 (en la película se dice que para que sea el mismo día que Escrivá)  sino un 5 de diciembre. El padre no muere camino del Hospital de Pamplona yendo a ver a su hija sino muchos años más tarde, concretamente en 2001. El sacerdote que convence a la familia para que inicie la causa de la santidad ni siquiera es del Opus, sino el padre Apodaca, un religioso claretiano. No hubo ningún aplauso tras la muerte de Alexia sino un silencio conmovedor. Todo ello - y muchas más cosas- no encajaban en el guión y fueron cambiadas a capricho.

Dos detalles más de las malas intenciones con la que la película está hecha. La primera es la pregunta que la moribunda Alexia realiza a su hermana: "¿Quieres que yo rece para que tú también te mueras?". Creo que no cabe más maldad en un guión cinematográfico. La otra es un dato para las hemerotecas. El productor de la película y presidente de Mediapro, Jaume Roures, al recoger en la siempre politizada gala de los Goya el premio a la mejor película en 2009 se despachó a gusto con la siguiente frase: “para amargarnos nos casamos, tenemos hijos adolescentes y al Opus Dei”. Sobran los comentarios, se entiende a la perfección el odio que el cine español -al menos esta productora- destilan hacia la familia y la religión en sus películas.

Por otra parte, hacer esta entrada tan tarde ha tenido también sus ventajas. Una de ellas es la posibilidad de recoger que el 5 de julio de 2018 el Vaticano certificó el Decreto Sobre las Virtudes Heroicas de Alexia González Barros, por el que el Papa Francisco proclama Venerable a la joven de 14 años. El camino hacia la santidad sigue su curso....

sábado, 9 de mayo de 2020

Homilía Domingo V Pascua Ciclo A

La Liturgia de la Palabra de este Quinto Domingo del Tiempo de Pascua nos invita a reflexionar sobre algo que aprendimos de niños, pero en lo que quizás nunca hayamos profundizado, al menos adecuadamente.

En la catequesis (o catecismo) de nuestra más tierna infancia, y quizás por medio de algún sacerdote algo áspero en sus formas y con cierta cara de pocos amigos, la Iglesia nos enseñó que los enemigos del alma eran tres: el mundo, el demonio y la carne. Y probablemente ahí quedó el asunto... no hubo más aclaraciones, ni más preguntas... el cura se iría a sus cosas y cada uno de nosotros a las nuestras, aunque ya ese resquemor interno había quedado sembrado ahí.

Debido a esa enseñanza, o mejor dicho, debido a esa forma que emplearon para enseñarnos... muchos de nosotros, hemos podido vivir buena parte de nuestras vidas, desde una visión negativa y desconfiada de todo lo que somos y lo que nos rodea: El mundo... ese antro de pecado y perdición. El demonio... con sus cuernos y su rabo largo, acechándonos en todo momento. Y la carne... y es que, (permitidme el chascarrillo) como años después de aquel cura áspero y algo "malvado", apuntalaron nuestra prima la dietista y nuestro cuñado el runner,...quedó meriadanamente claro que "todo lo bueno o engorda o es pecado".

Y así, desde esa triple premisa, se ha ido desenvolviendo nuestra vida de creyentes. Una vida, que desgraciadamente se ha "disfrutado" poco, o a medio gas, a caballo entre sentimientos de frustración por no llegar nunca al ideal, o de culpabilidad, por haber rebasado los límites de lo adecuado y/o permitido.

Toda esta caricatura de la vida de fe, parte de un error de principio: Como ya he reiterado en múltiples ocasiones, el creyente no es aquel que sabe muchas cosas sobre Dios, sino aquel que ha tenido un encuentro personal con Jesús de Nazaret. Un encuentro que le ha dejado marcado, y que ha propiciado que quiera seguir llenándose de esa Verdad de Dios.

Pero en este asunto no funciona la propiedad conmutativa: El orden de los factores, sí altera, y mucho, el producto: No podemos pretender conseguir un creyente de manual, sin que éste haya tenido una experiencia de Dios. La tentación de expandir la fe, sin esta base esencial, ha sido uso común en la Iglesia, que durante siglos ha confundido evangelización con adoctrinamiento.

El papa Benedicto XVI afirmaba al comienzo de su encíclica Deus Caritas est: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva".

El creyente es aquel que cree, porque así lo ha experimentado, que Jesucristo es la Verdad, el Camino y la Vida. Y nadie puede cuestionarle eso. Porque no es una idea. Ni siquiera una convicción. La fe no es ideología. Es una experiencia.

Una experiencia de una Verdad objetiva. Aunque nadie la creyera, no por ello dejaría de ser cierta. Si mañana todo el mundo se quedara ciego de repente (Dios no lo quiera)... no dejaría de ser verdad que la luz o el mismísimo sol existen. El creyente, por experiencia personal, sabe que Dios existe y es, y esta certeza no está supeditada a lo que digan los sondeos o las encuestas: Su fe es objetiva, experiencial, ... y por ello, cierta e incuestionable.

Pero claro, ... creer en Alguien, y más si ese Alguien se ha revelado, comporta unas consecuencias. La vida se va a entender desde unos parámetros. Desde unas "reglas del juego". Y evidentemente, en muchas ocasiones, esa escala de valores, resulta incomprensible e inasumible para el que no haya tenido ese encuentro con Dios.

Pero, que esas consecuencias resulten incomprensibles o inasumibles para el no creyente, no quiere decir que éstas sean invalidas, ilógicas o infantilizadoras del ser humano.

Durante esta reflexión vamos a argumentar como no es disparatado defender que si Jesucristo es la Verdad, el Camino y la Vida,... el mundo, el demonio y la carne son los auténticos enemigos del ser humano.

- El origen de todo mal es la mentira. Y la mentira entendida no solo como algo erróneo que alguien me transmite como verdadero, con la intención de engañarme: La peor mentira es la que uno mismo se cree y asume como propia. El estadio final del trastorno del mitómano, es aquel en el que ya uno ha hecho tan íntimas sus propias historias, que es incapaz de distinguir entre lo que es verdad y lo que no lo es.

El comienzo de la Biblia, nos transmite ya en el Génesis, como éste es el gran drama del ser humano.
Y el drama no solo consiste en la mentira que malvadamente transmite el demonio a Adan y Eva, "se os abriran los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal" (Gn 3, 5), sino que es el hecho de que nuestros primeros padres se creyeran esa mentira y comieran del fruto del árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, es decir, el drama del hombre comenzó, al convencerse de la mentira de que realmente Dios era un estorbo en su vida, y se podría ser mas feliz sin Él, que con Él. A fuerza de ser sinceros, hay que reconocer el buen trabajo que miles de años después, el demonio (ya sin forma de serpiente) sigue haciendo entre nosotros. Continúa con ese mismo empeño y brío, engañando y falseando para hacer caer a muchos - quizás a demasiados, que siguen (o seguimos), "sin escarmentar en cabeza ajena" o "tropezando muchas veces con la misma piedra".

El demonio, que es uno de los tres enemigos del alma, sigue a día de hoy, envolviéndonos y atrapándonos con mentiras, para ensoberbiarnos y hacemos creer que no necesitamos a Dios para nada. A la contra de este poderoso enemigo del alma, Jesucristo dice "Yo soy la Verdad". La única Verdad que existe para el ser humano es la Revelación de Dios por medio de Jesucristo.

Experimentar a Cristo y conocerlo como Verdad es como dijo Santa Teresa de Jesús, el único camino de Salvación para el hombre: "la humildad es la verdad". (Libro VI de las Moradas). La única verdad que nos salva es la humildad de reconocernos necesitados de la Misericordia de un Dios que ha salido a nuestro encuentro a pesar de nuestras miserias.

- Leía el otro día, que los psicólogos advierten de un trastorno del ánimo, que ahora, y después de tantos días de confinamiento, va a aparecer, en mayor o menor medida, en muchos de nosotros, que poco a poco estamos invitados a ir regresando a esa tan cacareada "nueva normalidad". El trastorno ha sido bautizado como el Síndrome de la Cabaña. Puede que al principio de la cuarentena vivieras con angustia el hecho de que no ibas a poder salir a la calle en un incierto número de días,... pero transcurrido ese shock inicial y conforme te fuiste aclimatando a la nueva situación, te comenzaste a sentir muy protegido y distraído en tu confortable hogar, muy ocupado y protegido,... tampoco se estaba tan mal así... Por lo que, ahora que te dicen que ya hay que regresar a la calle... sientes pánico de volver a esta "nueva normalidad" en la que te van a llover los problemas acumulados durante estas semanas, o vas a estar expuesto de una manera mas intensa, al peligro del contagio de un virus, que, ni muchísimo menos, se ha ido ya de aquí.

Este comprensible desasosiego que genera este "Síndrome de la Cabaña", no es sino un reflejo del segundo de los enemigos del alma: El mundo. Frecuentemente, hemos entendido que el mundo es uno de los enemigos del alma, porque todo lo que hay dentro de él es malo y pecaminoso. Esta forma agría de concebir el mundo se contradice, sin embargo, con la dinámica de la Encarnación que nos indica el proceder de Dios: "La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros" (Jn 1,14). Desde que Dios se ha hecho hombre, el mundo ha quedado divinizado. Todo lo humano y lo mundano nos habla de Dios. El mundo es el lugar del encuentro entre Dios y el hombre, el "campo de juego" donde poder experimentar su presencia y cercanía... luego si esto es así... ¡que lo es!: el mundo no puede ser malo en sí mismo.

¿Qué significa, por tanto, que el mundo sea uno de los enemigos del hombre?. Pues sencillamente, entender el mundo desde la perspectiva contraria al Misterio de la Encarnación: Entender el mundo como mi ombligo desde donde gira toda la realidad. Yo soy el mundo y el mundo soy yo. El mundo es, por tanto, vivir desde el egoísmo, pensando que replegándome sobre mí mismo, seré verdaderamente feliz. Ante esa concepción de la vida, Jesucristo nos dice "Yo soy el Camino". Y ese Camino que el mismo auto-revela consiste no en replegarse sobre uno mismo, sino en salir de sí. Ese es el auténtico Camino, el Camino que salva, aunque a veces sea escarpado y comporte Cruz. El que quiera seguir el camino de la Vida y la Verdad: "que se niegue así mismo, que cargue con su Cruz y que me siga". (Mt 16, 24)

- Si algo ha puesto de manifiesto esta pandemia del Covid 19, es que no somos nada. El hombre que se había inmodestamente autodivinizado y se creía el controlador de todo lo que le rodeaba, ha experimentado, de la noche a la mañana, a las primeras de cambio, y en sus propias "carnes", lo absurdo y necio de ese convencimiento, y la auténtica verdad de su realidad: Somos un ser frágil y vulnerable.

En este aspecto ya estábamos advertidos, pero no nos queríamos dar por enterados: Nuestra cultura y sociedad había ido apartando como tabú todo lo que recordara esa realidad, y nos habíamos creído que con ejercicio y una alimentación sana, no había nada que temer. Y claro, no... Eso no es así: Envejecemos, enfermamos y nos vamos a morir. Por mucho que te vistas como un adolescente o salgas a correr al atardecer,... si tienes 50 años, tienes 50 años, y no hay potingue, tinte o cirugía, que te los pueda quitar. Y es que el ser humano envejece, enferma y muere. Y ese es, precisamente, el tercer enemigo del alma: su propia carne.

Frente al drama y el ridículo, a veces ajeno, que supone sufrir un Síndrome de Peter Pan, está el asumir tu propia finitud con serenidad y confianza en Aquel que se nos revela como "Yo soy la Vida".

Jesucristo, y recuerdo que seguimos celebrando este tiempo de Pascua, nos ha prometido que ni la vejez, ni la enfermedad ni la muerte, tienen, ni tendrán dominio sobre ninguno de nosotros, y que ese enemigo inexorable del paso del tiempo que va pudriendo nuestra carne, envejeciéndola o enfermándola, y que nos conduce a estar hoy, un día más cerca que ayer de nuestra propia muerte, ha sido vencido por Él, que con su Muerte y Resurrección ha abierto las puertas de la Vida Eterna para que ninguno de los que creen en Él, perezcamos para siempre: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá" (Jn 11, 25)

Por tanto, y a modo de resumen:

Si hemos experimentado en nuestra vida que Jesucristo es la Verdad, el Camino y la Vida, ninguno de estos tres enemigos tan poderosos que nos merodean como son el demonio, el mundo o la carne (o con otras palabras: la mentira, el egoísmo y nuestra propia finitud), serán mortales para ninguno de nosotros.

Termino estas homilías que he venido desarrollando en este tiempo de confinamiento, pidiendo a Dios, que así como estos tres enemigos, gracias a su Poder y Misericordia, son inofensivos para nosotros, lo sea muy pronto también, este dichoso virus del Covid 19, y que gracias a una vacuna o un tratamiento eficaz pueda ser combatido con éxito. Que la Virgen María ilumine a los científicos e investigadores que trabajan en pos de este empeño.

PD. A partir de mañana, Lunes 11 de Mayo, comienza, si Dios quiere, el Culto en la Parroquia en la que presto mi servicio sacerdotal, Santa María Madre de la Iglesia de Jerez de la Frontera.

Durante estas semanas de confinamiento, me he valido de este cauce para compartir con vosotros mis reflexiones en torno a la Palabra de Dios de cada Domingo. A partir de ahora tendremos la suerte de poder encontrarnos físicamente en esa, mi querida y añorada Parroquia.

Gracias por vuestro cariño y atención, un abrazo muy fuerte y que Dios os bendiga siempre.

Luis Salado de la Riva.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Gravity (Gravity, EEUU, 2013)

Había escuchado hablar mucho de esta película de Alfonso Cuarón protagonizada por Sandra Bullock y George Clooney, pero la verdad es que hasta hace unos días no he podido verla. Avalada por sus diez nominaciones a los Óscar y sus siete estatuillas (incluyendo mejor director) ha sido definida por James Cameron como "la mejor película sobre el espacio jamás hecha". Por si fuera poca esta presentación, el film es toda una reflexión sobre el sentido de la vida, con varios temas religiosos de fondo que van saliendo a la luz poco a poco. La carátula de la película ya es muy sugerente presentando a la protagonista principal en posición fetal y con un cable que parece ser un cordón umbilical. Es por lo tanto, una llamada a la reflexión sobre la vida humana en sí misma. 

El argumento es sencillo. La doctora Ryan Stone (Bullock) y Matt Kowalsky (Clooney) son dos astronautas que realizan trabajos rutinarios de reparación de su nave espacial. Fragmentos de basura espacial colisionan con ellos y desde ese momento tienen que comenzar una odisea para poder volver sanos y salvos a la Tierra. 

Para hacer un comentario de la película es necesario hacer el temido spoiler, por lo que recomiendo no seguir leyendo esta entrada hasta que se vea la película. A mi  modo de ver voy a desgranar el mensaje profundo de la película en seis temas a cada cuál más interesante. Seguramente habrá muchos otros más que se me escapan, pero desde una perspectiva espiritual-religiosa estos son los más evidentes. He intentado iluminar cada tema con una frase de la película. Soy consciente de que alguna está algo forzada, pero creo que sirve para iluminar la temática de cada apartado:

1. El sentido de la vida:

Tuve una hija. Tenía cuatro años. Ella estaba en la escuela jugando al escondite. Resbaló, se golpeó la cabeza, y eso fue todo. Lo más estúpido. Yo estaba conduciendo cuando recibí la llamada, así que... Desde entonces, eso es lo que hago. Me levanto, voy al trabajo, y solo conduzco.

La doctora Stone ha perdido el sentido de la vida. En su conversación con Kowalsky deja ver que desde que murió accidentalmente su hija de cuatro años no vive, sobrevive. Ha perdido la ilusión por todo y pasa sus días sin ningún horizonte existencial interesante. La muerte ha hecho mella en ella y no encuentra una respuesta que le dé ánimos para seguir viviendo. No deja de ser paradójico que una mujer que profesionalmente ha llegado al máximo de sus aspiraciones viva hundida en un pozo existencial del que no es capaz de salir durante buena parte de la película. Frente a ella se sitúa su compañero, a quien podríamos definir como "un canto a la vida". Optimista, luchador, sabe sacar el máximo a cada minuto de su existencia. La animada música que escucha es lo único que rompe el angustioso silencio en el espacio durante muchas escenas del film. Matt también tiene problemas, pero no deja que lo abatan. Son dos personalidades polarizadas, todo el mundo ha tenido momentos de su vida en los que puede verse reflejado en uno o en otro, incluso en ambos a la vez. Ver el vaso medio lleno o medio vacío depende a veces de nuestro estado de ánimo, que a su vez se retroalimenta con las decisiones que vamos tomando.

2. Dios creador y la maravilla de la creación. 

- ¿Qué es lo que más te gusta del espacio?
- El silencio, podría acostumbrarme a él.


Visualmente el film es una delicia para el espectador. Las imágenes del planeta tierra son bellísimas e impactantes. La contemplación de la creación siempre ha sido vista en la teología cristiana como un acercamiento al creador. Es cierto que de manera explícita solo se hace una referencia a Dios en la película, cuando en uno de sus paseos ven la tierra y Matt exclama: ¡Oh Dios mío! ¡Guau! Oye Ryan, deberías ver el sol sobre El Ganges. Es impresionante!. No creo que sea casualidad que se escogiera para esta afirmación el río Ganges, el río más sagrado de la India, donde posiblemente nació la humanidad.

3. Superación de las dificultades.

Escucha, ¿quieres volver, o quieres quedarte aquí? Lo entiendo, es bueno estar aquí arriba. Solo tienes que apagar todos los sistemas, apagar las luces, cerrar los ojos y desconectarse del mundo. No hay nadie aquí que te pueda hacer daño. Es seguro. Quiero decir, ¿cuál es el punto de volver? ¿Qué sentido tiene vivir? Tu hija murió. No hay nada más duro que eso. Pero aún así, es una cuestión de lo que haces ahora. Si decides volver, entonces tienes que seguir adelante con eso. Sentarse, disfrutar del paseo. Debes plantar los pies sobre la tierra y vivir la vida.

En este caso de nuevo Matt es en un primer momento el ejemplo a seguir, aunque al final de la película Ryan también sera un buen modelo de superación de los obstáculos que encontramos en la vida. En la escena del "suicidio" de Matt, este le dice a Ryan que tiene que aprender a "soltar", y no se refiere solo a que se suelte físicamente de él, sino a que suelte psicológicamente todos los problemas del pasado que la agobian y le quitan la paz.

4. El sacrificio. La redención. 

Oh, me voy a morir, Aningaaq. Lo sé, todos vamos a morir. Todo el mundo sabe eso. Pero me voy a morir hoy. Es gracioso eso. Ya sabes, saber... Pero la cosa es, que todavía estoy asustada. Estoy muy asustada. Nadie va a llorar por mí, nadie va a orar por mi alma. ¿Vas a llorar por mí? ¿Vas a decir una oración por mí? ¿O es demasiado tarde? Quiero decir, lo haría yo misma, pero nunca he rezado en mi vida así que... Nadie me enseñó. Nadie me enseñó cómo.

Estas palabras se producen en un contexto de falta de comunicación. Ryan y el esquimal Aningaaq hablan lenguas distintas y no pueden establecer una conexión. La última esperanza de Ryan se desvanece y decide poner fin a su vida. Frente al miedo a la muerte en el cristianismo aparece la esperanza en la resurrección. La doctrina cristiana nos enseña que el sacrificio de Cristo en la cruz obtiene la salvación para toda la humanidad que se beneficia de su sacrificio. Matt no es Cristo, pero el esquema es idéntico: su sacrificio aceptado voluntariamente propicia la salvación de Ryan. El protagonista "todopoderoso" y casi "omnisciente" se sacrifica para que su compañera "infeliz" siga viviendo. Posteriormente, un Matt "resucitado" (¿Visión?, ¿aparición?....) impide el suicidio de Ryan y la anima a seguir luchando dándole la pista de cómo encontrar una solución al problema por el que se había dado por vencida.

5. La Religión. La verdadera oración   

Si ves a una niña con pelo castaño, muy desordenado, muchos nudos. No le gusta cepillarlo. Eso está bien. Su nombre es Sarah. ¿Puedes por favor decirle que mamá encontró su zapato rojo? Ella estaba muy preocupada por ese zapato, Matt. Pero estaba justo debajo de la cama. Dale un fuerte abrazo y un gran beso de mi parte y dile que mamá la extraña. Dile que ella es mi ángel. Y estoy muy orgullosa de ella. Muy, muy orgullosa. Y dile que no voy a renunciar. Dile que la amo, Matt. Dile que la amo tanto. ¿Puedes hacer eso por mí?

La religión aparece siempre en los momentos difíciles de la existencia. En la película aparecen simbólicamente representadas en un San Cristóbal en la estación espacial rusa y un buda en la estación espacial china. Ryan, quien había reconocido previamente que no sabía rezar, realiza esta bella oración espontánea tras la aparición de Matt. Las palabras anteriores no tienen sentido si no hay una esperanza en el más allá y la resurrección. La verdadera oración es la que sale del alma y llega a Dios desde un alma pura.

6. Nuevo nacimiento. "Bautismo".

O llego ahí abajo con una historia que dejará a todos alucinados o me calcino en 10 minutos. Pase
lo que pase el que no arriesga no gana...

Si Ryan recuerda en la cápsula espacial un feto con cordón umbilical incluido, la llegada a la Tierra es todo un simbolismo de un nuevo nacimiento para ella. Ameriza en el agua (de donde nace la vida originalmente) y tiene que salir de la cápsula inundada (el vientre materno "rompe aguas") para poder respirar de nuevo. Sus primeros pasos, vacilantes, recuerdan los de un niño que aprende a caminar. Este nuevo nacimiento no sólo es físico, sino también espiritual. En las aguas "bautismales" la antigua Ryan muere y renace una nueva persona, posiblemente creyente o al menos que ha encontrado un nuevo sentido a la existencia, ya que ha luchado para ello.

Interesantísima película de la que como veis se puede sacar mucha miga espiritual... Os invito a verla desde estas perspectivas y a disfrutarla de nuevo 

sábado, 2 de mayo de 2020

Homilía Domingo IV Pascua Ciclo A

A los que nos gusta el cine, no nos importa el año en el que se rodó una determinada película, ni el número de veces que la hayas podido ver. El cine está considerado como el séptimo arte. Y por lo tanto, si una película es grande, no es como un producto de consumo que pierde valor porque se filmó en el siglo pasado, o porque tú ya la has visto y te sabes el final: Valoro como auténticas obras de arte cintas con más de 80 años "sobre sus espaldas", que no me canso de ver, y abomino de producciones incalificables, rodadas "la tarde antes de empezar este confinamiento".

Dicen que es de necio confundir calidad y precio, yo me atrevo a decir que lo que sí es de necios es que alguien piense o incluso diga: "Yo esa película no la veo porque es en Blanco y Negro"...

En el cine de la época dorada de Hollywood, los papeles estaban muy bien delimitados. En las películas donde el galán de turno era John Wayne, Gary Cooper, Humphrey Bogart, James Stewart, Charlton Heston o Tony Curtis, se sabía perfectamente desde el principio quién era el bueno y quién era el malo. Y esos roles se mantenían inalterables hasta el desenlace, que solía consistir en la victoria "del muchachito bueno", sobre su oponente, que era el malo de la película. Este malvado personaje solía ser interpretado y encarnado frecuentemente por actores poco agraciados físicamente como Edward G. Robinson, James Caigne, Richard Widmark, Lee Marvin, o el insuperable Jack Lemmon.

La belleza se equiparaba con la bondad. Y la maldad con la fealdad. Por cierto... siguiendo este patrón estético... no hay fealdad buscada más lograda, que la de los dos judíos que aparecen preparando la cruz de Cristo en el paso del Señor de las Penas. Tan geniales son en su fealdad, que dan nombre a toda una cofradía, a la cofradía mas populosa de Jerez: Los judíos de San Mateo.

Este patrón se corresponde con una idea maniquea de la realidad. El maniqueísmo es una corriente de pensamiento, (anterior al cristianismo), que consideraba o considera (aún hay mucho maniqueo suelto por ahí, como vamos a ver hoy) que en el mundo hay dos fuerzas que luchan para ver quien tiene la prevalencia: El bien y el mal.

Pues bien, conforme fue pasando el tiempo, este patrón maniqueo imperante en el cine, se fue difuminando: En el cine mas reciente, a partir del gran Alfred Hitchcock, pionero en el planteamiento de tremendos conflictos psicológicos en los personajes, los roles no están tan delimitados. A destacar, quizás como pistoletazo de salida de este nueva visión, la soberbia interpretación de Joseph Cotten en "La Sombra de una Duda" (el guapo y encantador tio Charly que resulta ser un asesino), o el educado y atento Norman Bates (Anthony Perkins en la extraordinaria "Psicosis").
Los largometrajes de Hitchcock resultan escalofriantes, no porque muestren cómo el mal asola el mundo, sino porque el mal es, con frecuencia, banal y cotidiano y deambula por el sitio que menos te lo esperes, o a través de la persona más insospechada... El genio de Hitchcock hizo que muchas personas tuviesen durante mucho tiempo pánico de los inofensivos pájaros del cielo...

A partir de ahí, y hasta nuestros días, se han prodigado películas en los que no impera ya ese patrón maniqueo, y en las que, a lo mejor ni el malo es tan malo, ni a lo peor, el bueno es tan bueno... Es decir... como la vida misma.

Esta superación del maniqueísmo en el cine me sirve para entender la frase que hoy Jesús pronuncia en el Evangelio:

"Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos".

Puerta. Entrar y salir. Y encontrar pastos abundantes. Esta es la clave de todo.

Jesucristo, el Buen Pastor se identifica con la puerta del aprisco. El aprisco es el refugio donde las ovejas tienen garantizado el sustento y la protección frente a los peligros. Es curioso que el Señor no dice yo soy el aprisco...sino "Yo soy la Puerta del aprisco". Es decir, Jesús dice que a través de Él, se podrá entrar y salir del aprisco y encontrar pastos dentro y fuera de él. Él es, por tanto, el filtro o el cauce que hace que el aprisco, o lo que hay fuera, tenga sentido y valor.

El exceso de prudencia de pensar que estando dentro del aprisco sin salir, se va a estar protegido de todo, puede ser engañoso. El ladrón pueda saltar por la valla, y entrar y coger a la oveja dentro y hacer estragos con ella, tan segura que se sentía.

Por lo tanto, para aquellos que tienen la tentación maniquea de pensar que el mundo es malo y solo nos salvará replegarnos dentro de las puertas de la Iglesia, este Evangelio es una seria advertencia: Una fe "de puertas para adentro" es una fe, no solo castrada, sino también muy peligrosa.

El maligno entra saltando por las ventanas, y llega hasta las entrañas mismas del aprisco (de la Iglesia) y puede destrozar a la oveja que no esté atenta y haya bajado la guardia, porque se sentía muy "protegida" dentro.

A veces en personas muy "recogidas" y piadosas, existen determinadas espiritualidades infantiloides que no han pasado por la Puerta que es Cristo. Esas espiritualidades pseudo-cristianas las resumiría en dos:

- Una fe sin caridad. Es verdad que la fe es confiar en Dios, y cargar con la Cruz de cada día, pero ... no toda cruz es cristiana. La "prueba del algodón" que valida la Cruz que viene de Dios, (y por tanto salva), ante la que nos hemos inventado nosotros, (y por lo tanto, no salva), es muy sencilla de aplicar. La expresa San Pedro en la segunda lectura: "Si obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios".

No es cristiano llevar una cruz arremetiendo contra el otro. Esa cruz, mal llevada así, no es aceptada por Dios: Por muy sacrificada que sea esa cruz, y por muy abnegada que sea la actitud con que se la cargue, la cruz si no nos lleva a ser caritativos con el prójimo, ni salva, ni por supuesto, es querida por Dios.

Y frecuentemente, olvidamos que la Caridad comienza por uno mismo. Luego cruces que no son caritativas con nosotros mismos, tampoco vienen de Dios. Así, la culpabilidad escrupulosa y enfermiza de algo que ya se confesó, y de lo que se obtuvo el perdón de Dios, no la ha puesto Él sobre los hombros de nadie. Esa cruz la ha metido el ladrón dentro del aprisco, es la voz del enemigo la que intenta confundir,... así que si estás cargando una cruz de ese tipo... te invito a que te liberes inmediatamente de ella.

- Una fe sin esperanza. El maligno puede hacer que personas con una alta "espiritualidad" vivan como dice el papa Francisco en su exhortación "Evangelii Gaudium" con un semblante de "pepinillos en vinagre". Viviendo una "eterna Cuaresma sin Pascua". Con miedo a todo lo que les rodea, con angustia por lo que pueda venir... Son personas que creen, que rezan, que van a Misa y comulgan,... pero que no tienen esperanza.

Como dice San Pedro también en la segunda lectura: "Muertos al pecado, vivamos para la justicia". Confiar en Dios es tener Esperanza. No somos masoquistas, ni Dios es un ogro que nos envía cruces para saciar su sadismo: somos personas de esperanza en Dios que saben que la Cruz no tiene valor en sí misma. Su sentido es ser camino de Salvación. Camino hacia la Gloria.

Al otro lado de la cara de la moneda maniquea, frente a los que se parapetan dentro de la Iglesia, a veces sin Caridad o sin Esperanza, y se muestran temerosos con todo lo que viene de fuera, están, los temerarios que se envalentonan y salen a pecho descubierto a buscar esos pastos abundantes con los que poder saciar sus ansías de felicidad. Pero como el dicho popular expresa: "no todo el monte es orégano". Si se sale al monte por una puerta que no es Cristo, esa aventura te va a conducir irremisiblemente a un inmenso abismo de peligros e inseguridades, de las que no vas a ser capaz de salir con tus propios conocimientos y tus limitadas fuerzas. Es decir, ni quedarse en el aprisco es tan seguro, ni salir de él, puede que sea tan beneficioso.

La seguridad psicológica que nos da tener una visión maniquea del mundo, de las cosas y las personas, la dejamos para el Hollywood dorado,... en la vida real, y como Cristo, el Buen Pastor, nos previene hoy, ese dualismo, queda puesto en entredicho: Él es la Puerta, Él es el único Valor Absoluto, Él filtra lo que es bueno o conveniente... el resto de personas, cosas o situaciones, a veces las menos insospechadas,... serán o serón.

Esta Liturgia de la Palabra de este Domingo nos invita a salir de conductas cristianas infantiles, a veces alentadas por determinadas espiritualidades, que señalan, en exceso, qué se puede y qué no se puede hacer, a dónde se puede y a dónde no se puede ir, qué libro se puede o no se puede leer,...

El cristiano adulto es aquel que ha madurado y reconoce entre muchas otras voces, la propia voz de Jesús: "Cuando el Buen Pastor ha sacado todas las suyas del aprisco, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz".

El Evangelio de hoy por lo tanto, nos invita a centrar nuestra vida en Cristo. Solo Él es digno de ser escuchado y seguido incondicionalmente. Como ovejas suyas que somos, tenemos que familiarizarnos con su voz, para evitar que nuestra propia voz, o la voz del enemigo, a veces con tintes angelicales, nos confundan. Por ello, la prioridad en nuestra vida, no puede ser otra que la de hacer todo lo posible para identificar y escuchar la voz del Buen Pastor. Familiarizarnos con ella y reconocerla en cualquier medio y circunstancia. Esto, evidentemente requiere muchas horas de oración, de Biblia y de Sagrario... Con la salvaguarda del Sagrario... que desgraciadamente no es, en estos momentos, todo lo accesible que quisiéramos...¿Has empleado, o al menos, piensas emplear a partir de hoy, este confinamiento para ese aprendizaje?

Si tu respuesta es afirmativa, esa será la clave de tu discipulado. Esa será la clave que te hará experimentar en medio de múltiples dificultades y tribulaciones, lo que dice el Salmo Responsorial de hoy, el Salmo 22:

"El Señor es mi pastor, nada me falta. Aunque camine por cañadas oscuras nada temo porque tu vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan".

Que ese Cristo, Buen Pastor, puerta del aprisco nos colme de bendiciones y nos ayude a vencer todos y cada unos esos obstáculos que el tentador, nos pone en nuestro camino con intención de engañarnos.

Luis Salado de la Riva