sábado, 25 de enero de 2014

Reflexión desde el corazón

Llevo un par de semanas que por motivos personales no encuentro tiempo para escribir nada de calidad. De hecho, esta semana tenía pensado hacer una paradita de esas de las mías hasta que las musas volvieran.

Pero anoche, acostado ya, al ir a apagar el móvil, entré por última vez en una red social y leí esta auténtica maravilla que hoy comparto con vosotros.

Su autora es Ángeles Caso, periodista y escritora gijonesa de la que desconozco sus inclinaciones políticas o religiosas. A diferencia de otras entradas, no voy a indagar en su vida ni me voy a documentar, ya que como os comento no tengo tiempo. Supongo que un ramalazo cristiano tiene en su vida, ya que lo que escribe lo es, y sino, la incluyo dentro de lo que Karl Rahner (el mayor y más grande teólogo del siglo XX) llamó "los cristianos anónimos" y me quedo tan ancho.

Espero que lo disfrutéis porque verdaderamente merece la pena que le dediquéis cinco minutos.

Por cierto, gracias a Pilar, la madre de mi amigo Javi, que fue la que lo colgó y lo compartió en su muro: 

"Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.

Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.

Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.

Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.

También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.

domingo, 19 de enero de 2014

Imágenes con mensaje cristiano

Inauguro hoy esta nueva sección en la que pretendo recoger aquellas imágenes o mensajes que me impactan y que puedan formar una buena colección a la larga.

Pretendo que no sean las típicas imágenes de Cristos o Vírgenes, sino aquellas que tengan un mensaje cristiano implícito o sugerente sobre distintos valores o virtudes afines a la doctrina cristiana.

Comenzamos hoy con estas palabras de Bertold Brecht, dramaturgo y poeta alemán, hijo de padre católico y madre protestante (todo un ejemplo de ecumenismo…). Su vida fue una continua crítica al sistema, primero al Nacional-socialismo de Hitler y después al desencanto que le produjo el comunismo. Encontró en el arte y en su oposición a la guerra la fuente de su obra. Pacifista convencido, sus obras destacan por su oposición a todo tipo de violencia, especialmente a los nacionalismos y al generado por todo tipo de ideología política.

El mensaje al que hoy nos referimos es un alegato a la perseverancia. Una virtud nada fácil en nuestros días pero que a la larga tiene su reconocimiento. Aunque sea en un muro semiderruido.

sábado, 11 de enero de 2014

Para qué (Juanes, 2001)

Después de comentar hace unos meses “A Dios le pido” de este mismo autor, hoy os presento otra canción del cantante colombiano. En este caso, más que una oración como en aquella ocasión, nos encontramos con una reflexión sobre el sentido de la vida, y aunque no sea específicamente cristiana, si que comulga al 100% con la doctrina católica sobre el fin de nuestras existencias. Ninguna gloria ni ningún bien material de este mundo perdurarán, sólo el bien que haya en nuestras almas nos será útil a la hora del encuentro definitivo con el Padre. Preparando esta entrada se me ha venido a la mente el pasaje de la Primera Carta a Timoteo 6, 7-12, con un mensaje casi idéntico al de la canción. Creo sinceramente que es un gran complemento a la canción de Juanes. Como siempre os dejo ambos para que los comparéis, y porqué no decirlo, para que recéis con ellos…

“Porque nosotros no hemos traído nada al mundo 
y nada podemos llevarnos de él.
Mientras tengamos comida y vestido, estemos contentos con eso.
Los que quieren enriquecerse caen en la tentación, 
en el lazo y en muchas codicias insentatas y perniciosas 
que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición.
Porque la raíz de todos los males es el afán de dinero, 
y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe 
y se atormentaron con muchos dolores.
Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas; 
corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, 
de la caridad, de la paciencia en el sufrimiento, de la dulzura.
Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna 
a la que has sido llamado y de la que hiciste aquella solemne profesión 
delante de muchos testigos.”




¿Para qué las joyas
que cubren tu cuerpo?
¿Para qué el dinero
de cien años de trabajo?
¿Para qué la fama
de los intocables?
¿Para qué las falsas caras
de lo cotidiano?

¿Para qué?, ¿Para qué?
¿Para qué?, ¿Para qué?

¿Para qué los lentes
que cubren tus ojos?
¿Para qué el cansancio
de cien años de trabajo?
¿Para qué matarse
por las apariencias?
¿Para qué dejar
que nos acabe la violencia?

¿Para qué?, ¿Para qué?
¿Para qué?, ¿Para qué?
¿Para qué? ¿Para qué?
¿Para qué?, ¿Para qué?

Si a la tumba no se lleva
ni el dinero ni el poder.
Si a la tumba no se lleva
ni el dinero ni el poder.

Sólo lo que en el alma queda.
Sólo lo que en el alma queda.
Sólo lo que en el alma queda.
Sólo lo que en el alma queda.

Si a la tumba no se lleva
ni el dinero ni el poder.
Si a la tumba no se lleva
ni el dinero ni el poder.

Sólo lo que en el alma queda.
Sólo lo que en el alma queda.
Sólo lo que en el alma queda.
Sólo lo que en el alma queda.

viernes, 3 de enero de 2014

Representación de la Navidad

Como siempre suelo decir, no sé si esta historia que he encontrado dando vueltas por las redes sociales es real o inventada, lo que sí sé es que tiene una ternura y un desenlace conmovedores, por ello la quería compartir con vosotros.

Me llamo Rosarito, tengo 11 años y estoy muy contenta. En mi pueblo hemos representado el nacimiento de Jesús justo el día de Navidad. Todos dicen que yo soy una niña especial. Los mayores dicen que tengo un síndrome de nosequé, y no puedo memorizar mucho. Quería ser la Virgen María, pero me dijeron que era imposible para mi, que mejor que la viera con el resto del pueblo. Yo querí­a estar en la obra, con mis compañeros. Lloré tanto que a mi maestra le dio pena dejarme fuera y me dio un papel pequeño: el de la mujer del posadero que le decía a la Virgen y a San José que la posada estaba llena. Sólo tenía que asentir con la cabeza a lo que mi marido les dijera y decir una frase muy corta.

El dí­a de la obra, el teatro estaba a reventar; hasta habí­a gente de pie. Yo estaba muy nerviosa, no recuerdo otro día igual en mi vida... Allí estaban mis padres, mis abuelos, mi familia... todos pendientes de la obra y de mi. La obra avanzaba, y cuando llegaron a la parte en la que llegan José y Marí­a a la posada, las piernas me temblaban como dos flanes...

José llamó a la puerta y salímos Jorgito -mi marido- y yo, con el precioso traje de época que me había cosido mi madre. Jorgito se adelantó y recitó a la perfección sus palabras:

"Lo siento mucho. Hay muchos forasteros debido al Censo y no tenemos sitio en la posada, ¿Verdad, esposa?"

Llegaba mi turno. Asentí levemente con la cabeza, y abrí la boca, pero al ver a la joven pareja y sobre todo a la Virgen María, embarazada de quien iba a ser nuestro salvador, se me llenaron los ojos de lágrimas y les dije:

"No, no... Pasen, pasen, ellos pueden dormir en nuestra cama y tú en ese sillón, que yo dormiré en el suelo"

Recuerdo que hubo un silencio intenso en la sala y a muchas personas se les salieron lágrimas como a mi. Los niños se miraron un rato desconcertados, pero luego todos sonrieron y seguimos la obra en la posada en lugar de en el mugriento establo que estaba preparado.

Al final la obra fue un éxito, todos me felicitaron, y recuerdo que hasta Don Marcelo, el cura del pueblo que fue a ver la obra, nos felicitó a todos. Al llegar a mi, me dijo con una cara muy sonriente:

"Muy bien, Rosarito, lo has hecho muy bien. No era exactamente lo que esperaba, pero no me importa. Esta noche vuelvo a confiar en la inocencia y la bondad de las personas...."