lunes, 24 de abril de 2023

El cuento de la naturaleza humana: El sabio y el escorpión

Sigue aumentando la colección de "Historias para pensar" ya que con este post llevo 62, una buena colección de relatos que encierran un mensaje profundo. En el caso de hoy se ilustra toda una reflexión sobre la naturaleza humana: El ser humano, de por sí, ¿Es bueno, neutro o malo?, ¿Dependen sus comportamientos -y sus acciones- de la educación recibida y del contexto social en el que vive o hay una predisposición interna a ser "buenos" o "malos" por naturaleza"?.

Es imposible resumir en unas líneas todo el pensamiento que encierra estas preguntas, ya que tanto la gran variedad de corrienes filosófícas como las distintas religiones han intentado de alguna manera responder a estos interrogantes. Incluso dentro del cristianismo, por ejemplo, hay matices. La doctrina católica, por ejemplo, piensa que toda persona nace "mala" por naturaleza (fruto del pecado original) pero sostiene que esa "maldad" es borrada inmediatamente al ser bautizado, restaurando la bondad en el ser humano, quien con su libertad puede elegir vivir en ese estado de gracia de Dios. El luteranismo, por el contrario, es más pesimista antropológicamente hablando, y sostiene que esa "maldad" no es borrada completamente, afirmando que la naturaleza humana tiene un carácter pecaminoso de por sí, negando el libre albedrío de la persona y concluyendo que solo seremos salvados por la gracia de Dios, nunca por nuestras buenas obras.

Independientemente de este debate, aquí va el cuento-relato para hacernos pensar un rato. 

Un hombre sabio paseaba junto a su discípulo por la orilla de un río. Durante su camino, vio como un escorpión caía al agua y se ahogaba, decidiendo inmediatamente salvarlo sacándolo del agua con sus propias manos. Una vez el escorpión se posó en su mano, el animal le picó instintivamente. El fuerte dolor del pinchazo hizo que al sabio se le cayera el escorpión, volviendo al agua y hundiéndose poco a poco. El anciano sabio intento de nuevo con su otra mano salvarlo de una muerte segura, pero por segunda vez el animal le picó, provocando nuevamente que el escorpión se cayera al agua. La historia se repitió por tercera vez. El discípulo del sabio, pensando que su maestro estaba poseído por la locura, decidió romper el silencio de la situación con un par de preguntas:

- "Maestro, ¿Por qué intentas salvar a ese escorpión?, ¿No se da cuenta de que su naturaleza es la de picar?", inquirió de manera atrevida.

El sabio, manteniendo la calma y sonriendo, le respondió:

- "Lo sé, pero mi naturaleza es la de ayudar y salvar a quien lo necesita".

Finalmente, el sabio tomó un palo largo y, acercándoselo al escorpión, consiguió sacarlo del agua sin sufrir esta vez su picadura.

Respecto al debate anterior (si hay una naturaleza de bondad o de maldad en cada ser humano) cada cual que se sitúe donde quiera, pero creo sinceramente que parece evidente que en el mundo hay personas que tienden a hacer obras buenas y otros escogen por el contrario el camino del mal. Que sea fruto de su naturaleza, de sus condicionantes externos o de sus elecciones vitales no soy yo quién para juzgarlo. Allá cada uno con su conciencia. Pero ojalá hubiera en este mundo más personas como el sabio del cuento, que se preocuparan de ayudar a los demás sin importarle el perjuicio que ello le provocaba a nivel personal. 

lunes, 17 de abril de 2023

El diario de María (Martín Valverde, 2009)

Sé que estamos aún en Pascua y quizás no sea el momento más adecuado para este post, pero en los oficios del Viernes Santo escuché por primera vez esta canción y literalmente se me puso la piel de gallina. Se trata de una canción del compositor costarricense Martín Valverde que han cantado en diversos álbumes artistas como Mónica Arroyo o la argentina Athenas

La letra es sencillamente conmovedora, un poema difícil de igualar. Es imposible resumir en tan pocas palabras los sentimientos de la Virgen María al perder a su hijo, a su "niño" injustamente crucificado. Se compone de doce cuartetas en las que María va desgranando sus sentimientos desde la Anunciación en Nazaret hasta el final (aparente) en el Monte Calvario. Precisamente el único "pero" que se le puede poner a la canción es que no recoja el momento de la resurrección. Pero tiene un sentido: al ser un poema ubicado geográficamente en el Gólgota, al pie de la cruz, debe faltar forzosamente el momento de la alegría pascual. Tanto el tono, el ritmo y el sentimiento de la canción lo requieren. No es una canción de Gloria sino de duelo. Para cubrir ese vacío, las últimas palabras de la Virgen María transmiten una fe inquebrantable en su momento existencial más difícil. 

Cuando la escuchaba se me venían a la mente las imágenes de la película "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson. Seguramente no he sido el único al que le ha pasado esto, pues al buscar la canción he visto este vídeo de Youtube que aúna las dos cosas y que me parece absolutamente sublime. 

Os dejo la letra y el vídeo, poco más se puede decir que no estropee lo bello y lo emotivo de la canción y de las imágenes.

Únicamente añadir que si Santa Teresa de Ávila dijo que "El que canta ora dos veces" con esta canción-oración creo que habría que multiplicar por tres....


Letra:

Te miro a los ojos
y entre tanto llanto,
parece mentira
que te hayan clavado.

Que seas el pequeño
al que he acunado,
y que se dormía
tan pronto en mis brazos.

El que se reía
al mirar el cielo,
y cuando rezaba
se ponía serio.

Sobre este madero
veo aquel pequeño,
que entre los doctores
hablaba en el templo.

Que cuando pregunté
respondió con calma,
que de los asuntos
de Dios se encargaba.

Ese mismo niño,
el que está en la cruz,
el Rey de los hombres,
se llama Jesús.

Ese mismo hombre
ya no era un niño,
cuando en esa boda
le pedí más vino.

Que dio de comer
a un millar de gente,
y a pobres y enfermos
los miró de frente.

Rió con aquellos
a quienes más quiso,
y lloró en silencio
al morir su amigo.

Ya cae la tarde,
se nublan los cielos,
pronto volverás
a tu Padre Eterno.

Duérmete pequeño,
duérmete mi niño,
que yo te he entregado
todo mi cariño.

Como en Nazaret
aquella mañana:
¡He aquí tu sierva,
he aquí tu esclava!

sábado, 8 de abril de 2023

¡Feliz Pascua de Resurrección!

Hace una semana explicaba en mi anterior entrada que no puede haber dos Semanas Santas iguales. Hoy la idea se repite: Es imposible que haya dos alegrías pascuales idénticas. Cada año celebramos litúrgicamente la resurreción de Cristo -bien en la Vigilia Pascual o bien en la misa del Domingo de Resurrección o de Pascua- pero con dos matices que diferencian inevitablemente a un año de otro:

1: Cada año estamos un año más cerca de nuestra propia muerte, esa certeza es indiscutible aunque a veces queramos posponer esa realidad o no queramos pensar en ella. Nuestra existencia terrena es finita, y en la medida que nos hacemos autoconscientes de ello aprovechamos mejor el tiempo presente.

2: Como decíamos la semana pasada, nuestro contexto existencial, personal, familiar, laboral o social -al menos alguno de ellos- es distinto cada año, por lo que nunca puede haber dos Pascuas idénticas. Por muy estable que sea nuestra vida siempre hay un matiz diverso al año anterior.

La Pascua es un tiempo para repetir: Cristo ha resucitado, ¡Aleluya!. Esa alegría no nos la puede arrebatar nadie, y ¡Ay de aquellos que no lo han descubierto aún en sus vidas!. Nuestra misión como bautizados es trasladar esa noticia al mundo, ya que no hay situación política, guerra, terremoto o pandemia que pueda acabar con esa ilusión y esa esperanza.