sábado, 28 de marzo de 2020

Homilía Domingo V Cuaresma Ciclo A "Resurrección de Lázaro"

«Lázaro ha muerto, (...) vamos a su casa.» Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Y dijo Marta a Jesús:
-«Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.»

Jesús vivió 30 de sus 33 años de vida en el más absoluto de los anonimatos. Y los 3 años que vivió "públicamente", no se mató con prisas y con stress para llegar a cuantos más sitios y personas mejor. Su amigo Lázaro acababa de morir, y el llegó a su casa cuatro días después de que éste se enterrara: ¡Cuatro días después!. No, no se murió el Hijo de Dios de un infarto o de ansiedad para llegar allí cuanto antes. Se tomó su tiempo y tardó cuatro días en llegar a una aldea que estaba a sólo tres kilómetros de distancia. En mi meditación personal, muchas veces me he preguntado qué estaría haciendo Jesús durante esos cuatro largos días...

Estos días de confinamiento que estamos viviendo, nos enseñan a descubrir que ninguno de nosotros es imprescindible. Si el Hijo de Dios pasó 30 años de puntillas por esta vida, y durante los otros tres, tampoco es que se matara por ir corriendo a los sitios...¿Quiénes somos nosotros para creernos tan importantes y creer que son tan fundamentales nuestros quehaceres?

Los que formamos parte de la Iglesia, también podemos caer en esa tentación de creernos imprescindibles. Leía el otro día al obispo de Teruel, D. Antonio Gómez, que en un escrito dirigido a sus sacerdotes, afirmaba lo siguiente:

"Algunos sacerdotes se han puesto muy nerviosos y nos han llenado los medios habituales, con los que nos solemos comunicar, de oraciones, llamadas a rezar, la posibilidad de seguir la Misa por streaming, nos han enviado link, para poder ver el Santísimo expuesto … Parece que algunos tenemos miedo al vacío, si no se nos ve o se nos escucha, y olvidamos que una de nuestras tareas es la oración por los demás. Tendremos que medir cuánto hay en todo este despliegue mediático de un afán insuperable de protagonismo".

Aquí está la piedra angular de estos días de confinamiento. Quizás Dios se haya valido de esta pandemia, para que nos paremos por fin, y dejemos de una vez por todas, que Él sea Dios. Y no nos endiosemos a nosotros mismos y a nuestras tareas, como si éstas fueran imprescindibles por muy sagradas que éstas sean.

Dice así, en su escrito el obispo de Teruel: "¡Hay tantas mujeres y hombres creyentes en el mundo, que celebran la Eucaristía cuando pasa el misionero (a veces pasan meses) y viven su fe con gran integridad!". Y yo humildemente completo: ¿nos creemos mejores cristianos que otros, porque en este tiempo en el que se nos has pedido permanecer en nuestras casas por el bien de todos, celebremos o asistamos a la Eucaristía?, ¿No estaría más orgulloso de nosotros Cristo si ofreciéramos este doloroso ayuno eucarístico como ofrenda para la salvación de todos, en vez de desatender las indicaciones de las autoridades (que digo yo, algo sabrán del virus) para salir a comulgar buscando por supuesto nuestro egoísta provecho personal, sin respetar el bien del prójimo?.

Hecha esta introducción, el Evangelio de este Domingo nos habla de muerte y resurrección.

"Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella".

La frase con la que se inicia este fragmento del capitulo 11 de San Juan que nos ilustra en este V Domingo de Cuaresma, Domingo de Pasión, tiene la misma melodía que la de la semana pasada: «Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios".

Si la semana pasada, y con el trasfondo de esta pandemia de Covid 19, reflexionábamos como el mal no es consecuencia de un castigo divino por el pecado. En esta semana, se nos invita a reflexionar como la muerte no es el destino final de nadie, Dios no quiere que ninguno de sus hijos muera, y por lo tanto, la muerte no es la constatación de que Dios o no es bueno, o es impotente o no existe, sino que es la puerta de entrada para el encuentro glorioso con Él.

La muerte está siempre ahí. Y nuestra tentación es evadirnos y no pensar en ella. Pero esa técnica resulta bastante difícil de aplicar en estas circunstancias, en las que vemos cada vez que encendemos la tele, que un minúsculo bichito se está llevando diariamente de este mundo a cientos de personas sólo en nuestro país.

En mis casi 20 años de sacerdocio he visto ya a muchas personas enfrentarse con la muerte. Como párroco, y sobre todo como capellán de hospital he tenido la oportunidad de ver a muchas personas morir.

No todo el mundo muere de la misma forma. Hay personas que se mueren de repente y no tienen tiempo para planteamientos trascendentales. Hay otras personas que no creen en Dios y no llaman a un sacerdote para que los socorra, pero hay otras (de estas si tengo experiencia) que saben que su enfermedad es incurable y como creyentes buscan al sacerdote para agarrarse a Dios.

Los que me conocéis, sabéis de mi inclinación a dividir las cosas en grupos. Yo sé, que está división que hoy propongo, no es científicamente exacta, pero podría dividir en cuatro, los grupos de personas, que sabiendo que se mueren, han solicitado mi asistencia como ministro del Señor:

- El primer grupo de personas, es el grupo de aquellos que sienten una gran culpa por cómo han vivido. Una culpa que les hace confesar varias veces el mismo pecado, o los mismos pecados, no quedándose tranquilos de que esos pecados se hayan perdonados. Resulta muy curioso que las personas que suelen morir así, suelen ser las que en teoría deberían ser mas religiosas. Personas, en muchos casos, consagradas a Dios, que quizás no vivieron su vida con toda la honestidad o bondad que debían (que tire la primera piedra el que si lo haga), pero que en el fondo, mueren desconfiando del AMOR de Dios, y del poder del Sacramento de la Penitencia que borra para siempre los pecados confesados.

- El segundo grupo, sería el de los que afrontan la muerte con miedo. El miedo es algo humano, y creo que en cierto modo necesario. Valiente no es el que no tiene miedo (ese es un temerario) sino el que es capaz de enfrentarse y vencer sus miedos. Es normal que ante la barrera que supone la muerte, aparezca la duda y el miedo. A veces incluso la angustia. Pero la fe es el única arma que nos puede sacar de ahí. Si tenemos fe podremos, como a San Pedro, andar sobre las aguas sin temor a hundirnos (Mt 14, 28- 31).

- El tercer grupo es el de los que se dejan llevar por la tristeza y el desánimo. He tenido la desgracia de asistir a personas que presas de la depresión, no eran capaces ni siquiera de abrir los ojos para mirarte. Morir sin esperanza. Morir desesperado. Dios nos libre de vivir de esa manera la muerte y nos de la gracia de morir como una pacífica entrega de nuestra vida en las manos de Dios. "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46)

- El cuarto tipo de personas que he tenido la inmensa fortuna de acompañar a morir, es el de las personas que han muerto con Fe, sabiendo que Dios era su Padre y que iban a entrar en una vida nueva junto a Él. Los mejores testimonios de fe en Dios, no los he recibido desde ningún púlpito de ninguna Iglesia ni de ninguna Catedral, sino al pie de la cama de ciertos enfermos que, con una sonrisa en los labios, vencían sus dolores y sus miedos, en la esperanza de que estaban ya en la antesala del Reino de los Cielos. Aún se me ponen los bellos de punta, recordando esos testimonios, que este privilegiado sacerdote recibió de hombres y mujeres, cristianos como tú y como yo, que creyeron a pies juntillas, la afirmación que Cristo hace hoy en el Evangelio:

«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»


Luis Salado de la Riva

martes, 24 de marzo de 2020

Millones (Millions, Reino Unido, 2004)

El otro día vi Millones, una película del original Danny Boyle que me sorprendió por su contenido religioso (el cual desconocía) y la propuesta que hace para una reflexión sobre ciertos valores.

Vamos por partes. Primero, el argumento. Damian (nombre que paradójicamente en el Cine está ineludiblemente asociado al diablo...) es un niño de unos 7 años que tras la muerte de su madre se ha refugiado en su imaginación, en estudiar la vida de los santos y en su fe para salir adelante. Su hermano mayor, Anthony, es mucho más realista que él, con una mentalidad más científica y objetiva que encaja más con los pensamientos de su padre. Un día, Damian, escondido en una casa de cartón en la que se refugia y juega, recibe de manera fortuita una mochila repleta de dinero que alguien ha lanzado desde un tren. Resulta que ese dinero estaba destinado a ser destruido, pero el propósito de Damian es compartirlo con los más pobres... Sin embargo, quien tiró el dinero busca recuperarlo, lo que provoca a su vez una trama de intriga y una pequeña dosis de acción...

El matiz religioso viene dado por las continuas visiones que Damian tiene de diversos santos que se le aparecen para conversar con él. Santa Clara, San Francisco, San Nicolás, San Pedro, los mártires de Uganda... van apareciendo sucesivamente y revelando cómo es el Cielo y cómo es la vida en el Paraíso. San Pedro ofrece una explicación algo surrealista del milagro de los panes y los peces, en una de las escenas que para mí es prescindible. Estas apariciones suelen tener un matiz jocoso, pero los diálogos son interesantes y se prestan a la reflexión. El tema de la resurrección y la vida después de la muerte son tratados en un diálogo padre-Damian con una perspectiva de ateísmo:
- Papá, ¿no quieres ir al cielo?
- Mira a tu alrededor, Damian. Estamos solos. Nadie nos sonríe desde arriba, nadie nos cuida, así que nos hemos de cuidar nosotros
- Pero mamá...
- Ha muerto Damian, no volverás a verla más ni yo tampoco.
Esta perspectiva tiene un punto de inflexión: la madre de Damian vuelve del más allá para transmitirle un mensaje a su hijo, ante la atónita mirada de Anthony quien experimenta a partir de entonces una cierta conversión.  

Respecto a la reflexión en valores hay varios temas que se apuntan. El primero y más obvio es si se puede utilizar un dinero que no es propio para darle un buen fin. ¿Es ético ayudar a los demás con un dinero que no te corresponde...? Dando un paso más, yo me cuestiono, ¿se pueden hacer obras de caridad con un dinero que por ejemplo se sabe que procede del narcotráfico o la prostitución...? Son muchos los casos en los que situaciones similares se han producido, y a buen seguro que la respuesta a estas preguntas no es sencilla. Junto a ello aparece el tema de la familia como núcleo afectivo, núcleo que puede romperse por causas naturales (muerte) o personales (divorcio) y los trastornos que ello produce, junto a personas que vienen a rellenar esos huecos y el difícil encaje que ello tiene, sobre todo cuando hay niños pequeños por medio. El film no aborda estos temas de manera directa pero la problemática está presente y recorre toda la trama. Junto a estos temas aparece una clara reflexión sobre los bienes materiales. No producen la felicidad, son algo secundario en la vida pero siempre vamos a tener dos formas de usarlos en la vida: de manera egoísta y hedonista o de manera altruista. Saberse situar en esta segunda opción es la que a la larga concede la felicidad y la paz interior. 

Como conclusión diría que se trata de una película interesante, sorprendente y con un matiz moralizante que puede ser utilizada como recurso catequético, si bien es cierto que hay que matizar algunas escenas y diálogos, como he apuntado anteriormente. 

domingo, 22 de marzo de 2020

Homilía IV Cuaresma Ciclo A

Homilía de mi hermano hoy. Me pide que la divulgue por si a alguien le puede reconfortar en estos días difíciles. Por cierto, en estos días de caos y confusión he leído en las redes sociales a los oportunistas de turno hablando de que los curas no hacen nada y demás demagogia pseudo progresista. Mi hermano ya ha tenido que ir al Hospital de Jerez a dar dos unciones de enfermos y al Tanatorio a celebrar una exequia, poniendo en juego su vida y la de mi madre de 75 años con la que convive. Dios quiera que no necesiten sus servicios quienes critican a la Iglesia tan alegremente sentados en el teclado de su ordenador.

DOMINGO IV CUARESMA CICLO A

"En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.
Y sus discípulos le preguntaron:
-«Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?»
Jesús contestó:
-«Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios".

Así comienza este Evangelio que corresponde al capítulo 9 de San Juan y que nos acompaña en este Domingo cuarto de Cuaresma.

En las circunstancias actuales que estamos viviendo, no faltan, quienes como los discípulos, piensan que está pandemia del Covid 19, no es sino un castigo de Dios, una seria advertencia como respuesta al pecado que inunda el mundo y del que Dios ya está hasta las narices.

Detrás de este pensamiento, que ya estaba en la mentalidad de los discipulos y de los judíos de la época de Jesús, está contemplar a Dios como un ogro justiciero que "es capaz de liarla" cuando menos te lo esperes.

Quizás los más mayores recordaréis, como de niños, siempre había un cura que se encargaba de recordar la conveniencia de estar en Gracia y no ofender a Dios, no como respuesta al amor de Dios, sino porque si pecabas mortalmente, el de arriba no se andaba con contemplaciones y te podía condenar. Era un Dios al que había que temer más que amar. (¡Qué triste que algunos todavía sigan creyendo en un Dios asi!).

Afortunadamente, y a pesar de la tentación del ser humano de crear un Dios a su imagen y/o conveniencia, hace 2000 años, Jesucristo, el Hijo de Dios, dejó claro que el mal no es castigo de Dios por el pecado, sino oportunidad de encuentro con Él. Luego parafraseando las Palabras del Señor, podemos afirmar que: "Este virus está para que se manifieste a través de él, las obras de Dios".

El objeto de esta reflexión, apoyándonos en la Palabra de Dios, es tratar de huir de toda angustia innecesaria y abrir una mirada de fe, para contemplar con agrado y esperanza, como Dios está a nuestro lado, y podemos repetir con fe, las palabras del Salmo responsorial 22 que hoy nos acompaña: "Aunque camine por cañadas oscuras de virus y pandemia, nada temo porque tu vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan".

Me atrevo a proponer tres fuentes donde podemos encontrar esas obras de Dios que se manifiestan en el coronavirus.

1. Ante la situación de confinamiento que vivimos la práctica totalidad de la ciudadanía, muchas de nuestras Iglesias han cerrado. Otras siguen celebrando sin prácticamente asistencia de fieles. En circunstancias normales, esto sería el acabose y un serio motivo de preocupación. Pero no, las Iglesias no se han cerrado por un ataque o persecución de elementos externos, sino por responsabilidad y amor al prójimo de los que formamos parte de ella.

En este tiempo de Cuaresma en el que la Iglesia nos invita cada año a practicar ayuno, y algunos, los más osados, dejan de fumar, beber cerveza o comer chocolate. Este año, recibimos la propuesta de ayunar de lo más importante: la Comunión.

Una Comunión que a veces hemos podido convertir en una rutina o en un "otra vez es Domingo". Vivamos este ayuno eucarístico como una gracia que Dios nos envía para valorar de veras la grandeza de lo que recibimos cuando comulgamos.

Bien aprovechado, este desierto de Comunión quizás sea una gracia que Dios nos envía para no ir a Misa ni comulgar nunca más pensando en las musarañas (o en los pangolines).

2. Siempre decimos que lo más importante son la familia, la salud, los amigos, nuestra fe en Dios... Pero lo cierto es que nuestro obrar a veces no se corresponde con esas supuestas prioridades:

Trabajos que absorben nuestros horarios, esposo o esposas o hijos desatendidos porque tengo que ir al fútbol, al bar, a la Hermandad, al gimnasio, ... vidas con prisas y estresantes, excesos en la comida o en la bebida que cercenan nuestra salud, abandono de la oración...

Ahora que no hay trabajo, ni gimnasio, ni bares, ni Hermandad, ni fútbol,... ahora que sólo tienes junto a tí a lo que dices que es verdaderamente importante en tu vida: Dios y los tuyos, ... dale gracias a Él por todo lo mucho y bueno que te ha dado y que a veces has descuidado tanto. Y disfruta de tu mujer, de tu marido, de tus hijos, de tu hogar, de la salud, de la fe.... Eres alguien afortunado. Estés con quien estés, y vivas con quien vivas, aunque estés sólo o incluso enfermo... seguro que hay muchas cosas de las que puedes y debes dar gracias a Dios.

3. Cuando era niño recuerdo que un profesor nos dijo en clase... "cuando abres un grifo en casa y sale agua o enciendes un interruptor y hay luz... ¿Sabéis la cantidad de personas que hay detrás para conseguir "ese milagro"?

Esta crisis nos ha servido, y creo que eso es también don de Dios, a valorar el esfuerzo y la dedicación de tantas personas, que aunque no las veamos, ni creamos necesitarlas, están siempre ahí. No estamos solos. Y Dios pone ángeles de la guarda para cuidarnos a cada uno en individual y a todos en general.

Quizás sea el momento de entrar en esa humildad de reconocer que sin Dios y los demás no somos ABSOLUTAMENTE NADA, y dar gracias a Dios por sus cuidados que nos llegan a través de hermanos nuestros que priorizando el bien común al suyo propio, se juegan el pellejo por todos y cada uno de nosotros: personal sanitario, fuerzas y cuerpos de seguridad, trabajadores en alimentación, farmacias, transporte, limpieza, ... ¿Y por qué no? capellanes de hospitales y tanatorios, donde un servidor en nombre de Cristo sigue haciendo de Ángel de la guarda de aquellos que sufren. Haciendo realidad las palabras del Salmo 22, el Señor es mi pastor, nada me falta: "aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo, tu cara y tu cayado me sosiegan".

Decía San Rafael de Arnainz "Dichoso el que es capaz de ver la Voluntad de Dios en todo cuanto sucede".

Sirva está reflexión para tratar de descubrir esa Voluntad de Dios que en lo torcido de la vida, sigue escribiendo derecho y bien derecho, para que podamos decir con seguridad y confianza:

"Este virus está para que se manifieste a través de él, las obras de Dios".

Que Dios os bendiga a todos.

Luis Salado de la Riva

miércoles, 18 de marzo de 2020

Coronavirus y Apocalipsis

Era inevitable. La psicosis ha llegado ya y es necesario realizar una entrada sobre coronavirus. ¿Será estaDe lo mejor que he leído últimamente es esta reflexión que hoy comparto con vosotros, y después realizo la mía propia:

Malas noticias: tengo un amigo médico trabajando en China, y ¡me ha dicho que vamos a morir todos! ¡Allí ya ha pasado! no hay salvación posible, ¡es muy grave!

Primero morirán los de más edad, y así sucesivamente ¡iremos muriendo todos! 

Dice que aprovechemos antes de morir para intentar ser felices al máximo, ayudar a todos los que podamos, ser solidarios, disfrutar la vida, olvidarnos de envidas, de lo material, pasar todo el tiempo que podamos con nuestros seres queridos y decirles cuánto los queremos....

Dice que morirán primero los de más de 85 años, después los de 75, etc, etc

La dinámica es la siguiente: A los de 50 dice no les quedan más que unos 40 años; a los de 40 pueden quedarles unos 50 años....incluso los que ahora tienen 30 no vivirán más de 60 años... ¡es una tragedia! Insiste en que antes de morir intentemos aprovechar la vida al máximo y ayudar todo lo que podamos a la gente….....

Efectivamente si algo bueno tiene esta historia es que nos ha hecho conscientes de que todos vamos a morir, antes o después todos dejaremos este mundo. Hemos vivido sin querer ser conscientes de ello salvo cuando se nos muere un ser querido. Ahora esta conciencia es generalizada y el miedo a la muerte ha aflorado con toda su intensidad. Esto sin duda nos va a hacer valorar cada minuto de nuestras vidas y lo verdaderamente importante. Podemos vivir sin fútbol, sin toros, sin cines o sin bares. Sin pasear, sin playas, sin hacer ejercicio.... Pero no podemos vivir sin amor, sin sentirnos queridos por la familia y los seres queridos. Todo lo anterior está muy bien y algún día lo recuperaremos, pero ahora mismo es una oportunidad para recuperar tiempo útil con nuestros seres queridos. Espero que sepamos aprovechar esta oportunidad. También Dios y la oración deberían ocupar una parte central de nuestros días. 

Y sobre si este es el final o no, si se acerca el apocalipsis y el final de los tiempos... nunca viene mal recordar las palabras de Jesús en Mateo, 25, 13: "Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir". Una llamada a la vigilancia y a la penitencia que nos viene que ni pintada para este tiempo cuaresmal. Independientemente de que haya uno general, cada uno vamos a tener nuestro apocalipsis particular, y hay que estar preparado para ello...

martes, 10 de marzo de 2020

El Mayor Regalo (España, 2018)

Cuarta película de Juan Manuel Cotelo con la productora Infinito más uno, en esta ocasión realizada con una recaudación de fondos a través de un crowfunding que sobrepasó con creces la cantidad requerida. Tras La Última Cima, Tierra de María y Footprints, El Mayor Regalo es una película-documental cuyo tema principal es el perdón. Con una trama cómica basada en los antiguos westerns interpretada por Santi Rodríguez y el propio Cotelo, la parte dramática es insertada a través de seis historias donde el perdón ha cambiado la vida de sus protagonistas. Comenzando por el francés Tim Guenard, la victima de ETA Irene Villa, el ex-terrorista del IRA Shane O´Doherty, Gaby y Francisco (un matrimonio de México), colombianos que pertenecieron a las Farc y distintos ruandeses -tanto hutus como tutsis- que participaron o sufrieron activamente la cruel Guerra Civil en su país. Todos ellos cuentan en primera persona testimonios conmovedores de cómo el perdón sanó sus vidas desgarradas y como la liberación producida por ese perdón les permitió comenzar una nueva vida libre de odios y de rencores.

El perdón es presentado como una necesidad humana, como un elemento psicológico imprescindible para tener una buena salud psíquica, y para ello se presenta una visión completa de todas las partes afectadas en la dinámica del perdón. Por un lado está la persona que concede el perdón, que es presentada como la mayor beneficiada, ya que esta actitud le permite olvidar el pasado para vivir en plenitud el presente sin lastres en las relaciones humanas. Desde este punto de vista, se nos proponen diversos modelos de personas que han sido capaces de perdonar a otros en situaciones limites para que nosotros seamos capaces de perdonar a los otros en situaciones seguramente más cotidianas y menos extremas. Por otro lado y no menos importante, se subraya también que la persona que pide perdón experimenta una liberación que le permite vivir en paz con una conciencia tranquila. Para ello se insiste varias veces que esta petición de perdón debe ser fruto de la conversión y del arrepentimiento sincero, ya que de otra manera no deja de ser una farsa absurda. Tanto el que perdona como el que es perdonado tienen que hacerlo “desde dentro, no solo con palabras” expresión que es repetida varías veces de distintas maneras por los protagonistas de las conmovedoras historias. Se insiste en que la venganza o el “ojo por ojo” nunca pueden ser solución a los conflictos y que una nueva sociedad basada en el perdón es no solo posible sino también necesaria. 

El perdón es sin duda una de las señas de identidad del cristiano y una de las prácticas que más han caído en desuso en nuestros días. Basta ver los confesionarios vacíos para constatar lo difícil que resulta pedir perdón y ser perdonado en una sociedad que vive de espaldas al concepto de culpa y de pecado. Esta actitud no se reduce a la dimensión espiritual y a nuestra relación con Dios, sino que se extiende al resto de las relaciones humanas, provocando sin duda que parezca que el que pide perdón es un idiota o que el que perdona es un ingenuo que vive en un mundo irreal y que no sabe cómo funciona la vida de verdad.

Como parte algo mejorable y sorprendente -bajo mi punto de vista- destacaría el enfoque poco religioso que la película tiene. Es cierto que todas las historias tienen un barniz espiritual, pero creo que en casi todas ellas se insiste más en los beneficios psicológicos del perdón (paz interior, mejora de la convivencia, liberación interna....) que en el perdón que Dios concede. Es extraño porque en sus anteriores películas Cotelo sí había realizado referencias explícitas a la Eucaristía, al Rosario, al Orden Sacerdotal.... y en este film pasa de puntillas por estas dimensiones. Es cierto que muchos protagonistas hablan de un sacerdote que me inspiró, de la oración que realizaron, de la misa como lugar de celebración....pero no es menos cierto que no hay ni una sola referencia al sacramento de la Penitencia o Confesión, algo incomprensible. Tampoco hay ni una sola mención a la relación de Cristo con el perdón, a pesar de ser uno de los pilares del Evangelio. Ni una mención al perdón que Cristo ofrece en la cruz (Padre, perdónalos por que no saben lo que hacen). Nada tampoco referente al Padrenuestro (Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden), ni a la necesidad del perdón continuo (70 veces 7). Extraño que ninguno de los entrevistados haga mención a nada de esto.

La edición en DVD presenta seis testimonios más sobre el perdón que enriquecen sin lugar a dudas la película, aunque inciden bajo mi punto de vista en la misma carencia. 

Por este déficit la película me ha dejado un sabor agridulce. Por un lado se trata de un tema que necesitaba una revisión y un esfuerzo como el que Cotelo ha realizado es muy plausible, pero por otro me parece que la dimensión religiosa del perdón se encuentra implícita en todas las historias pero la figura de Cristo en un segundo plano que no le corresponde.

miércoles, 4 de marzo de 2020

Scoto (Duns Scotus, Italia, 2011)

La película Scoto es una biografía (ahora llamado biopic) del santo escocés Duns Scoto (1266-1308) beato franciscano que recorrió media Europa evangelizando y propagando la doctrina teológica de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, motivo por el que se le conoce como el defensor de la Inmaculada. Técnicamente está bien dirigida e interpretada, sin grandes alardes, pero con una escenografía y decorados convincentes. Los paisajes son bastante interesantes y la ambientación es verosímil. 

La película comienza en 1303, con el exilio que Scoto sufre al negarse a firmar una carta en la que tenía que reconocer el poder temporal y espiritual de Felipe IV en detrimento del Papa de Roma Bonifacio VIII. Scoto, debido a su fidelidad al Papa, debe abandonar París donde daba clases de Teología para comenzar una nueva vida en Oxford. Se nos presenta al beato como un teólogo que basa su conocimiento en el estudio y la oración, y que se centra sobre todo en la Pasión de Cristo como el instrumento de salvación de Dios, ya que viendo el sufrimiento del Hijo podemos arrepentirnos de nuestros pecados. Mientras viaja a Oxford recuerda a través de un flashback los orígenes de su vocación (en la que se propuso dedicar toda su vida a agradecer a Dios la creación y la redención) y cómo se encomendó a la intercesión de la Virgen María.

Durante la película se van esgrimiendo asimismo distintos elementos teológicos, como la contemplación de Dios a través de la naturaleza (por ejemplo en la inmensidad del mar), la pasión de Cristo como un lugar de redención para arrepentirnos de nuestros pecados, la Eucaristía como el consuelo espiritual que nos une a todos en un cuerpo místico. A pesar de su inteligencia, Scoto afirma varias veces en la película que la clave de su visión teológica estaba en rezar mucho antes de estudiar. Más tiempo a la contemplación es lo que pide a sus discípulos antes de afrontar los misterios de la fe, ya que “El Señor mira al corazón no a la inteligencia”.

De nuevo en 1305, y ya como Doctor en Teología y con Clemente V en el pontificado, la parte fundamental del film se desarrolla a través de una disputa pública entre Duns Scoto y los teólogos dominicos acerca de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Delante de enviados vaticanos, Scoto consigue convencer a sus rivales de esta realidad mariana que no será reconocida por la Iglesia hasta 1854, año en el que Pío IX lo promulga dogmáticamente. Con un talante sencillo, humilde y centrado de nuevo en la oración, Scoto sostiene tres tesis que avalan su pensamiento: 

1. Dios es omnipotente y puede preservar los pecados. Si no lo hiciera, no sería omnipotente.
2. Cristo, para ser reconciliador perfecto, debe preservar a una persona del pecado original antes de ser enviado: su madre.
3. Nadie tendría a Cristo como mediador perfecto si no hubiese preservado al menos a uno del pecado original.

Por todo ello, deduce que la Virgen María fue concebida sin pecado original no por mérito suyo, sino de su hijo Jesucristo. Gráficamente se adelanta el veredicto cuando todos, franciscanos y dominicos aplauden al unísono a Scoto tras su última intervención.

A lo largo de la disputa, Scoto refleja también su amor por la Eucaristía como comunión del Cuerpo místico de Cristo, su predilección por el Himno de la Caridad de San Pablo en 1 Corintios 13 o su espíritu franciscano de humildad y desapego a lo material, incluidos los honores. 

Duns Scoto murió en Colonia 1308, pero habría que esperar hasta 1993 para que fuera beatificado por San Juan Pablo II

Una película que merece la pena visualizar para acercarse a la figura de este gran teólogo del siglo XIV.