El aborto de la Ley del aborto (Valga la redundancia) que va a dejar las cosas
como estaban ha sido una de las noticias de la semana. He escuchado tantas insensateces en uno y otro posicionamiento que me gustaría exponer mi postura
(creo que la misma que la de la Iglesia) y realizar algunas matizaciones.
En primer lugar, la ley mal-llamada de Gallardón (quien ha
dimitido por decencia política, algo que escasea y es de agredecer) no era
suya, sino del Partido Popular. Iba incluido en su programa electoral, por lo que habrá que
preguntarse si el que debería haber dimitido no es el Sr. Rajoy por
incumplimiento de programa. En última instancia, sus votantes deberían pasar
factura en las urnas si se han sentido traicionados por un programa que
prometía una cosa y ha cumplido otra. Claro que si la opción a ese voto es para
dárselo a quienes a viva voz están propugnando la supresión de todo lo
religioso de los espacios públicos (clases de religión, imágenes religiosas…
etc) o a los nietos de quienes hace unos años quemaban Iglesias y asesinaban a curas y monjas, mucho me temo que los votantes insatisfechos pensarán que “más vale malo
conocido que peor que ya conocemos de otras veces o peor por conocer” (me acabo
de inventar el refrán trastocándolo, pero es justo la idea que quería
expresar…). Gallardón, como se puede ver en el gráfico, ha sido el chivo expiatorio de una ley que no contaba con el respaldo de una mayoría social, ni siquiera entre los votantes del PP.
Dicho esto, es evidente pensar que en el espectro
político español no hay un partido político afín al cristianismo, lo cual ya se sabía. Los cristianos se ven obligados a votar al menos malo de los partidos, porque aquellos que defienden los valores cristianos son tan insignificantes que votarlos a ellos es poco menos que favorecer al partido más votado, sea el que sea. Cierto que en conciencia habría que hacerlo, pero resulta curioso que como respuesta ciudadana en España haya surgido un fenómeno popular como el de Podemos y no
haya surgido un partido político (como algún purpurado ha sugerido) que se llame
Creemos o algo así. Supongo que tendría votantes, y sino, mala señal. Ello sería síntoma de que el cristianismo español es muy irrelevante en cuanto a política
se refiere. Muchas veces la Iglesia recibe la crítica de que se reduce a “curas
y monjas”, pero me temo que el cristianismo de base deja mucho que desear en participación
social. Las manifestaciones pro-vida del pasado domingo eran irrisorias en
comparación con una manifestación ante, por ejemplo, la desaparición de un
equipo de fútbol. La ciudadanía muestra así su jerarquía de valores y es lo que
hay.
Otra tontería hace referencia a lo que se nos ha contado
como “El triunfo de las mujeres”. Falso. Conozco muchas mujeres que estaban a
favor de la ley y no por ello son menos mujeres que las que estaban en contra.
También conozco a varones que estaban en contra de la ley y tampoco por ello son
menos varones que los que estábamos a favor. Enfrentar a los géneros es una
manipulación más de unos medios de comunicación cada vez más sectarios y menos
plurales, y una subliminal captación de votos. Es de notar que La Sexta ha
adelantado por la izquierda (nunca mejor dicho) a Tele5, antaño defensor de la
progresía más recalcitrante de nuestro país. Los grandes ideólogos del ateísmo se han mudado de canal y han encontrado un nuevo acomodo campando a sus anchas sin
ninguna voz en contra. Ver un debate de la Sexta se ha convertido en algo tan
aburrido como ver uno de Intereconomía. Ambos presentan el mismo esquema: una
mayoría de lobos feroces (el presentador el primero) en contra de uno o dos corderillos
a los que apenas se les deja hablar, que son objeto de burla y a los cuáles el
público en plató tiene prohibido aplaudir, por muy convincentes que sean sus
argumentos. Los debates plurales ya no existen, desde el punto y hora en el que
hay un regidor que manipula los aplausos a su antojo. Del mismo modo, los informativos de la Sexta son menos objetivos que el Nodo. El análisis de los medios de comunicación españoles merece un post aparte, si alguna vez tengo tiempo y ganas me desahogaré con más
tranquilidad.
Mi crítica al sector conservador vienen en el sentido de que me parece que no
ven que España ya no es un país cristiano. Creo que tienen un antifaz que les
impide percibir la realidad como es, no como a ellos les gustaría que fuera. Siguen
creyendo que se puede legislar en función de unos pocos, y eso no me parece
justo. Está bien que defiendan la vida (yo también lo hago) pero hay que ser
cada vez más realistas y menos ingenuos: la batalla mediática está perdida. La fuerza
de los medios de comunicación es tal, y el adoctrinamiento de nuestra sociedad
neoliberal es de tal calibre que me parece que harían mejor en explicar bien su
postura más que en quejarse de las leyes del gobierno de turno. Puesto que la
mayor parte de la ciudadanía está a favor del aborto (o el tema le trae sin
cuidado) habrá que defender la vida desde el testimonio y la razón, pero no ya
desde las leyes. Es triste pero es así. Cierto que he reconocido que iba en el
programa electoral del PP y que por ello se pueden sentir traicionados, pero
hay que recordar que el PP tampoco es un partido que se defina como pro-vida o cristiano, y que en
última instancia lo que se iba a conseguir es un endurecimiento de la ley y de
las sanciones, pero no la supresión del aborto como sí propugna la Iglesia y
los partidos pro-vida. Una parte de la población española (un porcentaje elevado
sin duda) pasa del aborto, del divorcio, de la eutanasia, de la pena de muerte
o de tantos y tantos temas morales en los que la voz de la jerarquía de la
Iglesia no coincide ni por asomo con lo que el pueblo fiel piensa o dice. Esta incongruencia el
Papa, los cardenales, los obispos o quien corresponda se lo tendrían que hacer
mirar. ¿De qué sirve decir que en España el 85-90% de la población está
bautizada si ni de lejos está evangelizada?, voy más allá: Si la pena de excomunión (la más dura de la Iglesia Católica) alcanza a todos los que promueven el aborto, ¿Da miedo excomulgar al Congreso y al Senado en pleno y
junto a ellos a toda la población que pasa olímpicamente de la doctrina
cristiana?, ¿No suena el no hacerlo a mantener "el chiringuito" cueste lo que cueste? Creo
que la voz de los Obispos debería ser más contundente y menos reservona, aunque
por otra parte entiendo también sus miedos y temores a un cambio drástico del statu quo actual.
En fin, ese al menos es mi parecer ante lo reflexionado
estos días. Sé que no estoy en posesión de la verdad absoluta, por ello espero vuestros comentarios o discrepancias que me sigan iluminando
en estos temas tan complejos.