
En fin, algo estaremos haciendo mal como sociedad cuando un pensamiento como el siguiente nos parece tan real y posible:
Señor, esta noche quiero pedirte algo especial: conviérteme en un televisor.
Quisiera ocupar su lugar para ser el centro de mi casa.
Tendría un cuarto especial para mí, y toda la familia se reuniría a mi alrededor horas y horas. Siempre me estarían todos escuchando sin ser interrumpido ni cuestionado, y me tomarían en serio cuando hablara.
Cuando me enfermara, llamarían enseguida al médico y estarían todos preocupados y nerviosos hasta que volviera a funcionar perfectamente, como cuando el otro día se estropeó el televisor y todos andaban disgustados y aburridos.
Mi papá y mi mamá se sentarían a mi lado cuando vuelven cansados del trabajo, mis hermanos se pelearían por estar conmigo como se pelean por coger el mando a distancia.
¡Cómo me gustaría poder disfrutar de la sensación de que lo dejan todo por pasar algunos momentos a mi lado!
Por todo esto, Señor, conviérteme en un televisor, yo te lo ruego.