Comento hoy una película que me ha sorprendido gratamente tanto por la manera en la que está realizada como por su inesperado desenlace final. Es una película fresca, por la que no ha pasado el tiempo, y que más allá de los condicionantes históricos y culturales cuenta una historia que bien podría ser contemporánea a pesar de los 60 años que cumplirá en breve.
De metraje largo (152 minutos) no se hace pesada en ningún momento. Es más, deja la sensación de que si incluso hubiera sido un poco más larga la historia habría ganado, aunque los intereses comerciales hacen que este tipo de películas se acorten.
Historia de una monja, de Fred Zinnemann, está basada en el libro de Kathryn Hulmees que cuenta la historia real de Marie Louise Habets (Audrie Hepburn), una joven belga hija de un famoso médico que decide cambiar su vida como enfermera por los hábitos de monja para cumplir su sueño de ser misionera. Como película se trata de un éxito total de crítica y taquilla, si bien no obtuvo ninguno de los ocho Oscars a los que estuvo nominada. Una pena, porque -entre otros- el papel de la nominada Audrey Hepburn es sencillamente espectacular.
La primera parte de la película es una puesta en escena perfecta de las interioridades de un convento, proceso por el que Marie Louise se convertirá en la hermana Lucas tras pasar por el postulantado, el noviciado y los votos simples y perpetuos. Va quedando claro que se trata de un periodo largo, no exento de dificultades, dudas, incomprensiones... tras los que la candidata tiene que formalizar sus votos de pobreza, castidad y obediencia. Se trata de una continua lucha espiritual en el que debe ir desterrando sus recuerdos, su orgullo y sus deseos mundanos para alcanzar la perfección de la vida consagrada. El narrador comienza así la historia:
"El que pierda su vida por mí, la encontrará. Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, luego ven y sígueme". Cada hermana comprenderá que al entrar en el convento ha hecho el sacrificio de su vida a Dios".
La segunda parte de la película narra sus comienzos como monja en un hospital psiquiátrico de Bruselas hasta que finalmente puede cumplir su sueño de ser enfermera en el Congo Belga. Allí es feliz durante un tiempo hasta que contrae una tuberculosis que sin embargo logrará superar con su fuerza interior y con la ayuda del Doctor Fortunati (Peter Finch). No obstante, su delicada salud aconsejan su vuelta a Europa para recuperarse definitivamente, con la esperanza de volver un día a las misiones.
Comienza así la tercera y última parte, en el que estalla la Segunda Guerra Mundial y Bélgica es ocupada por los nazis. Su padre es ejecutado por ayudar a la resistencia, provocando una nueva lucha interior en la hermana Lucas, cuyo corazón le dice que debe perdonar a sus enemigos -como ha hecho otras veces- pero su cabeza le pide dar un giro radical a su vida. En palabras de la protagonista en una bella oración arrodillada...:
"Querido Señor, perdóname, ya no puedo obedecer. Lo que haga de ahora en adelante es entre Tú y yo únicamente".
A mi juicio se trata de una obra maestra del Cine que profundiza en aspectos tan complejos como la vocación religiosa, la obediencia ciega, el perdón a los enemigos, la realización personal o la entrega incondicional de la propia vida. Me resulta además muy convincente que las dudas vocacionales de la hermana Lucas no nazcan del voto de castidad (como siempre suele pensarse en estos casos) sino en el voto de obediencia. A propósito de ello este diálogo -un poco largo- me parece de lo más interesante del film:
Hermana Lucas: "Puedes engañar a tus hermanas, pero no puedes engañarte a ti mismo ni a Dios".
Reverenda Madre Emmanuel: "¿Ha luchado lo suficiente como para decir con seguridad que ha llegado al final?"
H.L.: "Creo que he estado luchando todos estos años, Reverenda Madre. Al principio cada lucha parecía diferente de la anterior. Pero luego comenzaron a repetirse, y vi que todos tenían el mismo patrón: la obediencia. La que no duda, la que no murmura internamente. Obediencia perfecta como Cristo la practicó. Como yo ya no puedo".
R.M.E.: "¿Sí?"
H.L.: "Hay momentos en que mi conciencia pregunta qué tiene prioridad. ¿Eso o la Santa Regla? Cuando la campana me llama a la capilla, a menudo tengo que sacrificar lo que podría ser el momento decisivo en una charla espiritual con un paciente. Llego tarde todos los días a la capilla, al refectorio o a ambos. Cuando tengo turno de noche, rompo el Gran Silencio porque ya no puedo interrumpir una conversación con un paciente que parece necesitarme. Madre, ¿por qué los ayudantes de Dios deben quedarse mudos con cinco campanas en las mismas horas en que los hombres en problemas quieren hablar de sus almas?
Como curiosidad hay que resaltar que el film contó con el beneplácito del propio Vaticano, el cual dispuso varios asesores para cuidar los aspectos religiosos del film en todo momento. Un detalle que no es menor, ya que quien vea la película (e insisto, su desenlace) podrá comprobar que no es precisamente una película proselitista.
Vi esta película hace años, de jovencita, y me marcó. Destaco, al igual que usted, el tema de la obediencia....es verdad que siempre pensamos en la castidad cuando hay cosas más difíciles....
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog.
Muchas gracias por tu comentario y por los ánimos. Un saludo
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