Llevamos unos meses en las que rara es la semana en la que algún sacerdote o religioso/a no es asesinado en algún rincón del mundo. Parece algo novedoso, pero desgraciadamente no lo es. Últimamente parece incluso que esa estadística se está disparando.
El día 3 de septiembre fue asesinada a tiros una religiosa española en Haití. Su único delito fue levantar una escuela tras el terremoto de enero del 2010. Vivía en uno de los barrios más pobres de Puerto Príncipe, entregando su vida y su tiempo por los más necesitados y convirtiéndose en una "pobre entre los pobres", como gustaba ser llamada Santa Teresa de Calcuta.
Hace una semana han sido asesinados a sangre fría dos sacerdotes en Veracruz (México). Unos días más tarde ha sido asesinado otro sacerdote en Michoacán. Diversas instituciones han denunciado en varias ocasiones que los sacerdotes en México son “sistemáticamente víctimas de intentos de extorsión, amenazas de muerte, e intimidación por parte de grupos criminales organizados”.
Tirando de estadística, se calcula que más de 7.000 cristianos fueron asesinados en 2015 por sus creencias religiosas. De ellos, 25 fueron sacerdotes o religiosos/as. Y digo "se calcula" porque hay países africanos y asiáticos donde el número es mucho más elevado pero al estar prohibido el cristianismo no trascienden a la luz pública sus asesinatos.
Creo que estas cifras hablan muy claras del riesgo de ser cristiano en el mundo. Ciertamente no en Europa, donde estas noticias son afortunadamente raras, pero sí a nivel mundial. Abrazar la palma del martirio (morir por Jesucristo y el Evangelio) sigue siendo una realidad incuestionable.
Por cierto, cuando ciertas personas critican alegremente algunos temas de la Iglesia (riquezas, exceso de autoridad, pederastia...) casi nunca hacen referencia a estos datos. Me parece un análisis sesgado, parcial e interesado del tema. Deberían poner todos los sacos en la balanza antes de emitir un juicio tan subjetivo.
Creo sinceramente que el martirio es una bendición para la Iglesia. Una bendición dolorosa, pero una bendición al fin y al cabo. La antigua sentencia latina sanguis martyrum semen christianorum» (la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos) así lo confirma. Nadie da su vida por algo de lo que no está seguro o en lo que no cree firmemente. Por ello, el ejemplo de estos 7.000 mártires de 2.015 y de los millones de asesinados por su fe a lo largo de toda la historia son un ejemplo y un estímulo para quienes como yo tenemos una fe más mediocre que necesita ser alimentada, al tiempo que se convierten en motivo de conversión para quienes comienzan a ser cristianos gracias a su testimonio de entrega incondicional. Benditos sean y en la gloria de Dios están.
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