
El Cantar de los Cantares es una colección de poemas de amor. Afortunadamente no todo en el Antiguo Testamento son ejércitos, guerras y pecados de las personas. También tiene cabida el amor. Un amor humano que es símbolo del Amor divino. Como dos amantes que se quieren y se desean así sucede con Dios y su pueblo. Se compone de ocho capítulos de una poesía preciosa atribuida a Salomón en los que intervienen tres personajes: El amante, la amada y el coro. No hay casi ninguna mención explícita a Dios o a lo divino, excepto en una interpretación alegórica. Por su contenido es particularmente apto para ceremonias matrimoniales, difícil encontrar -San Pablo aparte- textos tan bellos sobre el amor en la Biblia.
De entre todas las hermosas palabras, metáforas y piropos que se dedican el amado y la amada, me quedo con unas palabras de esta última en el capítulo 8. Precisamente porque hablan de un amor que ni la muerte puede destruir, que precisamente es el que mejor define al amor divino:
Cantar de los Cantares 8,6-7:
Grábame como un sello sobre tu corazón, como un sello sobre tu brazo, porque el Amor es fuerte como la Muerte, inflexible como el Abismo es la pasión. Sus flechas son flechas de fuego, sus llamas, llamas divinas. Los océanos no podrían apagar el amor, ni los ríos anegarlo. Si alguien ofreciera todas las riquezas de su casa por el amor, sería despreciable.
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