"Cuarenticinco inmigrantes senegaleses mueren victima del hambre, la sed y el frío", titula ahora mismo la edicion digital de "El Mundo" que me gusta leer todas las tardes. Llevamos años leyendo noticias de este tipo. Aunque ahora se hable de "cayucos" y no de "pateras", intentan entrar en Canarias los que antes buscaban el Estrecho. Imagino sus caras de desesperación al no avistar la tierra prometida que tan bien les habrían vendido. Cuentan que se perdieron casi al salir de su tierra, lo que supone una lenta y penosa agonía. Atrás dejaban casa, familia y el poco dinero del que disponían para lanzarse a una peligrosa aventura. Su última aventura. Salen de su tierra porqué no pueden alimentar a sus mujeres e hijos. Alguno de sus famélicos niños quizás le preguntara a su padre cuando se iba: papá, ¿adónde te vas?, ¿volverás pronto...?. Seguro le hablaría de un bonito viaje tras el cual volvería lleno de dinero y alimentos para todos ellos. Nunca podrán cumplir sus promesas, nunca volverán para explicarle que les habían engañado, que el viaje no era tan fácil ni tan cómodo como le habían asegurado. Aquel malnacido que le cogió sus ahorros y le aseguró que no corría peligro alguno los engañó a todos y los embarcó en una travesía macabra.
Pero no es ése mercader de humanos el único culpable. También nosotros leemos esta noticia y nos quedamos tan tranquilos. Para nosotros sólo son un número. A fin de cuentas no conocemos sus nombres, ni sus rostros, ni sus familias. No hemos conversado con ellos, no les hemos visto nerviosos intentando divisar la costa que nunca llegaba. Mañana o pasado otra noticia parecida nos volverá un poco más insensibles. Y protestaremos porque nuestro equipo de fútbol no ha ganado hoy o porque ha subido el pan y la leche, o porque el teléfono no tiene cobertura.... Iremos programando nuestras comilonas navideñas, nuestros caros regalos vacíos de cariño y miraremos hacia otro lado. Es la penosa condición humana que prefiere ignorar el sufrimiento antes que compartirlo. Ojos que no ven, corazón que no siente. No nos vendría mal un mes en una cabaña de Senegal. O en un orfanato de niñas chino. O en un poblado acosado por la guerrilla Colombiana. O en los suburbios de Madrid, Barcelona o Sevilla. No hay que ir tan lejos.
A nivel individual somos inocentes, eso es cierto. Somos afortunados de haber nacido en un pais rico, en una familia acomodada y demás fortuna que no hemos merecido. Casi se puede decir que somos víctimas de una sociedad que no hemos escogido. Pero esa misma sociedad, la que disfrutamos en todo su confort, nos convierte en cómplices de esta injusticia. Y el Vaticano II nos dice que la paz es el fruto de la justicia. No puede haber paz en esta situación. No quiero ser apocalíptico, pero me temo que mucho antes del calentamiento global y de que los casquetes polares se derritan y todas esas calamidades, algo gordo va a pasar. No hay justicia. Es evidente que no puede haber paz.
Totalmente de acuerdo, salvo en una cosa: Los que vienen saben perfectamente que muchísimos no llegan jamás.- Pero también saben que otros muchos sí lo consiguen.- Y que otros llegan y son devueltos y vuelven a intentarlo...
ResponderEliminarRealmente es un drama que hay que plantearse de una puñetera vez. Que nuestros politicos en vez de pelearse unos a otros en cosas que a nadie le importa, se preocupen más por la justicia del mundo. Se nos tiene que caer la cara de vergüenza al saber que todavia hay gente que muere de hambre, y que la miseria le hasces embarcar en esos viajes macabros.
ResponderEliminarAnunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡ven Señor Jesus!
ResponderEliminar...Seguro le hablaría de un bonito viaje tras el cual volvería lleno de dinero...
ResponderEliminarEsa és la gran cuestión mi querido Watsón. Son pobres de patrimonio y de espiritu; No son capaces de valorar lo que tienen, sino que quieren mas y mas y mas de la tierra prometida...y no saben vivir la vida felices con lo que le ha tocado...y que recapaciten a la hora de la procreación y que no sean tan egoistas, que con un par de hijos van bien...y no cuarenta, para que despues mueran de hambre o sed.
¿e cuerda del comentario de las Monjas Mercedarias que eran super felices aún estando de clausura? Pues lo mismo, el espiritu es el que hay que alimentar...
Otra de las cuestiones el el trabajo...Padre, cuando uno se tiene el puesto asegurado se ve la cosa desde otro punto de vista...Cuando aumente el desempleo y poco trabajo, nos daremos tortas por trabajar. Como dice el refran y lo siento se me interpretais como intransigente "Cada uno en su casa y Dios en la de "To". Un saludo.