Una película sobre la Guerra Civil Española. Pues vaya novedad, diréis... Lleváis razón, pero esta es un poco distinta, se sale de lo que hemos venido viendo en los últimos 40 años. La guerra en este caso no es el argumento central, sino únicamente el contexto en el que se nos narra la biografía de San Josémaría Escrivá de Balaguer y los orígenes de la prelatura del Opus Dei. Y por si fuera poco este novedoso punto de vista, el film no es español, sino estadounidense. Para rematar la jugada, tampoco se toma partido por el bando republicano, como estamos acostumbrados a ver en el cine nacional. Por lo tanto, aunque el tema está muy manido, la perspectiva que adopta le confiere grandes dosis de novedad. Su director, Roland Joffe (La Misión, 1986), consigue en esta ocasión a base de una buena fotografía y grandes efectos especiales un resultado bastante digno para un presupuesto mucho más bajo -sin subvenciones- y con unos actores poco mediáticos. La frase inicial ya es muy sugerente, en la línea de lo que será el resto de la película: "Todas las guerras comienzan mucho antes de que se dispare el primer tiro y continúan mucho después de que la última bala haya cumplido su cometido". No obstante todos estos buenos mimbres, el film fue un rotundo fracaso de taquilla, recaudando solo 4 millones de dólares con un presupuesto estimado de 36.
Sin embargo, a nivel personal me ha convencido. Tengo que reconocer que conozco muy poco a esta prelatura de la Iglesia, por lo que tiene más mérito que la película me haya cautivado. No es una película que quiera hacer política. En la historia se narran las atrocidades de ambos bandos (lo cual, repito, es una novedad, ya que rara vez se ven en el cine los asesinatos del bando republicano) pero por encima de confrontaciones fratricidas, emerge portentosa la figura del Santo de Barbastro, el “Borrico de Dios” como él mismo se denominaba.
Aunque en mi Espiritualidad siguen sin encajar muchos de los elementos expuestos, como por ejemplo la disciplina corporal, muchas de las frases son para enmarcar. Copio estas tres que me parecen muy sugerentes:
Robert: "Creo que fue Oscar Wilde quien dijo: Todo santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro".
Josemaría: "Antes de intentar cambiar el mundo, pensad en cambiaros a vosotros mismos".
Josemaría: "Cuando perdonas, liberas a alguien. A ti mismo".
La entrega a Dios por encima del miedo, el perdón a los asesinos y torturadores, la defensa de los valores cristianos en medio de las persecuciones y muchas más virtudes heroicas hacen de esta película un soplo de aire fresco a lo ya visto cientos de veces.
San Josemaría, el grano fecundo caído en tierra buena es un ejemplo en los tiempos que corren, tiempos de persecución y de odio a la fe. Un ejemplo de reconciliación y de entrega a Dios y a los más necesitados. Perdón y reconciliación son las palabras que más se repiten a lo largo del film y el mensaje que se intenta transmitir. Deberían tomar nota todos aquellos que en virtud de una memoria histórica deformada pretenden reescribir la historia y destapar odios que deberían estar ya superados.
Invito a todos los que a veces se mueven por prejuicios respecto a su figura y su Obra (el dinero, el poder, la riqueza… etc.) a que visionen este film y posiblemente cambien sus esquemas, como me ha pasado a mí. Son muchos los que en la actualidad critican al Opus Dei y se centran sólo en dichos tópicos, sin conocer siquiera ni adentrarse en lo valioso del mensaje de su fundador. Un mensaje, repito, revolucionario para su tiempo y evangélico a más no poder. Un hombre austero nacido en una familia humilde y capaz de transformar los corazones de quienes le rodeaban. Si la Prelatura actual no responde exactamente al mensaje de su fundador es su problema, pero su doctrina original es en esencia evangélica. En realidad, la misma crítica se le puede hacer a muchas órdenes religiosas que con el tiempo han perdido la autenticidad del mensaje de sus fundadores.
Por ello es preciso, constantemente, volver a las fuentes y retomar la esencia del mensaje. Creo que esta película consigue este objetivo, con fidelidad exquisita a la historia y belleza en cuanto lo artístico.
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