sábado, 5 de marzo de 2016

Comentario a la parábola del hijo pródigo

Estamos sin duda ante una de las páginas más bellas del Nuevo Testamento, ideal para este tiempo de Cuaresma. Comenzaré por expresar mi rechazo al nombre tradicional, "la parábola del hijo pródigo", ya que me adhiero a todos aquellos que piensan que se debería llamar "la parábola del Padre misericordioso".... Se trata además de un trozo del Evangelio con mucho "peligro", ya que es uno de esos textos que hemos leído-escuchado tantas veces que en cuanto nos tropezamos de nuevo con él solemos desconectar con un inconsciente "ya sé lo que va a pasar..." y no lo reposamos debidamente. Nada más lejos de la intención de esta parábola, que como un buen vino hay que paladearlo hasta la saciedad, que como una buena película o un buen libro no nos deberíamos cansar de verla o releerlo. Antes de seguir leyendo esta entrada os recomiendo que la leáis con calma una vez más:

«Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Después de haberlo gastado todo, sobrevino una fuerte hambre en aquella tierra y comenzó a sentir necesidad. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!". Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros". Entonces partió y volvió a la casa de su padre. 


Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta. 


El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. El le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero y engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo". El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!". Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado"».

Haría falta un libro para explicar detenidamente todo su contenido. De hecho, uno de los libros más hermosos de la literatura cristiana contemporánea es "El regreso del hijo pródigo. Meditaciones ante a un cuadro de Rembrandt", de H.J. NouwenEn este enlace tenéis el volumen completo, aunque os recomiendo que lo compréis ya que es un texto que merece formar parte de cualquier biblioteca que se precie. Yo no tengo la pretensión de escribir otro libro, solo me voy a limitar a dar algunas claves de lectura que a menudo olvidamos, pero que enriquecen enormemente la comprensión del mensaje de Jesús.

1. En primer lugar es imprescindible entender el contexto de la parábola. Para ello es necesario saber a quien va dirigida la misma. San Lucas, antes de relatarla, nos dice que: "Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo entonces esta parábola:". Esta introducción nos enfoca hacia la intencionalidad de Jesús: denunciar la hipocresía de los judíos (reflejados en el hijo mayor) que ningunean a todos los que no son tan "puros" como ellos (representados en el hijo menor). Para ello nos muestra la imagen de un padre (Dios) que se desvive por los alejados, sin descuidar a los cercanos.

2. También es importante comprender cuál es el pecado fundamental de la parábola. Solicitar a un padre en vida la herencia es como decirle "muérete ya, viejo...". El pecado del hijo menor, por lo tanto, es el inicial. No es solo despilfarrar el dinero en comilonas, borracheras y prostitutas (que también..), sino el "abandono" de la casa del Padre donde tanto se le quería. El pecado del hijo, por lo tanto, es renunciar desde el inicio al amor del Padre-Dios en la búsqueda de otros "amores" que no pueden saciar su espíritu.

3. "...y comenzó a sentir necesidad". Tras el pecado, el arrepentimiento del hijo ni siquiera es perfecto, como hubiera sido el darse cuenta de que había ofendido a su padre, sino que nace del hambre. Nunca está de más recordar que incluso de las situaciones más negativas Dios es capaz de sacar consecuencias positivas. Sin esa época de hambre, quizás el hijo nunca hubiera recapacitado sobre la ofensa realizada a su padre, y posiblemente nunca le hubiera pedido perdón si hubiera nadado en la abundancia y la prosperidad.

4. "Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente...". Este es el versículo que demuestra todo el amor que ese Padre tenía hacia su hijo. No lo espera en casa sentado en un butacón, sino que va cada día al camino para ver si su amado hijo recapacita y vuelve. Nos lo podemos imaginar sin dificultad yendo diariamente a los caminos a ver si su hijo venía. Un día tras otro, sin desfallecer en la espera, con sol, con lluvia, con viento... allí, sin desfallecer, oteando el horizonte para intentar atisbar la silueta de su hijo...

5. "Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto...". El pecado del hijo mayor se pone de manifiesto en la manera de llamar al pecador arrepentido. No lo llama "mi hermano" sino "ese hijo tuyo", poniendo de manifiesto la distancia que los separa. ¿Verdad que recuerda a un matrimonio que en medio de una discusión dice "Mira lo que ha hecho tu hijo"....?

6. El final es que no hay final. Jesús no cierra la parábola con un "happy end", sino que deja la respuesta del hijo mayor en suspenso. ¿Se arrepintió de su actitud y entró a la fiesta?, ¿Siguió obcecado en su falta de perdón? El Maestro no lo dice, probablemente porque quería que los judíos a los que iba dirigida la parábola (y nosotros hoy) demos un final personal a la historia. 

7. La parábola del perdón la podemos aplicar a cualquier situación de nuestra vida en la que haya un conflicto con los demás. ¿Me estoy portando de manera hiriente e insensible como el hijo menor?, ¿Soy acaso un envidioso y creído como el hijo mayor?, ¿He sabido perdonar y salir al encuentro de quien me ha ofendido como el Padre?... Estas y muchas otras preguntas tienen cabida en una lectura espiritual personalizada de la parábola, que a buen seguro será distinta en los diferentes momentos de nuestra vida.

Bueno, corto ya, que la entrada ha salido mucho más larga de lo que es recomendable para un Blog. Eso sí, espero que si habéis leído hasta aquí, al menos os haya aprovechado espiritualmente...

2 comentarios :

  1. Gracias por presentarnos esta Parabola del Padre Misericordioso. Descubrimos cosas nuevas siempre que la leemos. Me permito tambien acrecentar el detalle de los siervos que tambien han colaborado con el Padre junto del hijo mayor, pero sin exito. Con frecuencia,tambien nosotros podemos ser el prodigo, el hermano mayor o los siervos

    ResponderEliminar