La Cuaresma es tiempo para reconocernos pecadores. Nadie está libre de pecado, como nos recuerda el trozo del Evangelio de esta semana en el que Jesús advierte a quienes querían lapidar a una mujer adúltera: "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra..." (Jn 8,7).
Viendo esta imagen del Papa Francisco he sentido la necesidad de poner mi alma en paz con Dios en estos días. Nadie está libre de pecado ni de tentaciones, y conviene dar un repaso a nuestros malos pensamientos, palabras o acciones de vez en cuando para librarnos de ellos. Si la cabeza visible y sucesor de San Pedro lo ha hecho de manera pública en estos días, creo que habrá sido en buena medida para predicar con el ejemplo y animarnos a los demás a recibir el sacramento que nos reconcilia con Dios y con la Iglesia.
Unida a esta llamada a la confesión quería compartir hoy con vosotros esta historia que me ha llamado la atención cuando la he leído, y que se me ha ocurrido aplicar al pecado:
Un conferenciante estaba dando una charla sobre el control de la mente.
De repente, levantó el vaso con agua que tenía al lado de su atril y preguntó al auditorio:
-¿Cuánto creen ustedes que pesa este vaso con agua?
Las respuestas variaron entre 100 y 500 gramos. Entonces el conferenciante comentó:
-La pregunta tenía trampa. No me importa el peso científico del vaso de agua. Me interesa su peso relativo. Lo que de verdad me afecta a mí del peso del vaso de agua es cuanto tiempo voy a ser capaz de sostenerlo. Si lo sostengo por un minuto, no pasa nada. Si lo sostengo durante unas horas, al soltarlo tendré dolorido mi brazo. Si lo sostengo durante un día completo, tendrán que llamar una ambulancia para ayudarme. El vaso de agua ha pesado lo mismo durante todo este tiempo, pero cuanto más tiempo he pasado sosteniéndolo, más pesado se me ha ido volviendo.
Y concluyó:
Si cargamos nuestros problemas, nuestros remordimientos, nuestros odios... durante mucho tiempo, más temprano o más tarde no seremos capaces de continuar soportándolos, la carga se irá volviendo cada vez más pesada y terminará por vencernos. Lo que hay que hacer es dejar el vaso de agua en algún lugar lejano y olvidarse de él para siempre...".
Yo, como os digo, he aplicado la historia dándole contenido religioso y espiritual. Me parece que ese vaso de agua guarda una relación evidente con nuestros pecados. Los pecados pueden volverse una losa insoportable para nosotros si nos acompañan en nuestra mochila espiritual. Cualquier momento, pero especialmente la Cuaresma es una oportunidad preciosa para acudir a recibir el perdón de Dios a través del sacramento de la Penitencia, tan rico en su teología como en desuso en nuestros días. No hay una mejor manera de deshacernos de ese vaso de agua que descargarlo de nuestras conciencias para siempre. Quizás el aumento de psicólogos y psiquiatras en nuestra sociedad actual sea debido a que ya muy pocas personas se liberan de su sentimiento de culpa en el confesionario. Ése es el verdadero lugar para dejar todos nuestros lastres y recibir el perdón liberador de Dios.
Os invito a que en estos días que faltan antes de Semana Santa liberemos nuestras conciencias y nos abramos al perdón de Dios, especialmente en este año de la Misericordia.
El vaso de agua, cuanto más lejos, mejor...
El vaso de agua, cuanto más lejos, mejor...
Bellisima lectura
ResponderEliminarMuy importante reflexion sobre la necesidad de confesarnos con frecuencia. Si cada uno hace la experiencia, comprueba lo que decimos, los que sentimos la necesidad de este sacramento. A traves del sacerdote, sentimos la misma alegria del hijo prodigo cuando recibio el abrazo del Padre. Es una alegria muy profunda. Yo soy de la misma opinion de que hay tantos que buscan la serenidad, tranquilidad, paz y alegria en los psiquiatras o psicologos, cuando la paz que gozamos al oir el sacerdote decirnos: "vete en paz, tus pecados estan perdonados!" Es indecible, increyble la alegria profunda que uno siente. Gracias, Jaime, por tu testimonio. Que cada uno haga la experiencia...
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