No existe en la Naturaleza un mejor ejemplo para hablar de la resurrección que el proceso gusano-crisálida-mariposa para realizar un paralelismo con el de Jesucristo cruz-tumba-resurrección.
Desconozco porqué la simbología cristiana ha recurrido tan poco a este símil tan gráfico que incluso tiene una referencia bíblica en Isaías 41, 14: No temas, gusano de Jacob, vosotros hombres de Israel; yo te ayudaré --declara el Señor-- y tu Redentor es el Santo de Israel.. Quizá sea cierto que presentar a Cristo como gusano no sea lo más apropiado, pero sí que la mariposa podría haberse convertido en símbolo de los cristianos al estilo del pez, el ancla, la paloma o el Alfa y la Omega.
Sea como fuere, os presento hoy un cuentecito que me he inventado para ilustrar esta realidad y que me puede venir bien para que los niños se aproximen a conceptos tan abstractos como la muerte-resurrección. Espero que os guste.
- "¿Qué te pasa, mamá?" - Le preguntó el pequeño gusano a su mamá, preocupado porque últimamente la veía más amarilla que de costumbre.
- "Nada, hijo. Estoy un poco cansada, eso es todo". - Respondió mamá gusano mientras seguía dando vueltas dentro de una bola de seda que la ocultaba cada vez más.
- "¿Pero... por qué haces esa casita si nunca hemos tenido una?" -Volvió a preguntar el inquieto gusanillo.
- "Cuando era tan pequeña como tú vi a mi madre hacer una como ésta, y ahora creo que ha llegado mi hora". -Volvió a responder pacientemente mamá gusano.
- "¿Por qué es tan pequeña?, ¿podré estar yo contigo en la casita?" - Inquirió de nuevo el pequeño gusano que cada vez estaba más desconcertado.
- "Me temo que no, hijo mío. Algún día tú serás grande y podrás hacer la tuya". - Dijo mámá gusano a quien ya apenas si se le veía la cabeza.
- "Mamá, tengo miedo de no volver a verte. No quiero que sufras. Ni yo quiero sufrir". - Sollozó el pequeño gusano al tiempo que le daba un último beso a su mamá.
- "No te preocupes, confía en mi. Estoy agotada y necesito descansar un poco. Te prometo que volveremos a vernos, pero ahora debes seguir comiendo tus hojas para ponerte grande y fuerte. Ten fe en mí y volveremos a vernos más adelante". - Gritó mamá gusano mientras cerraba el último boquete con un poco más de seda.
Pasaron los días, y la casita de mamá gusano no se movía. Ni un solo ruido se oía ya como en las primeras horas. Ni siquiera máma gusano roncaba como hacía cuando dormía profundamente. Tras tres días a la puerta de la casa, el pequeño gusano sintió hambre y decidió que ya no podía esperar más a su mamá. Debía obedecerla y comer todas las hojas que pudiera para ser grande y hacer su propia casita. Muchos días después recordó de nuevo las palabras de mamá y decidió ir a hacerle una visita. La casita tenía un boquete y mamá ya no estaba dentro. Arriba, en un árbol, había alguien parecido a mamá, pero mucho más bella y joven que ella. Tenía alas, antenas, y había recuperado la vitalidad que mamá había perdido en sus últimos días.
- "¡Mamá!, ¡Mamá!... Eres tú... Has vuelto... Estás viva... Creía que me habías dejado solo... Mira que grande me he puesto comiendo las hojas que me dijiste" - Comentó el pequeño gusano con lágrimas en los ojos.
- "Hijo, te dije que volveríamos a vernos... Ahora puedo hacer cosas que antes ni siquiera me atrevía a soñar... Escucha, antes de que me vaya a un país lejano, mi último consejo: Nunca tengas miedo, porque lo que nos pasa dentro de la casita es lo más maravilloso que te puedas imaginar..". - Habló máma gusano antes de alzar el vuelo y desaparecer en el horizonte.
Y el pequeño gusano, con una gran sonrisa en su cara, despidió a su madre con la esperanza de que un día él también haría su pequeña casita...