Suelo ver todo lo que cae en mis manos referente a cine religioso, y me jacto de tener una mente bastante abierta para ello. Evidentemente unas películas las veo con más agrado y otras no tanto. La polémica película de Ray Loriga (su último trabajo hasta la fecha, por cierto) que hoy comento está entre estas últimas. La he visto por dos convicciones personales. En primer lugar, soy de los que piensa que para criticar una cosa primero hay que conocerla. Y en segundo -y no menos importante- también creo que al igual que las obras de arte pueden presentar defectos también películas mediocres pueden presentar aspectos interesantes.
Teresa. El cuerpo de Cristo fue una película transgresora en su estreno. Provocativa en su portada y en su marketing publicitario presenta en 90 minutos una síntesis de la vida de Santa Teresa de Jesús (o de Ávila), Virgen y Doctora de la Iglesia. Se trata de una biografía libre y no autorizada cuya primera escena deja ya intuir al espectador la pérdida de la virginidad de Teresa de Cepeda y Ahumada previamente a su entrada en el convento de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo, avisando en este sentido de por dónde van los tiros ideológicos.
Partiendo de esa base -más que discutible históricamente hablando-, la película se ambienta a mediados del siglo XVI, sin dejar a la imaginación ninguno de los tópicos que se le atribuyen a la época. El film recoge intencionadamente un ambiente depravado y amoral en el que campan a sus anchas la Inquisición, la caza y quema de brujas, la prostitución y los abortos clandestinos en el interior de los conventos, la degeneración del clero, las luchas de poder entre dominicos y jesuitas, el clasismo imperante en la vida religiosa o la concepción de mortificación y la ascesis como único camino válido de encuentro con Dios, con una amplia colección de flagelos, cilicios y disciplinas que no hubieran desentonado en el cuarto rojo del dolor de Christian Grey. Todo ello va transmitiendo una imagen bastante sombría, tétrica y lúgubre de la vida en el interior de un convento de la época.
La actuación del reparto es bastante buena, si bien hay un pero muy evidente. Paz Vega (Santa Teresa) no logra ocultar (a pesar de sus esfuerzos) totalmente su deje andaluz, mientras que Geraldine Chaplin (la madre superiora) tiene un marcadísimo y evidente acento francés. Con todo ello el convento podría estar enclavado en cualquier parte del mundo, pero ni se atisba el acento castellano de Ávila del s. XVI. Otra cuestión es el vestuario, la ambientación o la música, que a mi gusto sí están muy logrados y consiguen meterte en la situación histórica.
La actuación del reparto es bastante buena, si bien hay un pero muy evidente. Paz Vega (Santa Teresa) no logra ocultar (a pesar de sus esfuerzos) totalmente su deje andaluz, mientras que Geraldine Chaplin (la madre superiora) tiene un marcadísimo y evidente acento francés. Con todo ello el convento podría estar enclavado en cualquier parte del mundo, pero ni se atisba el acento castellano de Ávila del s. XVI. Otra cuestión es el vestuario, la ambientación o la música, que a mi gusto sí están muy logrados y consiguen meterte en la situación histórica.
Vamos a lo polémico. En el caldo de cultivo anteriormente expuesto es en el que se insertan las escenas místicas de Santa Teresa como experiencias orgásmicas de tipo sexual. De nuevo sin dejar nada a la imaginación, aparecen escenas explícitas de goce sexual entre Jesucristo y la Santa. Para ello el director afirmó que se basó en el capítulo 29 de El Libro de la Vida que transcribo a continuación:
No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento.
La experiencia mística de la Santa con un ángel es traducida en la película por un encuentro de tipo sexual con el propio Cristo, en una interpretación como digo libre y atrevida del director.
De entre toda esta provocación y tergiversación de los hechos hay -como dije antes- que intentar sacar algo positivo. La figura de Santa Teresa de Jesús emerge en la película como una mujer tenaz y constante en sus propósitos, luchadora incansable e infatigable hasta conseguir sus propósitos. No fue una vida fácil para una mujer en un mundo de hombres y la película así lo reconoce. Junto a ella hay algunos personajes que se salvan de la quema general como San Pedro de Alcántara, San Francisco Javier o Doña Guiomar de Ulloa, quien a pesar de insinuarse su lesbianismo (para que no faltara ningún tópico) sale bastante bien parada como brazo derecho y mecenas de la Santa. La fundación de la Orden de las Carmelitas Descalzas aparece también como un intento sincero de purificación de la Iglesia en los momentos difíciles de la Reforma, presentando a la Santa como una avanzada de la Contrarreforma del Concilio de Trento.
En fin, una película no hace justicia a Santa Teresa de Jesús, canonizada en 1622 por Gregorio XV y declarada por Pablo VI como primera mujer Doctora de la Iglesia en 1970. Un film para ver sin excesivos prejuicios y pasar el rato, sabiendo que si uno quiere acercarse más en profundidad a la vida de la Santa deberá buscar en otras fuentes más fiables y menos tendenciosas.
de muy mal gusto, yo la vi a mi pesar
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