lunes, 6 de diciembre de 2021

El Prisionero (The Prisoner, Reino Unido, 1955)

El Prisionero
es una película que no se comprende a no ser que se tengan unas nociones básicas del contexto histórico, político y geográfico que refleja, en concreto sobre los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial en los países de régimen comunista, unos años en los que aún se permitían las manifestaciones externas de fe, pero al mismo tiempo eran perseguidas con el objeto de ser integradas en el aparato propagandístico del Estado. Cuestiones como los totalitarismos políticos y las dictaduras de izquierda (que hoy solo perviven de manera relevante en China y Corea del Norte) se mezclan con una institución eclesial también diferente de la actual, cuando aún ejercía una fuerte influencia sobre los Estados y sus políticas. De la misma manera, el influjo de la psicología conductista queda muy reflejado en la película, siendo utilizada como instrumento de tortura. Se trata de una corriente que vivía por aquellos años su época gloriosa antes de que Noam Chomsky introdujera en esta disciplina los mecanismos neurocognitivos en 1957, dándole un golpe de gracia a una corriente que ya no volvería a levantar cabeza. Conocer estas visiones contrapuestas de la psicología ayudan también a una mejor comprensión del film, así como la lectura de 1984, escrita por George Orwell en 1949 (5 años antes que la película) y que refleja el tema de los totalitarismos y del control del Estado de manera magistral.

La película está basada en la vida del cardenal húngaro József Mindszenty, declarado venerable el 18 de febrero de 2019, al reconocer el Vaticano el ejercicio heroico de las virtudes que se recogen de manera no biográfica en la película. El propio cardenal, liberado de la prisión unos años después del estreno del film, afirmó que la cinta no reflejaba la crueldad de los calabozos húngaros, considerando que se había centrado demasiado en los aspectos psicológicos de la tortura ocultando los físicos, que fueron aplicados de manera conjunta.

A nivel interpretativo la película de Peter Glenville es un duelo colosal entre Sir Alec Guinness (el cardenal) y Jack Hawkins (su interrogador). El primero estereotipa a un hombre religioso de convicciones profundas y férreas, mientras que el segundo aparece como un hombre sin escrúpulos que hace de la mentira un arte, siendo un hombre al servicio del Estado y de sus intereses. En el fondo se trata del choque frontal de dos ideologías enfrentadas e irreconciliables, en un momento histórico en el que las personas eran menos importantes que las instituciones que representaban.

A lo largo de 91 minutos asistimos a un interrogatorio que atraviesa diversas fases, pasando del "por las buenas" al "por las malas" de manera gradual, llegando al clímax de la tortura emocional. ¿Cuánto está dispuesto a soportar un ser humano incomunicado sin saber si lo que le dicen es verdad o mentira?, ¿En qué momento se fractura su voluntad?, ¿Es posible doblegar a alguien totalmente o esa victoria es fruto de malas artes y no puede ser contabilizada como tal?...

De los interesantísimos y profundos diálogos acerca de la fe, la libertad o las creencias me gustaría destacar cuatro frases, la primera de ellas considerada la clave de interpretación de todo el film. Se trata de la frase del Cardenal a sus seguidores antes de ser detenido puede ser la respuesta a estas preguntas:

"Tengan presente que cualquier declaración que yo haga mientras esté en la cárcel será mentira o el resultado de la debilidad humana"

Las otras 3 frases me llamaron la atención por diferentes motivos, son las siguientes:

«Sus amos tienen mucha prisa. Quienes convierten lo celestial en terreno suelen tener mucha prisa... Así que vayamos al tema.»

"Usted no quiere la verdad, quiere una confesión."

"Es su mente lo que queremos."

En definitiva, una película para disfrutar con las interpretaciones y sufrir con lo interpretado...

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