Para ello, utilizaba una comparación muy gráfica y descriptiva de lo que suponen un término y otro.
La espera pasiva la asociaba a la espera que podemos sufrir cualquiera de nosotros en un Centro de Salud, Ambulatorio u Hospital de la Seguridad Social. Te dan un número -el 57 por ejemplo- y miras con escepticismo a la pantalla que marca el dígito 15. Con el disgusto en el cuerpo, te armas de paciencia y te pones a hablar de temas intrascendentales con el compañero de fatigas de al lado. En los tiempos que corren, al llegar un punto en el que se acaba la conversación, tienes también la oportunidad de chequear el móvil, los correos, las redes sociales, los juegos y hasta la prensa diaria. Te da tiempo incluso de realizar un par de llamadas y escribir en grupos de whatsapp de los que ni siquiera recordabas su existencia. Revisdas y borras algunas fotos de tu galería. De todo te da tiempo hasta que llega el 55 y empiezas a pensar que en breve tocará tu turno. Ahí ya te activas, pero hasta ese momento todo ha sido una espera pasiva, desinteresasada, falta de emoción o de expectación por tu parte.
La espera activa es algo distinto. Para visualizarla mejor nos puso el ejemplo de un embarazo. Desde que una familia se entera que la mujer está en estado de buena esperanza (nunca mejor dicho...) la espera está llena de detalles prepartatorios para ese momento. Hay que preparar la canastilla, el moisés, pintar la habitación, comprar el carro, hacer punto (al menos un jersey o unos patucos), pensar en el nombre una vez que se sabe el sexo del bebé (o antes, para los más impacientes) y avisar a todos los familiares y amigos para compartir la alegría desbordante. Las semanas van pasando y la expectación va aumentando. Los nervios van in crescendo y cada día que pasa nos presenta una nueva ilusión o una tarea pendiente hasta que llega el momento definitivo del parto.
Eso debería ser el Adviento, una espera activa en la que preparamos nuestro corazón para la llegada de un niño que transformó, transforma y transformará nuestras vidas. El problema es que de repetirlo cada año perdemos el sentido de novedad y de excepcionalidad que esta situación supone. Pero bueno, psicológicamente y espiritualmente me parece un buen recurso para que estas semanas que faltan antes de Navidad preparemos nuestro interior. Espero que así sea y que este no sea un Adviento más, sino "El Adviento".
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