Vamos a enumerarlas y comentarlas brevemente:
1. Negación. Cuando uno recibe una noticia de este calado, la primera reacción de nuestro cerebro es negar la realidad. "Esto no puede ser verdad" o "esto no me puede estar pasando a mí" son las verbalizaciones de esa realidad.
2. Ira. No se trata únicamente de reacciones físicas, sean violentas o agresivas (que también pueden darse) sino de un estado emocional irascible con uno mismo y con los demás, que se traduce en acciones y verbalizaciones desproporcionadas.
3. Ansiedad-Depresión. Los pensamientos negativos pueden conducir a un estado de nerviosismo generalizado, que de persistir provocan a la larga un estado mental tendente a la depresión, en la que la carencia de sentido existencial y de esperanza en un más allá aparecen como horizontes últimos, produciendo inquietud y desasosiego.
Algunos autores añaden dos etapas menores más:
4. Confusión. Estado de aletargamiento en el que se sume nuestro cerebro, incapaz de razonar de manera fluida.
5. Culpa. Achacar el mal sufrido (propio o de un ser querido) a un elemento desencadenante de esa tragedia, en el que se descarga la responsabilidad de lo sucedido a algo interno o externo.
Tras estas cinco primeras etapas (la autora insiste que no tienen que darse todas ni en ese orden) suelen aparecer (o no) las otras dos, que son la raíz de la sanación:
6: Negociación. Nuestro cerebro comienza a buscar respuestas y posibles explicaciones a lo que nos está sucediendo. Pueden esgrimirse elementos de esta vida ("aún queda una posibilidad de curación", "su muerte es lo mejor que ha podido pasar porque ya estaba sufriendo mucho"...) o en el caso de personas creyentes, para otra vida ("ya está en el Cielo", "me espera una vida mejor"...). En ambas perspectivas se buscan elementos positivos que contrarresten la negatividad producida por la desestabilización.
7. Aceptación. El estado que permite la superación final de un trauma pasa por la aceptación incondicional de la situación, y reconocer que comienza una nueva etapa en la vida.
Me parece que conocer mejor estas etapas nos ayuda a descifrar mejor nuestras reacciones en los periodos de crisis de nuestras vidas. Insisto que creo que son aplicables a muchas situaciones extremas de la vida, pero que no se reducen a las relacionadas con la muerte. Aunque no son un tratado de teología en sí, creo que también nos ayudan espiritualmente, siempre que seamos capaces de afrontar cada etapa -especialmente las dos últimas- desde la fe y la esperanza.
No hay comentarios :
Publicar un comentario