El libro de los Jueces contiene un periodo de casi 200 años (del 1.200 al 1.030 a.C.) en el que varias personas son escogidas por Dios para guiar al pueblo y mantener la fidelidad a la alianza. Ninguno de ellos (Gedeón, Jefté, Sansón...) son ejemplo por su sabiduría, sino únicamente por poner sus vidas en manos de Dios y mantener la esperanza del pueblo. Curiosamente todos ellos triunfan cuando confían en Dios y fracasan cuando se apartan de él. Son libertadores del pueblo, por lo que casi todas sus hazañas son militares y dejan poco espacio a una espiritualidad contemporánea. No obstante, me voy a quedar con un par de versículos de la historia de Gedeón, en la que precisamente el protagonista de la historia reconoce su pequeñez:
Jueces 6, 15-16
Gedeón le respondió: «Perdón, Señor, pero ¿Cómo voy a salvar yo a Israel, si mi clan es el más humilde de Manasés y yo soy el más joven en la casa de mi padre?». «Yo estaré contigo, le dijo el Señor, y tú derrotarás a Madián como si fuera un solo hombre»
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