Espiritualmente, lo más provechoso bajo mi punto de vista es el episodio final, el ricino que Dios regala a Jonás para resguardarlo del sol pero que es comido por los gusanos y provoca la queja de Jonás. La respuesta de Dios es sublime, pues hace caer en la cuenta a Jonás que sus quejas son infundadas e injustas, pues protesta por la muerte de un árbol que el no ha plantado ni ha cuidado pero se enoja con Dios por no haber matado a los pecadores -aunque arrepentidos- ciudadanos de Nínive.
Jonás 4, 10-11
El Señor le replicó: «Tú te conmueves por ese ricino que no te ha costado ningún trabajo y que tú no has hecho crecer, que ha brotado en una noche y en una noche se secó, y yo, ¿no me voy a conmover por Nínive, la gran ciudad, donde habitan más de ciento veinte mil seres humanos que no saben distinguir el bien del mal, y donde hay además una gran cantidad de animales?».
No hay comentarios :
Publicar un comentario