Hoy voy a dar un triple salto mortal. Vamos a volver, como hace unos meses, a buscar analogías entre el fútbol y la vida espiritual, que como ya sabéis, son dos de mis grandes pasiones en la vida.
Algunos me tildarán de oportunista, incluso de resentido, pero quiero en estas líneas protestar pacíficamente contra la última injusticia futbolística que hemos sufrido este año. Ya el verano pasado, la selección italiana ganó el mundial con un juego mediocre, y este año, el Milán se ha llevado una pobre champions y el “italianizado” Real Madrid, con un estilo resultadista y a la defensiva, se ha llevado la liga española en los últimos minutos. Los ingredientes de los tres equipos se saben desde que el fútbol es fútbol: Un gran portero, una defensa sólida, bien encerraditos y a la primera oportunidad (a veces la única) meterla dentro. En la liga poco importó que el Barcelona haya marcado 15 goles más. Ha vuelto a triunfar el fútbol práctico y efectivo frente a la belleza de un juego espectacular. En una encuesta realizada por Marca hace un par de días en Internet, el 61% de los aficionados quieren que siga Capello. Un título hace olvidar la precariedad de ese equipo que ha mezclado agresividad, mentalidad y algo de fortuna, pero siempre desde el aburrimiento extremo. No hay ningún Messi, ningún Ronaldinho, ningún Xavi, ningún Iniesta… El bueno de Guti (lo más cercano…) se cansaba en el banquillo de ver trotar a Emerson y Diarrá. Capello disfrutaba con Beckham y Reyes en la grada. Los resultados le iban dando la razón, pese a quien nos pese…

Dentro de cinco años nadie recordará que el Barcelona jugaba mejor que el Madrid. El campeón de la liga 2006-07 será el equipo merengue y así lo reflejarán los libros. Pero la realidad fue otra. El fútbol no es justo, la vida tampoco. Por eso es necesaria la conciencia y la religión, para mantener la esperanza aún cuando las cosas no vayan como debieran ir. Dios un día hará justicia infinita. De eso no cabe duda