lunes, 18 de junio de 2007

A vueltas con el amor cristiano

Llevamos tres semanas con Evangelios variados pero monotemáticos. El amor es el centro de los mismos. Dios es amor (La Trinidad), la Eucaristía es amor (Corpus Christi) y esta semana Jesucristo ensalza a la pecadora que mucho amor muestra porque mucho se le ha perdonado. En el mismo, el Maestro da un “palito” a ese fariseo que no necesita perdón y por ello poco amor muestra.

No es casualidad que salga a relucir tanto un tema nuclear para el hombre: la sed de sentirse amado y de amar. De ello podemos sacar ya algunas conclusiones obvias: Una religión que no conduce al amor sino al odio es falsa, una espiritualidad que se cierra en uno mismo es engañosa, buscar en la Biblia palabras que justifiquen algo que no sea amar es aberración.

Esta mañana leemos en los Laudes un trozo de la Carta de Santiago que tampoco tiene desperdicio: “El juicio será sin misericordia para el que no practicó la misericordia. La misericordia se ríe del juicio” (St. 2,13). Una vez más, como en San Mateo capítulo 25, el juicio se reduce, exclusivamente, a una cuestión de amor-misericordia. No se pregunta nada de misas o de oraciones (que no digo yo que no sean necesarios…) sino única y exclusivamente de amor.

Los hombres nos resistimos a ello. Preferimos tener la salvación amarrada a base de preceptos y mandamientos y nos da miedo no ser capaces de amar lo suficiente. Es más fácil rendir cuentas de los diez mandamientos que del mandamiento-resumen de CristoAma a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

Clarifiquemos términos. En griego se ve más fácil. Para el término “amor”, ellos empleaban tres palabras cada una con un matiz distinto. Por un lado esta “filia” o inclinación afectiva a algo. Es el amor (sano) a todas las cosas creadas. En nuestro castellano se ha desvirtuado con términos como zoofilia o pedofilia. Nada que ver con la filia griega, un principio de amor positivo aunque genérico. Luego viene el "eros", que es el amor pasional; es lo erótico pero también en el sentido más positivo del término. La entrega generosa del ser hacia otra persona, que conlleva una búsqueda de placer y satisfacción personal. Es dar y recibir. Es el amor carnal, un grado medio de amor, aún imperfecto pero que comienza a realizar al hombre. Por último esta la “Charitas”, el amor perfecto, hacia otra persona o hacia Dios, del que San Pablo se hace eco en su Carta a los Corintios. Es la perfección del amor, el amor que no busca sino que sólo da, el amor que es paciente, afable, que no lleva cuentas del mal, que cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites…

Ese es el amor cristiano, la caridad. Lo que pasa es que en castellano hemos “prostituido” esa palabra, y a veces pensamos que caridad es darle un Euro al pesado de turno que está en la puerta de la Iglesia. Eso no es caridad, sino lavado absurdo de conciencia. Como las purificaciones rituales de los judíos, nosotros a veces necesitamos tranquilizar –o adormecer- a nuestro Pepito Grillo. La Caridad no es dar, sino darse. Es el grado sumo de amor. Es la entrega de Cristo en la cruz, amando y perdonando a los hombres sin esperar nada a cambio. Es la muerte de los mártires perdonando y amando a sus enemigos. Es la entrega a fondo de los santos que gastan y desgastan sus vidas con leprosos, sidosos, enfermos, presos, hambrientos… Es la entrega de los esposos que consiguen ser “una sola carne”. Esa es la caridad. A ella estamos llamados.

Ahora que es tiempo de exámenes, nada como conocer las preguntas antes del mismo. Nosotros nos sabemos las del juicio final. No perdamos el tiempo en otras cosas y pongámonos manos a la obra…

4 comentarios :

  1. Una lección magistral; una reflexión sin desperdicio; poco más hay que decir.-
    Sobre el término "amor", que D. Jaime clarifica con las tres palabras griegas y que, efectivamente, tenemos desvirtuadas las tres, yo suelo decir en las catequesis que el amor es servicio e influencia: Si amo a Dios, Dios influye en mí.- Si Dios no influye en mi vida, no lo amo.- Así de sencillo.-
    Y con el prójimo lo mismo: Si sus problemas, necesidades de cualquier tipo, etc. etc. no influyen en mi vida, no me mueven a prestarle ayuda en la medida de mis posibilidades, sino que me dejan indiferente, no hay amor que valga.-
    Y si no tengo amor, como dice San Pablo, no soy nada.-

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  2. Bien expresa y describe D. Jaime el sentido profundo y nuclear de nuestra fe cristiana.

    Mientras leía la reflexión, he ido recordando la encíclica "Deus Cáritas est" del Santo Padre Benedicto XVI. Ha sido verdaderamente una buena síntesis de su magisterio epistolar.

    Pero el amor también se mide. Así lo ha expresado D. Jaime. Así es. El amor tiene su propio termómetro. El amor no se mide (objetivamente) por la cantidad de veces que entro en la capilla del sagrario a rezar. Ni tampoco por el tiempo que estoy en la Iglesia. Tampoco se mide por el tiempo que paso hablando de Dios a los otros. Sino, que el Amor se mide desde mis acciones. Como dice la carta de Santiago: "muéstrame tu fe sin obras, que yo con mis obras te mostraré mi fe". Así es. Éste es el termómetro de la fe, el termómetro del amor. Son nuestras obras.
    Pero las obras no deben ser algo impuesto, ni obligado... sino que salen del propio AMOR DE DIOS. Es decir, "quien mucho amor ha recibido, mucho amor dará". El Evangelio del domingo pasado nos lo describe. Porque nos hemos sentido perdonados y amados entrañablemente por Dios, así también nosotros podremos amar, podremos dar aquello que hemos recibido.
    Porque el Amor es Dios. Y si hemos recibido a Dios, podremos dar a Dios. Pero no sólo con palabras, sino también, con obras.
    Ánimo a todos, y pidamos constantemente la presencia de Dios en nuestros corazones para poder ser testigos y fieles generadores del Amor de Dios.

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  3. Si, despues hay que llevarlo a la practica...que no es fácil. Cuando "Pepillo grillo" se viste de rojo(Que está de moda, valga la rebundancia)con rabo y cuernos(esto tambien está de moda)pues claro, caes en tentación, y no nos hace falta estar en el desierto ni un solo día. Señor, no nos dejes caer en la tentación; seguiremos orando. Un saludo.

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  4. Aqui todos hablamos, hablamos y hablamos, pero del dicho al hecho... Asi que, a veces, me hace una gracia tremenda lo hipocrita que podemos llegar a ser delante de la pantallita esta. Por favor, y si Jaime me lo permite, el tiempo que pasamos dandole a las teclas carburando todas esas palabras que tan bien suenan vamos a dedicarlo a dar un poco de cariño a nuestros hijos, que, a veces, con nuestros trabajos los abandonamos un poco, vamos a llevar a pasear a la abuela, etc. Os apetece, a que no. Por todo esto digo que somos unos hipocritas, sin ofender.

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