Es la segunda película polaca que veo en menos de una
semana. No lo he hecho adrede, lo aseguro. Las dos de la misma temática, el
martirio, pero con ejecutores diferentes. Si en el caso de Maximilian Kolbe su
muerte vino de manos del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, en el caso
de Jerzy Popieluszco (1947-1984) fue el régimen comunista de los años 80 en Polonia quien
acabó violentamente con su vida.
Polonia es, sin lugar a dudas, uno de los países más
castigados por los totalitarismos Europeos del siglo XX. Sin sucesión de
continuidad, pasó de la invasión de las tropas alemanas antes de la Segunda
Guerra Mundial a la invasión de las tropas soviéticas a la finalización de la
misma. En ambos casos, la religión católica fue violentamente perseguida y
muchos sacerdotes, religiosos y religiosas murieron en defensa de la libertad y
de la verdad. Es paradójico, o mejor dicho muy sintomático, que en el país
donde la fe estuvo perseguida durante sesenta años sea hoy el bastión católico en Europa. La fe que
es perseguida es purificada, mientras que la fe que se acomoda termina
adormecida y moribunda, como por desgracia está sucediendo en nuestro país. El
martirio siempre ha sido la mayor “propaganda” del cristianismo. A más
persecución, más firme y arraigada es la fe de los que perseveran en la prueba.
Haber tenido un Papa -santo- polaco ayuda, faltaría más, pero es increíble la
devoción que ese país tiene por la fe católica y por su Virgen de Częstochowa. Si veis el Vaticano -en
cualquier Ángelus de cualquier domingo- nunca falta una bandera polaca. Fijaos
en las JMJ que comenzarán en breve, veréis cuantas banderas polacas han cruzado el
charco para unirse al Papa Francisco.
La película, dirigida por otro director de nombre
impronunciable (Rafal Wieczynski) es, en pocas palabras, magistral y una delicia. Un canto a la libertad de la conciencia y a la libertad de una nación. No se puede
decir más claro ni dejar más en evidencia al régimen comunista pero sin un
ápice de rencor hacia quienes eran a su vez víctimas y no verdugos del sistema.
Es lo que más me ha gustado de este film: El Padre Popieluszko (Adam Woronowicz), siendo
consciente de la cercanía de su muerte por sus constantes críticas al Partido
Comunista, no juzga a sus ejecutores, sino al mal que se esconde detrás de una
ideología perversa por esencia. Todo el aparato comunista queda caricaturizado
como un títere, un pelele en el que se cumplen órdenes de superiores que están
a la sombra mientras quienes dan la cara son pobres marionetas. A nivel de actuación destaca un cameo del Cardenal Jozef Glemp interpretándose a sí mismo.
Llama la atención, sobre todo aquí en España - o debería-, que gran parte de la acción sacerdotal del Padre Popieluszko fue en apoyo a la clase obrera, así como trabajar
en la clandestinidad en favor del Sindicato Solidarnosc (Solidaridad). Apoyado en la sombra
por el Papa Juan Pablo II y por sus superiores, centra sus homilías en la doctrina
social de la Iglesia y en la defensa de los derechos de los trabajadores. En el
régimen totalitario comunista estaban prohibidos los sindicatos -a excepción
del oficial del partido, claro está- cosa que hoy habría que recordarle a más
de uno de la izquierda que enarbola la bandera del sindicalismo unida a la de la hoz
y el martillo. Las palabras del protagonista principal prediciendo su propio martirio estremecen: "Pueden golpearme, torturarme e incluso matarme. Entonces tendrán mi cadáver, pero no mi obediencia". Igualmente impactante es la escena en la que el sacerdote Jerzy sale de la sala del juicio y pronuncia esta rotunda frase: "Es el odio contra lo que yo lucho". Una lucha que solo enarbola las armas de la bondad, el perdón y el amor, los fundamentos del Evangelio de Jesucristo.
La película cuenta con el aval histórico de todos los
personajes de la época, incluido el fundador del Sindicato Solidaridad y presidente de Polonia (1990-1995),
Lech Walesa. Igualmente entremezcla imágenes verdaderas del acoso al sacerdote,
así como de su multitudinario funeral y de tres viajes de Juan Pablo II a
Polonia, el último de ellos para rezar delante de la tumba de su compatriota. De entre todas las imágenes me ha impresionado y sobrecogido una vista aérea real de su funeral, al que acudieron
250.000 personas.
Gerzy
Popieluszko fue beatificado por Benedicto XVI el 6 de junio de 2010 en una ceremonia celebrada en la Plaza Pilsudski de Varsovia, en presencia de su madre, Marianna Popiełuszka, quien había cumplido 100 años unos pocos días antes.
No sé si seguiré viendo cine polaco, me temo que no, ya que
a España llegan pocas películas de ese país, pero a buen seguro lo que
intentaré será seguir resistiéndome a ver cine español. Cada vez lo tengo más claro. Esta película es una
clara muestra de que con pocos recursos y mucho talento se puede hacer buen
cine. En España, desgraciadamente, tenemos justo lo contrario: poco talento y
muchos recursos. Una verdadera lástima.
Gracias Jaime por compartir sobre el beato Popieluzcko! es inspirador.
ResponderEliminarComo podéis ver en el historial de visitas recientes, ayer el Blog recibió 30 visitas de Rusia, no se si alegrarme o preocuparme... En fin, un saludo a los amigos soviéticos que saben leer español...
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