El domingo comenzaremos el primer domingo de Adviento y con él un nuevo año litúrgico. La liturgia cristiana tiene un carácter cíclico, repitiendo tiempos y ritmos un año tras otro. Así, el hombre es capaz de superar la monotonía que implica toda linealidad, y nos situamos en una dimensión temporal repetida pero siempre abierta a la novedad. Más que de “cíclico”, por lo tanto, diríamos más correctamente que la liturgia avanza en “espiral”, con bucles parecidos pero siempre distintos a los anteriores.
Esta característica de la liturgia –el constante comienzo y final de los tiempos litúrgicos- nos brinda una oportunidad espiritual nueva cada vez que abrimos un periodo nuevo. Así, si cuando terminemos el año civil todo serán propósitos buenos y eternamente aplazables: dejar de fumar, adelgazar, hacer ejercicio… el fin de año cristiano y el comienzo de otro nuevo es una llamada a la conversión. Dios nos da una nueva oportunidad, un tiempo nuevo de salvación está llamando a nuestra puerta. Para ilustrar esta paciencia infinita de Dios con cada uno de nosotros, no he encontrado nada mejor que esta emotiva, conmovedora y profunda historia. Que la disfrutéis y vayáis preparando vuestro corazón para la llegada del Salvador.
“Había un hombre que a base de trabajo y sacrificio poseía una inmensa riqueza. Este hombre tenía un hijo que iba a ser su heredero, pero que no se parecía mucho a su padre. Lo único que le gustaba era las fiestas, la diversión, estar con sus amigos y ser adulado por ellos. Su padre siempre le advertía que sus amigos sólo estarían a su lado mientras él tuviese algo que ofrecerles; después, le abandonarían.
Un día, el viejo padre, ya avanzado en edad, dijo a sus empleados que le construyeran un pequeño establo. Dentro de él, el propio padre preparó una horca y, junto a ella, una placa con algo escrito: “para que nunca desprecies las palabras de tu padre”
Mas tarde, llamó a su hijo, lo llevó hasta el establo y le dijo: - Hijo mío, yo ya estoy viejo y, cuando yo me vaya, tú te encargarás de todo lo que es mío... Y yo sé cual será tu futuro. Vas a dejar la casa en manos de los empleados y vas a gastar todo el dinero con tus amigos. Venderás todos los bienes para sustentarte y, cuando no tengas más nada, tus amigos se apartarán de ti. Sólo entonces te arrepentirás amargamente por no haberme escuchado. Fue por esto que construí esta horca. ¡Ella es para ti! Quiero que me prometas que, si sucede lo que yo te dije, te ahorcarás en ella.-
El joven se rió, pensó que era un absurdo, pero para no contradecir a su padre le prometió que así lo haría, pensando que eso jamás sucedería.
El tiempo pasó, el padre murió, y su hijo se encargó de todo, y así como su padre había previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus amigos y hasta la propia dignidad. Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vio que había sido un tonto. Se acordó de las palabras de su padre y comenzó a decir: -Ah, padre mío... Si yo hubiese escuchado tus consejos... Pero ahora es demasiado tarde.-
Apesadumbrado, el joven levantó la vista y vio el establo. Con pasos lentos, se dirigió hasta allá y entrando, vio la horca y la placa llenas de polvo, y entonces pensó: -Yo nunca seguí las palabras de mi padre, no pude alegrarle cuando estaba vivo, pero al menos esta vez haré su voluntad. Voy a cumplir mi promesa. No me queda nada más...-
Entonces, subió los escalones y se colocó la cuerda en el cuello, y pensó: -Ah, si yo tuviese una nueva oportunidad... viviría mi vida de otra manera y le haría caso a mi padre…-
En ese momento, se tiró desde lo alto de los escalones y, por un instante, sintió que la cuerda apretaba su garganta... Era el fin.
Sin embargo, el brazo de la horca era hueco y se quebró fácilmente, cayendo el joven al suelo. Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, zafiros y brillantes, muchos brillantes... La horca estaba llena de piedras preciosas. Entre lo que cayó encontró una nota. En ella estaba escrito: “Esta es tu nueva oportunidad. ¡Te amo mucho! Con amor, tu viejo padre.”
Bonito cuento, me ha dejado helado, orque no esperaba el final. Ojalá nuestra sociedad sea capaz de dar oportunidades a todo el mundo y no encasille tanto a la gente
ResponderEliminarBueno, el final sorprende bastante, pero conducir el cuento a la acción del suicidio pues bueno, no me parece ideal, sabiendo que lo que nos quire transmitir es una segunda oportunidad. Ojalá todos tubieramos una segunda oportunidad en nuestras vidas y no solo fin material, tambien el del éxito en muchos campos. En definitiva un aprovaillo al cuento aunque bastante sorprendenta al final. Un saludo para el competidor de Gloria Fuerte.
ResponderEliminarDon Jaime, un gran cuento!!
ResponderEliminarEl problema de fondo que nosotros como personas nos encanta encasillar y poner un sello. Dios sienpre nos da las oportunidades que hagan falta, pero los hombres nos ponen el sello y ya no hay nada que hacer amigo RONDAN.
ResponderEliminaruna persona necesita una nueva oportunidad, no somos perfectos pero podemos ser perfefctibles
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