sábado, 1 de agosto de 2020

Homilía Domingo 18 Tiempo Ordinario Ciclo A

El estudio de la Biología afirma la existencia de dos grandes instintos en el ser humano: El instinto de supervivencia y el instinto de reproducción. 

Esto quiere decir que, aunque quizás no seamos conscientes, todo lo que hacemos durante nuestra vida tiene como fín último alcanzar esos dos objetivos. No morirnos y perpetuarnos.

Es decir, el ser humano ha sido creado para conservarse, bien sea en su propia persona (supervivencia), o bien en la de sus congéneres (reproducción)... o incluso en algo que le trascienda: Es esto lo que nos quiere decir el aforismo: "En la vida hay que hacer tres cosas: escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo".

Cualquier ideología o filosofía que no tuviese en cuenta estos dos instintos en el ser humano, habría de ser considerada como contra natura.

Así, por ejemplo, la Iglesia considera que alguien que ponga fin a su vida por medio del suicidio, no debe considerarse, meramente por ese acto, condenado, ya que haber perdido el instinto primario de conservación es algo patológico y no debe, por tanto, ser mensurable como una acción libre y consciente. 

Sabemos que esto no siempre fue así, y en tiempos no muy lejanos, esa misma Iglesia, no permitía el entierro de un suicidado en lugar sagrado, porque consideraba un gravísimo pecado mortal acabar con la vida propia... en las veces que he tenido que presidir un funeral de esas características, he afirmado en la homilía, para consuelo de las familias afectadas por un drama de esa envergadura, que el Amor de Dios es infinitamente más grande que la desesperación humana...

Volviendo al tema que nos ocupa, sería aberrante pretender construir una existencia humana, que no tuviera en cuenta estas necesidades instintivas del ser humano... Pero el ser humano, que es animal, pero es animal racional, no sólo puede, sino que debe, vivir por encima de esos instintos, evitando dejarse atrapar por sus más bajas pasiones.

El ser humano está capacitado para alcanzar su fin primario de conservación de una manera serena y pacífica. Y es que si dejara que estos instintos llevasen el mando de su vida y diera rienda suelta a sus deseos, haría verdad lo que Hobbes afirmó con su famosa sentencia: "el ser humano es un lobo para el hombre".

El Evangelio de este Domingo que nos relata el episodio de la multiplicación de los panes y los peces, es la propuesta de Dios para vivir una existencia auténticamente humana: Dios tiene en cuenta los instintos naturales del ser humano, pero los sublima y los orienta, reconduciéndolos para alcanzar una plena realización del ser humano.

La supervivencia y la reproducción solo tienen sentido plenamente humano cuando son enfocados desde la generosidad que es capaz de compartir incluso lo poco que se tiene, desde la certeza de que todo es regalo de Dios. Desde la fe en Cristo Jesús, la vida no es un "sálvese quién pueda", sino un "Dadles vosotros de comer".

La escena evangélica de este evocador milagro, ilumina nuestros instintos para que éstos, con la ayuda de Dios, nos hagan reflejos de Él, ya que por la fe, somos, no meros animales, más o menos racionales, sino seres humanos creados a su imagen y semejanza. Seres humanos capaces de seguir reproduciendo, aquí y ahora, ese mismo milagro de la multiplicación de los panes y los peces, en un mundo hambriento, más que nunca, de Dios y de sentido.


Luis Salado de la Riva


PD. Concluyo, ahora sí, esta serie de publicaciones y envíos que desde que comenzó este tiempo de pandemia he tratado de compartir con todos vosotros a quienes quiero y llevo en el corazón. En este mes de Agosto, trataremos de tener unos días de descanso, que aunque no me aparten de Dios, me llevarán a emprender tareas que no puedo hacer en otra época del año. Cuando volvamos en Septiembre y si Dios y la pandemia quieren, podamos retomar nuestra vida con "normalidad", os seguiré esperando en la Eucaristía de mi Parroquia de Santa María Madre de la Iglesia.

Un abrazo en el Señor a todos. Y que Dios os bendiga siempre.

1 comentario :

  1. Luis, magnífica las dos homilías que has escrito; sigue escribiendo y difundiéndolo sui puedes, pues lo haces muy bien. Yo siempre he creído en tu palabra. Gracias.
    Luis Mariscal

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