1999 fue un año especialmente propicio para el cine de temática religiosa. Además de otras, en este
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El tercer Milagro y
Stigmata.
El fin de los días pertenece al que se conoció como
"efecto 2.000", en el que con la llegada del nuevo milenio se creía que muchos fenómenos paranormales -si no directamente el fin del mundo- iban a ser frecuentes con el cambio de calendario.
Pasó el año 2.000, el 2.001, el 2002... y no aconteció nada catastrofista. Pero aunque no sucediera nada espectacular de lo que se auguraba, no es menos cierto que la presencia del maligno parece hoy en día bastante evidente. Este tipo de películas, por ello, no pierden una parte de su vigencia y de su fuerza, haciéndonos caer en la cuenta de que en la actualidad seguimos en el periodo histórico del combate contra el demonio, adopte forma humana o no.
La película tiene como argumento la defensa que el policía Jericho Cane (Arnold Schwarzenegger) tiene que realizar de la joven Christine, quien parece ser la elegida para aparearse con el Anticristo (Gabriel Byrne) sin que ella lo sepa. Tanto los seguidores del Anticristo como un grupo de conspiradores Vaticanos no se lo ponen fácil al bueno de Arnold, que se desenvuelve a la perfección en estas películas de acción y con escenas violentas como las que el film presenta. No obstante, más allá de lo movido del film, la trama tiene fuertes connotaciones religiosas y un fondo bastante constructivo, incluyendo el autosacrificio de Jericho (siento ser spoiler, pero la peli es ya antigua), para impedir la muerte de Christine. De esta manera Jericho aparece finalmente como salvador de Christine y con ello de toda la humanidad, tomando de esta forma tintes mesiánicos y semejantes a los de Jesucristo, quien muriendo en la cruz obtiene la salvación de todo el género humano. Ni que decir tiene que la intención de la película no es elaborar un tratado de soteriología ni mucho menos ser blasfema, debiendo por ello tan solo ser vista como un producto de Hollywood que procura el entretenimiento y el suspense, lo que no es óbice para que el espectador pueda reflexionar por su cuenta acerca de temas religiosos.
Aterrizando en esa reflexión que el film puede ocasionar, de entre todos los diálogos destaco un par de ellos que me parece que son muy sugerentes y materia de un merecido comentario. El primero de ellos es un diálogo entre un sacerdote que comienza a descubrir la verdad de lo que está pasando y Jericho. En él podemos percibir la acción y el toque de humor que casi siempre acompañan a los personajes interpretados por Schwarzenegger, tipos duros pero que dejan entrever que tras esa apariencia hay un bonachón encubierto:
“- ¿Cree usted en Dios?
- Tal vez antes. Pero ahora no puedo.
- ¿Qué pasó?
- Diferencia de opiniones. Yo creía que mi mujer y mi hija tenían que vivir. Y él pensó lo contrario.
- Lamento su pérdida. Tal vez sea el momento de renovar su fe.”El segundo de ellos forma parte de un diálogo Anticristo-Jericho, en el que el diablo expone un discurso destructivo a través del cual "vende" su producto y sus mentiras para intentar que Jericho desista de la protección de Christine. Me parece un buen resumen de lo que muchas personas sin fe opinan de Dios:
“Voy a decirte una cosa sobre él. Él es el mayor chapucero de todos los tiempos. Tenia un buen publicista, eso es todo. Si pasa algo bueno, es su voluntad. Y si pasa algo malo, sus caminos son inescrutables. Coge ese panfleto farragoso al que llaman Biblia y busca ahí la respuesta. ¿Qué consigues? Una mierda.”
En definitiva, una película que sin ser nada del otro mundo entretiene, y de paso, nos mantiene vigilantes a la espera de la segunda venida de Jesucristo y su Juicio Final.
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