Evidentemente disponerse a ver una película de Cantinflas (aunque sea de temática religiosa) no debe tener como objetivo último extraer consideraciones teológicas o contenidos de fe. Pero sí nos puede servir para pasar un rato entretenido viendo una comedia fresca dirigida a un público familiar, sin expresiones soeces, desnudos o chistes fáciles. En "El padrecito" encontramos precisamente eso, un producto fácil de digerir, una comedia hecha a la medida del actor mexicano para lucimiento de su genial verborrea y de su descaro interpretativo. En este caso, además, la cinta se adorna de un hermoso mensaje final con moraleja -o moralina- ya que entre carcajada y carcajada se tratan temas serios de manera desenfadada.
El argumento de este film consiste en la llegada de un sacerdote recién ordenado, el padre Sebastián (Cantinflas) a un pequeño pueblo. Su primer destino pastoral es ayudar al padre Damián (Ángel Garasa), un sacerdote mayor que tiene el cariño de todo el pueblo y que no parece muy dispuesto a compartir ese afecto con el advenedizo cura. Su hermana Sara se encarga de hacerle la vida imposible al bueno de Cantinflas. Además, los caciques del pueblo le tienen tomada la medida al anciano cura, haciendo y deshaciendo a su antojo.
Como hemos comentado anteriormente, varios temas serios salen a la palestra en el visionado del film. La corrupción en la Iglesia, el matrimonio o la pugna entre visiones generacionales distintas hacen su aparición en una cinta rodada en los años previos al Concilio Vaticano II y la renovación que este supuso.
Muchas son las frases que merecen ser destacadas. Algunas solo por lo enrevesado de su construcción, "made in Cantinflas":
"Como quien dice es cuestión de captación. Ahora que le confesaré que yo de repente tampoco me entiendo, pero sí sé lo que digo".
En esa línea cómica se sitúa la siguiente que he escogido:
"El que este libre de pecado que arroje la primera teja, era teja? no no no, bueno pero de todas formas descalabra".
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