martes, 18 de mayo de 2021

Las sandalias del pescador (The Shoes of the Fisherman, EE.UU. 1968)

Hace ya muchos años que vi esta película de la que hasta hace unos días apenas recordaba como escena más impactante la de un Papa vestido de paisano recorriendo en solitario las hermosas calles de Roma. También tenía una vaga apreciación de su larga extensión (156 minutos), posiblemente porque en mi juventud me pareciera excesivamente lenta y tediosa.

Ahora, con la madurez y tras un revisionado sosegado, no puedo en absoluto estar de acuerdo con mi percepción juvenil. Sin ser una obra maestra del séptimo arte, la película es más que entretenida, y plantea problemas que evidentemente a un chaval de unos 18 años se le escapaban por completo. Con el paso de los años y la experiencia acumulada, veo ahora que la densidad del film pasó por encima de mis conocimientos como un panzer alemán, sin que pudiera comprender muchas claves -ni religiosas ni humanas- de los protagonistas.

El film de Michael Anderson se basa en la novela del australiano Morris West Las sandalias del pescador, la cual forma una cuatrilogía con Los bufones de Dios, Lázaro y Eminencia. Otra obra de este autor de temática religiosa llevada a la pantalla es El abogado del diablo, si bien no la americana de 1997 (con un argumento diverso), sino la original alemana de 1977. 

Para comprender bien la película hay que tener en cuenta bastantes nociones históricas, políticas y religiosas, al menos del funcionamiento interno de la Iglesia. El libro está escrito en 1963 y la película rodada en 1968, años clave de la vida de la Iglesia católica por la celebración del Concilio Vaticano II (1965-68), un momento de la historia de esta institución decisivo para el devenir del futuro, pues supuso un aperturismo y una revolución eclesiástica como no se había producido en siglos. A nivel político estamos en los años de la Guerra de Vietnam, del florecimiento del movimiento hippie de mayo del 68 y en los años previos a la Guerra Fría, en la que dos potencias enemigas se jugaban la hegemonía mundial (EE.UU. y la URSS) ante la mirada atenta de una tercera potencia conocida como el gigante dormido, China. El mundo comenzaba a verse amenazado por una guerra nuclear latente y la búsqueda de la paz mundial era una prioridad. Este cóctel explosivo hace que sean unos años determinantes del siglo XX a los que la Iglesia tenía que dar una respuesta en un lenguaje actual y renovado. Una parte del discurso del papa en la película parece estar sacado de la Gaudium et spes del Concilio Vaticano II o de la Encíclica Sollicitudo rei socialis de San Juan Pablo II“Debemos practicar la auténtica revolución cristiana. Trabajo para todos, pan para todos, dignidad para todos”.

El argumento del film es bastante sugerente. El arzobispo Kiril (Cirilo) Lakota (Anthony Quinn) llega a Roma tras ser liberado de un campo de concentración comunista en Siberia. Poco tiempo después es nombrado cardenal por Pio XII y comienza a conocer las interioridades del Vaticano y de la Ciudad Eterna. Los acontecimientos históricos se precipitan a la muerte del anciano Papa, con un final sorprendente para el protagonista y la Iglesia...

La trama en general es interesante desde un punto de vista meramente religioso. Con la única variante de la intromisión de las redes sociales e internet (no sé hasta que punto interfieren actualmente en la elección del sumo pontífice) el Cónclave no ha cambiado en exceso y los ritos son los mismos desde hace siglos. El cierre de la capilla con llave (cum-clave), las votaciones secretas, los porcentajes necesarios, el humo negro y blanco... Todo está reflejado con bastante realismo siendo en este sentido la película casi un documental, en el que de la mano de los periodistas vamos conociendo punto por punto el desarrollo de los hechos.

A nivel más teológico y profundo la película presenta una especie de "pugna" entre tres modos de entender la Iglesia (políticamente hablaríamos de facciones pero la palabra me resulta chocante) interpretados por tres cardenales de la Curia de procedencia y tendencias diversas. De un lado Lakota, el ucraniano teológicamente pastoralista y hombre de fe. Por otro lado Telemond, el teólogo e intelectual racionalista francés, y por último Leone, el italiano vaticanista que conoce a la perfección los entresijos de la curia y se mueve entre ellos como pez en el agua. La tentación de asociar un nombre contemporáneo a cada uno de ellos es evidente, pero me parece más bien que son estereotipos que de una u otra forma siempre están presentes en la vida de la Iglesia, por lo que en este caso yo no hablaría de profetismo sino simplemente de ciertos clichés que se repiten sistemáticamente. En tres ideas lo podríamos resumir como el voluntarismo, el intelectualismo y la búsqueda de estrategias humanas como medios aparentemente opuestos pero en el fondo complementarios para extender el Reino de Dios.

Lo cierto es que dicen que el libro y la película fueron en parte proféticas. No se puede ocultar que acertó en adelantar la elección de un papa eslavo tras muchos papas de origen italiano (en la película ucraniano, en la realidad el polaco Juan Pablo II). Lo que hoy parece normal en aquella época era poco menos que una quimera. También presenta a una Iglesia atenta a las necesidades humanas como hacía muchos siglos también que no se daba. La Iglesia actual no ha llegado al punto de vender todas sus riquezas pero si que han desaparecido la opulencia y el boato de siglos pasados, lo cual tampoco era fácil de predecir...

Acerca de los diálogos del film, un par de frases interesantes que merecen ser destacadas sobre el resto son las siguientes:

"En todas partes el hombre ha tomado conciencia de sí mismo como un animal de tránsito y lucha desesperadamente por afirmar su derecho a lo mejor del mundo durante el breve período que habita en él".

"Saben entendérselas con la muerte. Es la vida lo que los desconcierta".

Un último apunte debe hacer referencia al drama humano de Lakota. Más allá de la política y de las intrigas vaticanas (o sobre todo debido a ello...) el personaje principal vive una crisis personal en la que el celibato y la soledad que este produce no ayudan a su superación. Me parece una pena que el film no ahonde en ello, no me cabe duda que el cine actual está mucho más interesado en esta parte psicológica de los protagonistas que en una narración aséptica de los hechos en sí, por lo que una revisión actual del film hubiera tenido en cuenta estos aspectos. Pese a esta carencia, la película es altamente recomendable, eso sí, para personas que tengan algunos conocimientos previos de los temas que se tratan.

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