lunes, 22 de noviembre de 2021

Demetrius y los Gladiadores (Demetrius and the Gladiators, EEUU, 1954)

La semana pasada comenté que La Túnica Sagrada (1953) fue promocionada como la primera película en cinemascope y se convirtió en un éxito de taquilla y crítica. Un año más tarde se estrenaba esta segunda parte, "Demetrius y los Gladiadores" aprovechando el tirón del cine bíblico que alcanzaría su cúspide dos años más tarde con Los Diez Mandamientos de Cecil B. DeMille

La continuidad en ambas películas (aparte del argumento, el recorrido de la túnica de Jesucristo tras su muerte y resurrección) viene dada por dos actores, toda vez que los protagonistas de la primera entrega Marcellus Galio (Richard BurtonDiana (Jean Simmons) mueren mártires al final de la entrega. Tanto Calígula (Jay Robinson) como Demetrius (Victor Mature) repiten protagonismo y sitúan al espectador en una continuidad temporal. Sinceramente creo que con la mentalidad moderna, más que de una segunda parte podríamos hablar de un spin off, en el que un actor secundario de la primera entrega (en este caso Demetrius) se convierte en el absoluto protagonista de la segunda. Para completar el reparto se añadieron actores contrastados como Susan Hayward (Mesalina), Michael Rennie (San Pedro) o la consagrada Anne Bancroft (Paula).

Sorprendentemente, sin embargo, no existió continuidad en la dirección, pasando la claqueta de Henry Koster a Delmer Daves, quien no contaba con experiencia ni en superproducciones ni en argumentos bíblicos y que presentaba el western "Flecha rota" como su mejor carta de presentación. 

A nivel argumental la historia pierde algo de profundidad. En primer lugar debido a que no se basa en ningún libro, sino en un guion cinematográfico. Además, de lo que cuenta la historia -y a diferencia de la primera parte- no hay ya casi nada en la Biblia que acredite estos sucesos históricos. Eso sí, sobre el nombre escogido tenemos una cita en la Tercera Carta de San Juan: "En cambio, todos dan testimonio en favor de Demetrio, y la verdad confirma este testimonio. Nosotros también lo hacemos, y tú sabes que nuestro testimonio es verdadero". El resto es ficción pura y dura, incluyendo diálogos entre San Pedro y la mujer del emperador que rayan lo excéntrico. No obstante, la historia vuelve a funcionar, ingresando el doble del presupuesto de la película. 

Como temas tratados está en primer lugar, evidentemente, la fe. La fe de Demetrius que se extingue al creer que su amada Lucía está muerta e iniciar una nueva vida como guardia pretoriano con todos los lujos del palacio. A raíz de ello, dado el buen resultado romántico de la pareja Marcellus-Diana, se vuelve a proponer una relación Demetrius-Mesalina, si bien en este caso el bueno de  Demetrius tendrá que escoger  entre su fe cristiana o las pasiones terrenas con una mujer casada. En este sentido se presenta el cristianismo como adalid de la moralidad familiar y tradicional, una verdadera inversión de valores a los que presentaba el decadente Imperio Romano, muy en consonancia también con los años en los que se rodó el film. Baste como muestra este diálogo sobre el homicidio entre tres de los protagonistas:

Mesalina: ¿Cómo te llamas?
Demetrius: Demetrius.
Mesalina: Hablaste de un dios, Demetrio. Que dios
Demetrius: Solo hay un Dios.
Claudio: Es uno de "ellos". Esto es muy interesante. ¡Un cristiano!
Messalina: ¿Eres cristiano?
Demetrius: Sí.
Messalina: ¿Y no pelearás?
Demetrius: No.
Claudio: No puede, querida. Matar está en contra de su religión.

Junto a ello reaparece el tema de la libertad-esclavitud que ya surgiera en el primer film, ahora con un prisma diferente. Se puede ser esclavo de las pasiones o libre aún teniendo una situación de opresión. Dios libera, pero solo a aquel que está dispuesto a dejarse liberar, como Pedro enseña al protagonista:

Demetrius: ¿Sabías que Jesús podía convertir el agua en vino? Y ese fue solo uno de sus trucos.
Pedro: Sí, solo uno. Cualquier cosa que fuera vil, podía convertirla en noble. Encontró a un leproso y lo limpió. Encontró la muerte e hizo la vida. Te encontró esclavo y te hizo libre.
Demetrius: ¡Fuera!
Pedro: Y ahora le has ganado una gran victoria, ¿no es así, tribuno? Te has vuelto esclavo de nuevo.

En fin, una historia interesante y que no desmerece a la primera parte, si bien se echan en falta algunos elementos bíblicos que sí estuvieron presentes en la obra de 1953. 

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