El Deuteronomio (segunda ley) contiene una de las confesiones de fe más repetidas a lo largo de la historia. Se trata de un libro -como su propio nombre indica- lleno de preceptos y leyes, con un contenido espiritual menos relevante para un cristiano que para un judío. Pero esta confesión mosaica del único Dios sí es digna de ser subrayada en el texto sagrado. Es conocida con su nombre hebreo, más o menos, "Shemá Israel Adonai":
Deuteronomio 6, 4-9:
"Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte. Átalas a tu mano como un signo, y que estén como una marca sobre tu frente. Escríbelas en las puertas de tu casa y en sus postes".
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