Continúo comentando películas con contenido cristiano, aunque en esta ocasión no se trate de una película con contenido espiritual específico sino una feroz crítica de Costantinos Gavras (Desaparecido, Mad City) contra la jerarquía eclesiástica en tiempos de la masacre judía realizada por el III Reich del nacionalsocialista Adolf Hitler. Está basada en la obra de teatro "El vicario. Una tragedia cristiana" del alemán Rolf Hochhuth. Con un elenco de actores casi desconocidos Ulrich Tukur (Solaris), Mathieu Kassovitz (Oscura Seducción, Munich) Costa-Gavras narra el intento de un joven jesuita y de un miembro de las SS por detener las deportaciones y ejecuciones de los judíos en las cámaras de gas. Ambos saldrán mal parados dejando así en evidencia la barbarie nazi y el silencio culpable de la jerarquía eclesiástica encabezada por Pio XII. El esquema de la película no es nuevo, otro día hablaremos de The Body o Stigmata donde también se presenta una visión muy negativa de las autoridades eclesiásticas y una valoración positiva de los protagonistas de la historia como ministros que “van por libre” sin seguir los dictados de la jerarquía.
Se trata de una película rodada en Bucarest (Rumanía), con un vestuario y unos decorados visualmente convincentes, bien desarrollada, entretenida e intrigante, pero insisto que con una visión de la actuación de la Iglesia demasiado subjetiva y a mi parecer, injusta. Intentaré justificar esta afirmación a lo largo del comentario.
Comienza la película con la denuncia de los obispos alemanes del exterminio de las personas Síndrome de Down por parte de los nazis. Ahí acaban las concesiones del director al enfrentamiento de la Iglesia con el régimen nazi. A partir de ahí todo es silencio, ocultación de la verdad y comilonas entre cardenales.
La primera escena está basada en hechos reales. Se trata del suicidio de Stefan Lux, un periodista judío de nacionalidad Checa. Tras gritar "Este es el golpe final" se disparó en la cabeza en la asamblea general de la Liga de las Naciones, desesperado porque nadie le hacía caso en sus avisos sobre lo peligroso del antisemitismo judío de los nazis. En el film, esta escena se desarrolla de una manera más teatralizada con este discurso:
"Mi nombre es Stephan Lux, soy judío. Los judíos están siendo perseguidos en Alemania y al mundo no le importa. (saca una pistola) No veo otra forma de llegar al corazón de la gente". (Se dispara en la cabeza)
A partir de aquí, el personaje principal Gerstein, un químico oficial de las SS, comienza a descubrir que esta denuncia es cierta. Primero visualiza en primera persona las cámaras de gas y los crematorios de Treblinka, desbordados a más no poder. Ahí se produce una de las escenas más dramáticas para mi gusto, en el que desde un coche observan como apilan y arrojan cientos de cadáveres a zanjas de las cunetas mientras el chofer afirma con total naturalidad: "Los crematorios están sobrecargados de trabajo". Escandalizado por lo que ve, e ignorado por el nuncio de Berlín, consigue ponerse en contacto con Riccardo Fontana, un joven sacerdote jesuita al que le expone lo que ha visto:
Kurt Gerstein: "Es inimaginable. Los judíos no están siendo expulsados, como pensábamos. Están siendo exterminados. Acabo de regresar de los campamentos en Polonia. Están exterminando judíos. Los más fuertes son obligados a realizar trabajos forzados. Los otros, las mujeres y los niños... son gaseados. Lo vi con mis propios ojos".
Con la ayuda del sacerdote intentarán dar visibilidad al drama del exterminio de los judíos, pretendiendo ambos llegar hasta el Papa Pío XII. Ambos arriesgan sus cargos y sus vidas, anhelando que en el mensaje de Navidad de 1942 denunciar la situación, pero el mensaje es sin embargo escueto y sin referencias a la situación. Cuando el Padre Fontana se lo traduce del latín a Gerstein ambos se sienten defraudados:
Kurt Gerstein: "¿Eso es todo?"
Riccardo Fontana: "Eso es todo".
K.G.: "Él... él... nunca... ni siquiera pronunció la palabra "judío" o "campo de concentración".
Abatido por la situación, intenta la vía diplomática a través de la nobleza alemana y los embajadores, también sin éxito. Aquí es donde se expone una clave política del conflicto, ya que el Papa, de haber denunciado un totalitarismo como el nacionalsocialista tendría que haber denunciado también el comunista, abocando al planeta a una confrontación mucho más sangrienta que la II Guerra Mundial. ¿Qué hubiera pasado si la URSS y Alemania hubieran sido aliados en lugar de enemigos en esa guerra? Todo es especular, pero evidentemente el conflicto habría tardado mucho más en resolverse. Este diálogo expone el problema:
Embajador Taylor: "Washington está asombrado de que el discurso navideño del Papa fuera tan escueto. La falta de condena de las atrocidades nazis amenaza el liderazgo moral del Santo Padre y la fe en la Iglesia misma".
Conde Fontana: "No se puede condenar a Hitler sin condenar a Stalin, que es su aliado".
Pasan los años y el final de la Guerra es inminente. A Gerstein se le ofrece la posibilidad de salvar su vida escapando de la persecución a la que pronto serían sometidos los mandos alemanes:
Baron Von Otter: Puedo obtener pasaportes para usted y su familia.
Kurt Gerstein: No. No. Me niego a salir de mi país. Debo testificar sobre todo esto.
No hizo lo mismo uno de los médicos más sanguinarios de las SS, quien en la escena final del film encuentra refugio en el Vaticano, en una escena cargada de sarcasmo y crítica larvada:
Monseñor Hudal: (dando la bienvenida al Doctor en el Vaticano) "Tus amigos me mencionaron los Estados Unidos. Pero solo están recibiendo especialistas en química, aviación, física o biología".
Doctor: "Soy doctor, solo un médico".
M.H.: "Entonces tendrá que ser Argentina. Hay un barco en seis días. Mientras tanto, se acomodará aquí".
D.: (señalando los jardines) "Esto es maravilloso".
Las palabras finales, no obstante, están dedicadas de nuevo a Gerstein y su intento por parar el exterminio judío:
"Su informe contribuyó a convencer a la gente del Holocausto. 20 años después, Gerstein fue reivindicado".
El director del film, Costa Gavras, dijo en una entrevista que su intención no era menospreciar al Vaticano sino ensalzar a los protagonistas: "Lo que me interesó fue la actitud de dos personajes, cristianos verdaderos, un católico y un protestante, quienes en condiciones prácticas y difíciles resistieron. Tratan de avisar al mundo, de informar a sus jerarquías... Hacen todo lo que pueden, pero nadie reacciona y ellos llegan a sacrificarse por su filosofía cristiana. Eso es lo que me interesaba y para mí la película es una metáfora sobre nuestros silencios y nuestras indiferencias de hoy".
Sin embargo, intencionadamente o no, este director olvida las numerosas actuaciones del Papa, de los cardenales, obispos, religiosos/as y laicos/as en aquella época. Se han escrito libros al caso, yo me conformo con citar a dos eminentes personajes judíos que alabaron en su día las intervenciones papales (las más criticadas hoy en día).
Joseph Emer Proskauer (presidente del comité judío americano), escribe: ”La intervención de su santidad, de las nunciaturas apostólicas y de los prelados católicos en el mundo entero, han sido, sin duda alguna, una gran prueba de responsabilidad. Estas actividades benéficas avalan, en tiempos de barbarie moderna, la noble tradición humanitaria de la Iglesia católica. Todo ello ha inspirado al pueblo judío un profundo y duradero sentimiento de gratitud…”
El Rabino de Jerusalén Isaac Herzog añadía: “El pueblo de Israel no olvidará jamás el apoyo dado por su santidad a sus desafortunados hermanos y hermanas en el momento más triste de nuestra historia”.
Me parece que sobran más comentarios. Animaros a que veáis la película pro no a que os la creáis entera (es un grave problema de nuestros días, mucha gente confunde Cine con Historia). Como cristianos debemos tener una capacidad crítica con todo aquello que veamos y también estar informados de las respuestas que podemos dar ante ataques tan injustos que recibimos a través de este género…
Efectivamente, no todo lo que nos relatan las películas es cierto. Tristemente, podemos recordar como la película "el Código da Vinci" no esplica, al principio de la misma, que lo que se va a ver no está basado en hechos reales, y mucho menos en datos históricos fehacientes. ¿ Por qué ? No interesa ser honesto, sino ser astuto para captar egoístamente a muchos espectadores que se han devorado el libro y se han creído parte de lo que dice. La masacre nazi y el odio racial no necesita más comentario que la propia reslidad. la sinrazón, los intereses políticos, sociales y culturales rebasan los límites del humanismo. Algo que nunca más se debería repetir.
ResponderEliminarHay que ver cuanto sabes usted D. Jaime, ultimamente sus articulos sobre cine y nombres raros que cita que no habia leido en mi vida me sorprenden por esa faceta suya, la cual me sorprende. Es usted un hombre culto que realmente es digno de admirar que un sacerdote en los tiempos de hoy maneje tanta cultura e información. Lo mismo hace un comentario sobre un libro que con una película. Es para quitarse el sombrero
ResponderEliminarHola estoy vivo.
ResponderEliminarEl rabino jefe de Roma se bautizó con el nombre de Eugenio (Zolli) por el gran trabajo que hizo Pío XII (Eugenio Pacelli) para salvar a los judíos.
ResponderEliminarVale la pena comparar con la película "Hijos de un mismo Dios"
ResponderEliminarhttps://sites.google.com/site/pquiasantagemamga/peliculas-cristianas-catolicas/hijosdeunmismodios
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Un matrimonio judío, para evitar que su hijo caiga en manos de los nazis, decide trasladarlo al campo, donde es acogido por una familia de campesinos católicos. (FILMAFFINITY)
El siguiente diálogo de la película se da entre el sacerdote católico, uno de los protagonistas principales del filme, y uno de los niños católicos a quienes está catequizando:
—¿Dónde nació Jesús?— pregunta el cura.
—En el Vaticano— contesta uno de los niños catecúmenos.
—¡Ah! ¿Entonces era italiano?
—Sí padre.
—¡No!; judío. ¡Era judío!— corrige el sacerdote ante la cara atónita del niño y de sus compañeritos, quienes no asimilan que aquél al que adoran como Dios y centro de su religión fuese judío; es decir, Jesucristo era judío igual que toda esa gente perseguida, segregada, maltratada y exterminada allí mismo, ante sus ojos, en la sociedad polaca; de hecho son testigos de como los judíos llenan los trenes que pasan cada noche cerca de sus casas, donde van enjaulados y amontonados como ganado llevado al matadero, y no en vano estos niños católicos si son detenidos por los militares nazis proclaman inmediatamente que ellos son polacos, no judíos, sabedores que dicha distinción les exime a priori de correr la misma suerte.
—¿Judío!— medio pregunta y medio exclama el niño, estupefacto ante lo que acaba de oír de boca de su párroco catequista.
El presbítero católico (interpretado por el actor Willem Dafoe), hombre de noble corazón, acogedor y comprensivo, esconde, protege y salva al niño judío entre su comunidad de feligreses católicos; quizás porque considera a los judíos como a hermanos mayores en la fe; quizás porque estima a la religión judía como una religión prima-hermana o incluso más, la religión madre de la que procede nuestra religión cristiana; quizás porque es sabedor de que la religión judía, como manifestaría unas cuantas décadas después un polaco investido Papa con el nombre de Juan Pablo II, “la religión judía pertenece a lo “más íntimo” de nuestra propia religión cristiana”.