Quizás pocos sepáis que Alfred Hitchcock era un hombre
profundamente religioso. Fue criado en una familia de clase media con una estricta doctrina católica. Fruto de su vida cristiana nació está película que hoy os comento, de la que seguro muchos de vosotros seguramente ignorabais su existencia. Estoy seguro que habréis disfrutado con “Psicosis”,
“Los Pájaros”, “El Hombre que Sabía Demasiado” o “Con la Muerte en los Talones”
como obras maestras del mago del suspense, por citar sólo algunas de sus
películas más conocidas. Por ellas no pasa el tiempo, da igual que estén en blanco y negro o en color, son y serán siempre referencias del Séptimo Arte.
Pues bien, Yo Confieso (I Confess, EEUU, 1953) poco tiene que envidiarle a las
anteriormente citadas. Cinematográficamente, es de una calidad semejante, con unas
interpretaciones de Montgomery Clift y de Anne Baxter sencillamente espectaculares.
Por lo que respecta al argumento, presenta un guion y una tensión constantes
que son culminadas con la brillantez y la genialidad que caracterizaban a
Hitchcock.
No se trata de contaros la película (os invito a verla, la disfrutaréis
y me lo agradeceréis…) pero sí de dar algunas pistas que orienten su visionado.
La acción se desarrolla en la ciudad canadiense de Quebec, donde también está rodado el film. En esta ocasión, a
diferencia de otras películas de intriga, el culpable es conocido por el
espectador desde la primera escena. Otto Keller (un exiliado que trabaja como
sacristán y jardinero de una parroquia) asesina al Señor Villette (un abogado) disfrazado
con una sotana. Inmediatamente acude a la Iglesia y cuenta su crimen en
confesión al Padre Logan, quien va a parecer culpable de dicho asesinato por no
poder revelar lo oído en confesión y por no tener coartada, ya que en el momento
del crimen se había citado a escondidas con Ruth, una amiga a quien
precisamente el asesinado estaba chantajeando. Reuniendo todos estos indicios,
y al no querer defenderse, el inspector Larrue acusa al Padre Logan de asesinato por lo que tendrá que someterse a un severo juicio.
Ya no puedo contar más, pero ya tenemos el debate moral
planteado. De hecho, el slogan publicitario del film fue: "Si supieras lo que él sabía... ¿Qué harías?". La película nos adentra en el drama interno de un sacerdote que
podía ser condenado a la muerte (en aquella época era una posibilidad real en
Canadá) si no revelaba el nombre del asesino. Más allá aún, en el caso de que el
juez lo declarase inocente por falta de pruebas, ¿Quién confiaría en un sacerdote
que tendría que cargar el resto de su vida con la sospecha de ser un asesino? ¿No
sería preferible ser condenado y morir a llevar una vida tan miserable…? El
Padre Logan está irremediablemente atrapado en un callejón sin salida. Ningún
sacerdote puede revelar nunca, a nadie, bajo ningún concepto y bajo la pena de
excomunión lo escuchado en confesión. ¿Cómo logrará salir airoso este sacerdote y su honor mancillado sin quebrantar el secreto de confesión…? Solo viendo la película lo descubriréis,
verdaderamente merece la pena…
Respecto a los diálogos, algunos son muy interesantes. El tema del enamoramiento de un sacerdote da mucho juego morboso y mantiene la tensión en todo momento, estas dos frases son buena muestra de ello...:
Ruth Grandfort: "Te amo, Michael. Siempre he estado enamorada de ti".
Padre Logan: "Lo sé".
R.G.: "Sé que está mal. No puedo evitarlo...".
Pierre Grandfort: ¿Qué hace uno cuando su esposa está enamorada de un sacerdote?
Espiritualmente son más aprovechables las palabras -y los silencios- del Padre Logan. Tanto en su honestidad en la relación con Ruth como en el silencio sobre lo escuchado en la confesión de Otto demuestran una integridad al alcance de pocos. Está incluso decidido a arriesgar su vida por no perjudicar a ninguno de ellos. En el juicio suelta una de esas frases lapidarias que merecen subrayarse:
"Nunca pensé en el sacerdocio como un lugar donde esconderse".
En este mismo sentido espiritual una escena destaca muy por encima de las demás. Aquella en la que el Padre Logan pasea por la ciudad mientras la policía lo acecha. Él aparece al fondo de la imagen, muy pequeño, mientras sube una empinada cuesta. En primer plano el espectador ve una estatua de Cristo cargando con la cruz camino del Gólgota. Ambos inocentes, ambos pasando su Vía Crucis particular. Sencillamente genial.
En fin, para saber cómo se resuelve la trama insisto que merece la pena visualizar el film. Termino con la descripción de Fernando Morales (crítico de Cine de “El País”, periódico que no
se caracteriza precisamente en España por su afinidad con la Iglesia...) de la película: "Una de las mejores películas de la historia del cine. Todo en ella es grandioso. Intriga de principio a fin para un filme original y creíble". Amén.
HOLA JAIME, SOY PACO UN NUEVO FAMILIAR QUE RECOGIO LA FAMILIA VAZQUEZ AMARILLO HACE UNOS AÑOS, JEJEJEJE, ME ALEGRO MUCHO POR TU RETORNO AL BLOG, YA QUE ESTAS REFLEXIONES AYUDAN MUCHO A LOS QUE EN TEORIA PUEDEN TENER PROBLEMAS.
ResponderEliminarYA TENGO LA PELICULA, LA HE CONSEGUIDO GRACIAS A UNA MARAVILLOSA PERSONA QUE SE QUE ADMIRAS MUCHO, ANGELES. LA VERE Y YA TE CUENTO LO QUE ME HA PARECIDO. UN ABRAZO ENORME Y ANIMO CON TUS NUEVAS REFLEXIONES.
Me alegro de saludarte, Paco, "caiste" en buenas manos... Seguro que te gusta y gracias por los ánimos. Saludos a tod@s. Un abrazo.
ResponderEliminarMe encanta esta película.
ResponderEliminarMe encanta esta película.
ResponderEliminarComo no quieres contar más no sé si voy a meter la pata, pero tiene una escena muy buena simulando o recordando el camino al Calvario ¿sabes cúal digo?
Pitufando: Esa escena es la clave de la película, y no te preocupes que no estás revelando nada, es una aportación interesantísima. Es, sin lugar a dudas, la escena en la que Hitchcock conecta de manera sublime el sufrimiento interno del sacerdote con el sufrimiento de Cristo camino del Calvario. Antológica.
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