miércoles, 2 de enero de 2013

Testimonio (Juan Luis Guerra, 1998)

Comenzamos el año comentando esta canción del cantante dominicano Juan Luis Guerra que me impactó cuando la escuché y que tenía en la reserva para compartirla con vosotros. En estos días navideños me he buscado un momento de tranquilidad necesaria para paladearla bien. Os pido como siempre que os toméis esos mismos minutos de pausa para disfrutarla. Pertenece a su album "Ni es lo mismo ni es igual". Primero vamos a escuchar la canción y a leer su letra: 






No necesito pastillas para dormir 

si estás conmigo 
todos los sueños florecen 
cuando me hablas al oído 

No necesito millones 
ni acorralar los corazones 
y sólo en tu cafetera 
todo el cielo enamorado se cuela 

No necesito decirte 2,500 veces 
multiplicado por 7 
que te espero noche y día 

Que me disculpen los sabios 
pero la sabiduría 
duerme detrás de tu oreja 
y no en Grecia 
como la historia creía 

Ábreme la noche y ven a ver 
cómo te puedo querer eternamente 
cúrame la sombra al caminar 
que se corre si no estás 

No necesito violines 
pizzicatos en el pecho 
eres todo mi concierto 
la más bella sinfonía 

Que me disculpe el poeta 
pero toda la poesía 
la encuentro sobre un madero 
y me verso con tus rodillas que riman 

Ábreme la noche y ven a ver 
cómo te puedo querer eternamente 
cúrame la sombra al caminar 
que se corre si no estás 

No necesito pastillas para dormir 
si estás conmigo 
todos los sueños florecen 
cuando me hablas al oído 

No necesito millones 
ni acorralar los corazones 
y sólo en tu cafetera 
todo el cielo enamorado se cuela



Documentándome acerca de esta canción-oración me he encontrado con el propio testimonio de fe de Juan Luis Guerra en el que cuenta su conversión a Cristo y el cambio tan profundo que experimentó al conocer y tomarse en serio la fe cristiana. Creo que escuchándolo a él sobran los comentarios, si acaso una cita bíblica para adornarla. Cuando oigáis al cantautor veréis que está diciendo con palabras actuales lo mismo que Jesucristo dice en el Evangelio de San Marcos 8, 36: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?". El Evangelio no es teoría, no es palabrería, es Palabra viva y eficaz. Aquí hay un ejemplo vivo de ello:






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