martes, 30 de abril de 2013

El Hombre que hacía milagros (Jesus: The Miracle Maker, U.K., 2000)

La película de animación que os presento hoy tiene ya unos añitos, pero el tiempo no pasa por ella. Es lo bueno que tienen los dibujos animados, mejor dicho, la animación moderna. No son los clásicos dibujos animados, sino más bien una animación construida a base de efectos especiales trabajados con plastilina. 

Producida por Icon Productions -la productora de Mel Gibson-, es una película ideal para un primer acercamiento de los niños a la historia y el mensaje de Jesús. Dirigida por Derek W. Hayes y Stanislav Sokolov, la versión inglesa cuenta con la voz de Ralph Fiennes como Jesucristo. La historia es muy fiel a los relatos Evangélicos desde el comienzo de su vida pública hasta su Ascensión a los Cielos.

De la mano de Tamar, una niña resucitada por Jesús (el nombre es de las pocas licencias imaginativas de los creadores de la historia) a lo largo de noventa minutos iremos conociendo la figura, el mensaje y los milagros de quien hace ya más de 2.000 años cambió definitivamente la historia de la humanidad. 

Todo comienza en Seforis (seis kilómetros al norte de Nazaret) donde Jesús trabaja como carpintero. Allí va a terminar su vida pública y comenzar su misión. Tras despedirse de su madre y bautizarse en el Jordán por Juan el Bautista ("Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Yo debería haber sido bautizado por ti..."), se marcha al desierto para ser tentado por Satanás ("Está escrito... ¡No tentarás a tu Dios! ¡No pondrás a prueba a tu Dios!"). Ya desde el comienzo se van entremezclando las escenas de animación de plastilina alternados con pequeños trozos de dibujos animados, especialmente para las parábolas y curaciones. 

La pesca milagrosa da comienzo a la selección de los discípulos, la predicación, las parábolas, los milagros. Aquí echo en falta que solo se mencionan tres parábolas (el buen samaritano, el grano de mostaza y la casa sobre piedra-arena) y no se mencionan otras elementos tan esenciales como el Padrenuestro, la parábola del hijo pródigo o las Bienaventuranzas. Entiendo que no todo puede condensarse en noventa minutos, pero la presencia de esos tres elementos me parecen innegociable. Tampoco aparecen milagros esenciales como la curación de los ciegos, los leprosos, la multiplicación de los panes y los peces, caminar sobre las aguas o la tempestad calmada. Extraño también para un film que tiene el título que tiene. Esta parte central termina con la curación de Tamar y la llegada a Jerusalén, donde se narrarán los últimos días de la vida de Cristo. De esta última parte sí me gustaría subrayar algunos diálogos interesantes:

Tras entrar en el Templo de Jerusalén y expulsar a los mercaderes, Judas comienza a maquinar la traición que llevará a cabo tras la Última Cena:

Jesús: "Judas... ve y haz lo que tengas que hacer".
Judas Iscariote: "¿Maestro?"
J.: "Hazlo ahora. Hazlo rápido".

Todos salen a rezar a Getsemaní, donde antes del Prendimiento se produce una nueva tentación y la aceptación de la Pasión con estas bellas palabras de sometimiento a la voluntad del Padre:

Jesús: "Padre. Padre. Padre. Que haya... que haya otra manera. Que haya... que haya alguna otra manera". (aparece una copa de espinas) "¡No! ¡Llévate esta copa! ¡Llévatela! ¡Llévatela! ¡Padre! Padre, querido padre, escúchame, escucha. ¡Si hay otra manera, otra manera, una salida!"
Lucifer: "¡Vamos! Corre, aún hay tiempo. ¡Corre, corre por ahí! Vamos, corre".
J.: "¡No, no! ¡Mi voluntad no! No es mi voluntad es tu voluntad, tu voluntad padre, ¡hágase tu voluntad! Padre... hágase tu voluntad".

De la Pasión me gustaría destacar el diálogo con Pilato, tomado casi literal del Evangelio de San Juan:

Poncio Pilato: "¿Quién eres? ¿De dónde vienes realmente? ¿No te das cuenta de que tengo el poder de soltarte o de crucificarte?"
Jesús: "No tendrías poder sobre mí si no te hubiera sido dado desde lo alto".
Poncio Pilato: "¿Desde arriba? ¿Quién eres tú?"

Finalmente, es condenado y crucificado. De las siete frases que Cristo pronuncia en la cruz el film solo destaca la siguiente:

"Padre... en tus manos encomiendo mi espíritu. ¡Esta cumplido!"

A las que sucede la estremecedora confesión de fe de un centurión romano (un pagano) con estas palabras:

"Es cierto. Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios".

Para terminar, se narran varios episodios de la resurrección (no todos), en concreto se seleccionan la aparición a María Magdalena como el hortelano, el sepulcro vacío, los discípulos de Emaús, y la aparición en el cenáculo con Tomás. De todas ellas me resulta muy sugerente presentar en Emaús a Tamar, quien reconoce a Cristo al partir el pan y bendecirlo de la misma manera que lo había hecho en la Última Cena. La Ascensión a los Cielos pone punto final a la historia. 

Una matización interesante: que esté dirigida principalmente a un público infantil no significa que no la podamos ver y gozar los adultos. Es más, ese niño que todos llevamos dentro y que nos acompaña desde nuestra infancia disfruta viendo este tipo de películas. Es bueno regalarse de vez en cuando una historia como éstas, sin violencias (excepción hecha de la inevitable crucifixión…), un mensaje de Amor, de Paz, de Amistad, de Fraternidad… en definitiva, un baño de humanidad y de ternura para nuestros ojos y nuestra mente. Yo os aconsejo que la veáis con vuestros hijos, o con vuestros nietos, o que la veáis solos, pero que la veáis. Espero que la disfrutéis, seguro que sí. Si cuando la visionéis disfrutáis, no os avergoncéis, más bien recordad las palabras de  Jesús que aparecen en el film: “Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos, el que se humille como este niño, será el mayor en el Reino de los Cielos.…” (Mt. 18, 3). 

viernes, 26 de abril de 2013

Yo Confieso (I Confess, EEUU, 1953)

Quizás pocos sepáis que Alfred Hitchcock era un hombre profundamente religioso. Fue criado en una familia de clase media con una estricta doctrina católica. Fruto de su vida cristiana nació está película que hoy os comento, de la que seguro muchos de vosotros seguramente ignorabais su existencia. Estoy seguro que habréis disfrutado con “Psicosis”, “Los Pájaros”, “El Hombre que Sabía Demasiado” o “Con la Muerte en los Talones” como obras maestras del mago del suspense, por citar sólo algunas de sus películas más conocidas. Por ellas no pasa el tiempo, da igual que estén en blanco y negro o en color, son y serán siempre referencias del Séptimo Arte.

Pues bien, Yo Confieso (I Confess, EEUU, 1953) poco tiene que envidiarle a las anteriormente citadas. Cinematográficamente, es de una calidad semejante, con unas interpretaciones de Montgomery Clift y de Anne Baxter sencillamente espectaculares. Por lo que respecta al argumento, presenta un guion y una tensión constantes que son culminadas con la brillantez y la genialidad que caracterizaban a Hitchcock.

No se trata de contaros la película (os invito a verla, la disfrutaréis y me lo agradeceréis…) pero sí de dar algunas pistas que orienten su visionado. La acción se desarrolla en la ciudad canadiense de Quebec, donde también está rodado el film. En esta ocasión, a diferencia de otras películas de intriga, el culpable es conocido por el espectador desde la primera escena. Otto Keller (un exiliado que trabaja como sacristán y jardinero de una parroquia) asesina al Señor Villette (un abogado) disfrazado con una sotana. Inmediatamente acude a la Iglesia y cuenta su crimen en confesión al Padre Logan, quien va a parecer culpable de dicho asesinato por no poder revelar lo oído en confesión y por no tener coartada, ya que en el momento del crimen se había citado a escondidas con Ruth, una amiga a quien precisamente el asesinado estaba chantajeando. Reuniendo todos estos indicios, y al no querer defenderse, el inspector Larrue acusa al Padre Logan de asesinato por lo que tendrá que someterse a un severo juicio.

Ya no puedo contar más, pero ya tenemos el debate moral planteado. De hecho, el slogan publicitario del film fue: "Si supieras lo que él sabía... ¿Qué harías?". La película nos adentra en el drama interno de un sacerdote que podía ser condenado a la muerte (en aquella época era una posibilidad real en Canadá) si no revelaba el nombre del asesino. Más allá aún, en el caso de que el juez lo declarase inocente por falta de pruebas, ¿Quién confiaría en un sacerdote que tendría que cargar el resto de su vida con la sospecha de ser un asesino? ¿No sería preferible ser condenado y morir a llevar una vida tan miserable…? El Padre Logan está irremediablemente atrapado en un callejón sin salida. Ningún sacerdote puede revelar nunca, a nadie, bajo ningún concepto y bajo la pena de excomunión lo escuchado en confesión. ¿Cómo logrará salir airoso este sacerdote y su honor mancillado sin quebrantar el secreto de confesión…?  Solo viendo la película lo descubriréis, verdaderamente merece la pena…

Respecto a los diálogos, algunos son muy interesantes. El tema del enamoramiento de un sacerdote da mucho juego morboso y mantiene la tensión en todo momento, estas dos frases son buena muestra de ello...:

Ruth Grandfort: "Te amo, Michael. Siempre he estado enamorada de ti".
Padre Logan: "Lo sé".
R.G.: "Sé que está mal. No puedo evitarlo...".

Pierre Grandfort: ¿Qué hace uno cuando su esposa está enamorada de un sacerdote?

Espiritualmente son más aprovechables las palabras -y los silencios- del Padre Logan. Tanto en su honestidad en la relación con Ruth como en el silencio sobre lo escuchado en la confesión de Otto demuestran una integridad al alcance de pocos. Está incluso decidido a arriesgar su vida por no perjudicar a ninguno de ellos. En el juicio suelta una de esas frases lapidarias que merecen subrayarse:

"Nunca pensé en el sacerdocio como un lugar donde esconderse".

En este mismo sentido espiritual una escena destaca muy por encima de las demás. Aquella en la que el Padre Logan pasea por la ciudad mientras la policía lo acecha. Él aparece al fondo de la imagen, muy pequeño, mientras sube una empinada cuesta. En primer plano el espectador ve una estatua de Cristo cargando con la cruz camino del Gólgota. Ambos inocentes, ambos pasando su Vía Crucis particular. Sencillamente genial.

En fin, para saber cómo se resuelve la trama insisto que merece la pena visualizar el film. Termino con la descripción de Fernando Morales (crítico de Cine de “El País”, periódico que no se caracteriza precisamente en España por su afinidad con la Iglesia...) de la película: "Una de las mejores películas de la historia del cine. Todo en ella es grandioso. Intriga de principio a fin para un filme original y creíble". Amén.

Juan XXIII: Decálogo de la serenidad


Os presento hoy una oración, creada por el “Papa Bueno”, el Beato Juan XXIII (1881-1963). Parece mentira que hayan pasado tantos años y esta plegaria no haya perdido actualidad. Es más, mucho me temo que en la sociedad del stress y de la ansiedad que a todos nos afecta deberíamos tomar buena nota de los sabios consejos que nos transmitió Angelo Roncalli ya que son más actuales que nunca. El Papa “de transición” que revolucionó la Iglesia convocando el Concilio Vaticano II para “abrir las ventanas” de la Iglesia y que entrara aire fresco nos deleitó también con palabras como las que tenéis a continuación. Nuestra sociedad está enferma. Los psicólogos y los psiquiatras no dan a basto porque la propia dinámica de nuestro entorno nos genera angustia y ansiedad vital. Son los nuevos sustitutos de los antiguos confesores. Las personas han perdido su dimensión espiritual y se sienten vacías por dentro. Hoy os presento, sino el remedio, si al menos unas gotitas de la solución a muchos de los problemas actuales. Leámosla, releámosla y lo que es más importante, intentemos llevarla a la práctica porque seguro que viviremos más tranquilos, más serenos y más felices. Que nos aproveche… 

1. Sólo por hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.

2. Sólo por hoy tendré el máximo cuidado de mi aspecto: cortés en mis maneras, no criticaré a nadie y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie, sino a mi mismo.

3. Sólo por hoy seré feliz en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en este también.

4. Sólo por hoy me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos.

5. Sólo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.

6. Sólo por hoy haré una buena acción y no lo diré a nadie.

7. Sólo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos procuraré que nadie se entere.

8. Sólo por hoy me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpliré cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.

9. Sólo por hoy creeré firmemente aunque las circunstancias demuestren lo contrario que la buena providencia de Dios se ocupa de mí como si nadie
existiera en el mundo.

10. Sólo por hoy no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.

sábado, 20 de abril de 2013

Ama y haz lo que quieras...

Hay un texto de San Agustín que he releído estos días y que quería compartir hoy con vosotros, ya que me parece tremendamente hermoso. A propósito de la corrección fraterna, en su homilía VII, el párrafo 8 nos dice: 

“Entonces, os doy un precepto breve: Ama y haz lo que quieras. Si te callas, hazlo por amor; si gritas, también hazlo por amor; si corriges, también por amor; si te abstienes, por amor. Que la raíz del amor esté dentro de ti y nada puede salir sino lo que es bueno.” 

San Agustín expresa con bellas palabras un pensamiento semejante al de San Pablo en su Carta a los Romanos

“No tengáis con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido toda la ley.” (13,8). 

¡Que mensaje tan fácil nos transmitió Jesús y cuánto lo hemos complicado los hombres…! Precisamente Cristo pasó parte de su vida terrena desmontando todo el entramado legal de los preceptos judíos para resumir la vida perfecta en un doble mandamiento: Amor a Dios y Amor al prójimo. Este pensamiento se resume en el Evangelio de San Marcos 2, 27, cuando denunciando la hipocresía de los fariseos les presenta un giro revolucionario en la concepción fundamentalista de la Religión:

"El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado."  

El amor a Dios y al prójimo son el núcleo de nuestra fe. Son como las dos caras de una misma moneda, inseparables por esencia. No se puede amar a Dios sin amar a las personas, y si amas a las personas, lo sepas o no, estarás amando a Dios. ¿Tan difícil es de entender y de cumplir…? 

Me temo que sí, ya que pasan los años -y los siglos- y seguimos empeñados en complicar lo que en esencia es sencillo. El pecado que está en nuestro interior nos nubla la vista de lo que verdaderamente nos conduce a la perfecta felicidad, y el egoísmo y la codicia que campan a sus anchas a nuestro alrededor hacen que no nos demos suficientemente a los demás sino que nos repleguemos y pongamos barreras entre el otro y yo. Nuestro corazón se va endureciendo con costras de resentimiento y de incomprensiones haciéndolo cada vez más impermeable a la inocencia genuina que Dios desea para nuestras vidas. 

Mucho me temo que los palos que vamos recibiendo en la vida, las personas que nos decepcionan, los fracasos personales, las traiciones o simplemente la rutina hacen que se enfríe y se entibiezca nuestro interior cristiano y cambiemos el amor a Dios y al otro por el amor a nosotros mismos. El narcisismo, el no ver más allá de nuestro propio ombligo y creernos el centro del Universo es la raíz de todos los males. Y, sin lugar a dudas, es lo opuesto al mensaje de Jesús de Nazaret

Os invito a amar sin medidas, a amar sin esperar nada a cambio, aunque, paradójicamente, siendo el amor necesariamente desinteresado, es la clave de la felicidad personal. Yo lo he experimentado en mi vida: cuanto más das, más recibes; cuanto más te guardas, más se aísla uno. Sólo el que es capaz de vencerse y negarse a sí mismo es capaz de recibir con generosidad. 

Suena a manual de autoayuda, suena a tópico -rancio, quizás-, pero es la pura verdad. Ama, y haz lo que quieras…

jueves, 4 de abril de 2013

Más del Papa Francisco


El Papa Francisco ha retomado la cuenta de twitter de su antecesor Benedicto XVI. Hoy acaba de escribir su décimo mensaje, y la verdad es que ninguno tiene desperdicio. Los va lanzando con cuentagotas, pero con una profundidad y una carga simbólica que invitan a la meditación y la oración.

Personalmente, si me tengo que quedar con uno y comentarlo con vosotros subrayaría el tercero, twiteado el 19 de marzo y en el que nos decía: “El verdadero poder es el servicio. El Papa ha de servir a todos, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños”.

Muchos han dicho ya que son palabras de cara a la galería, pero la trayectoria personal y los primeros gestos del hasta hace poco Cardenal Bergoglio nos hacen pensar que su reflexión parte del convencimiento de que la vocación es un servicio a los demás, no un instrumento del que sacar un provecho personal. Ya hay quien desde la atrevida ignorancia ha dicho que ahora que es Papa está haciendo cosas que antes no hacía. Pronto se han tragado sus palabras al ver fotos como ésta en la que como Cardenal besaba un Jueves Santo los pies de un niño enfermo.

Creo que la autocrítica -como todas las críticas- cuando es constructiva, es un sano ejercicio que todos debemos practicar. Por ello, en esta mi Iglesia a la que tanto quiero y defiendo públicamente, creo que más de uno debería darse por aludido y cambiar su manera de entender el ministerio. En nuestra Iglesia sobran los prepotentes y los soberbios y falta mucha humildad y modestia. El Papa nos alerta de ello, nos previene contra la tentación del poder, del prestigio y de la fama y lo hace no solo con palabras sino con hechos.

Saltarse el protocolo y "volver locos" a los guardias de seguridad" para firmar una escayola de  una niña impedida me parece un gesto admirable.  Vivir en una humilde habitación y no habitar las estancias pontificias también lo es. Celebrar el Jueves Santo en una cárcel de menores de Roma y no en una Basílica Mayor es también todo un alarde de valentía. Besar los pies de doce menores reclusos es una lección de humildad. No utilizar las ostentosas vestiduras papales que hasta hace poco se exhibían merecen al menos un halago. Llamar a tus amigos de siempre para mantener una simple conversación con ellos en lugar de aislarse en el vacío del poder son también actos dignos de mención. Podríamos seguir con un sinfín de gestos y palabras con los que Francisco nos está deleitando casi a diario.

Me gusta este Papa. No me gusta, me encanta. Si le dejan hacer, le va a dar un necesario giro a la Iglesia. No será tarea fácil. Le aguardan muchas críticas (sobre todo internas) y mucho sufrimiento. No es fácil enfrentarse a un sistema establecido y anquilosado en el pasado. No es fácil pero sí necesario. Francisco nos está mostrando el rostro de una Iglesia más humana y por lo tanto más cristiana. En mi ámbito laboral todo el mundo habla bien de él, incluso los que se profesan no creyentes o no practicantes. Mucho me temo que ese juicio no será tan benévolo en círculos donde el ansia de poder y la corrupción acechan como una jauría de lobos harían temblar a un manso rebaño. 

Yo estoy con el Papa, me alineo con él. Todo Papa merece nuestra obediencia, pero me temo que éste, más que ningún otro, va a necesitar nuestra oración y nuestro apoyo. La tarea que tiene por delante no es fácil, aunque se ve que tiene las ideas muy claras y a buen seguro va a seguir mostrando la misma valentía y determinación que hasta ahora nos está regalando. Que Dios y el Espíritu Santo lo sigan iluminando en este largo y arduo camino. De momento, ya está siendo una voz profética en medio de un mundo necesitado más que nunca de auténticos testigos del Evangelio de Cristo.