Cuando tenía 20 años -hace justo ahora otros 20…- estuve una semana en este pueblo de la
borgoña francesa. 1.800 kilómetros de ida y otros tanto de vuelta que sin
embargo me proporcionaron una de las experiencias espirituales más bonitas de
mi vida cristiana.
Fue una semana dedicada al canto religioso, a compartir
testimonios de fe y a conocer personas de todas partes de Europa -mayoritariamente, aunque en general de todo el mundo- que por uso días olvidan
las diferencias de sus credos y se dedican en común a rezar unos por otros.
Todavía recuerdo que en mi grupo de trabajo había una eslovena, un ucraniano,
además de varios españoles, franceses y alemanes, quienes por motivos de
cercanía abundan en mayor número.
Tuve la suerte de conocer al fundador de la comunidad
religiosa, el hermano Roger Schutz, un suizo hijo de un pastor protestante con una historia
personal preciosa. Antes de la segunda Guerra Mundial, emigró de su tierra
natal a Taizé, por aquel entonces ocupado por los alemanes, para auxiliar a los
huérfanos y dar cobijo a muchos refugiados, lo que le costó la persecución por
parte de la Gestapo y su huida de nuevo a Suiza. Al término de la Guerra,
volvió a Taizé para seguir con su misión, encargándose también de dar comida y
techo a los soldados alemanes capturados en el frente. Por esta doble ayuda y
procedente su fundador de un país neutral, Taizé se convirtió en símbolo del
ecumenismo europeo, donde solo la paz y el diálogo tienen cabida. Mensaje que
no comprendió su asesina, una mujer rumana con una enfermedad mental grave que
lo apuñaló el 16 de agosto de 2005.
Hoy en día la comunidad ecuménica de Taizé cuenta con 100
hermanos de las tres confesiones mayoritarias cristianas: católicos, ortodoxos
y protestantes, que viven unidos en oración y acogiendo a los miles de jóvenes
que durante todo el año -especialmente en verano- acuden a rezar y tener un
encuentro ecuménico a la Iglesia de la Reconciliación.
El hermano Roger murió como pastor protestante calvinista,
aunque según todos sus biógrafos su acercamiento a la Iglesia católica era
máximo. Conocida era su amistad con la beata Teresa de Calcuta y con San Juan Pablo
II, quien al parecer le pidió que no se adhiriera formalmente a la Iglesia
Católica para no dar la impresión de que la comunidad ecuménica de Taizé había
sido absorbida por el Vaticano. Todos los días participaba en una eucaristía
católica de la que comulgaba con permiso de la Santa Sede, llegando a recibirla
de manos de San Juan Pablo II y de Benedicto XVI.
La distancia y la edad van haciendo que volver a Taizé sea
cada vez más difícil. A pesar de ello, no pierdo la esperanza de volver, y
mientras tanto, me conformo con su música, que, sin lugar a dudas, es uno de
sus mayores encantos. Comparto con vosotros el “Nada te turbe” de Santa Teresa
de Ávila, nunca mejor dicho: poesía hecha música.
Que experiencia maravillosa has compartido con nosotros. Gracias. Es muy interesante como el hermano Roger conducia estos encuentros ecumenicos de vida y oracion. Yo jamas he tenido la suerte de participar en ellos, pero doy gracias, sobre todo por los jovenes que se dejan encantar por la oracion y vivencia. La musica "Nada te turbe", de sancta Teresa es siempre nueva cuando la oimos... Gracias por compartir. Grande abrazo, Jaime, y buena semana!
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