jueves, 9 de noviembre de 2017

Habemus Papam (Italia, 2011)

Desde que viví dos años en Italia quedé prendado de Nanni Moretti, el director de cine que supo plasmar perfectamente la superación de un cáncer en su genial Caro Diario (1993). Estando allí se estrenó su segundo gran éxito, La habitación del hijo (2001), otra obra de arte sobre el sufrimiento ante la pérdida de un ser querido que estremece hasta el tuétano. Desde entonces lo he seguido en la distancia, lo suficiente para saber que únicamente ha rodado 4 películas más de las que yo solo había visto hasta ayer: Mia madre (2015).                                                                                 
Ayer, como digo, añadía a esa lista una más. Reconozco que he tardado bastante en ver una película con una temática netamente religiosa como Habemus Papam (2011). Vista con el paso de los años, creo que se trata de una película casi profética, un buen intento de mezclar drama y comedia frente a temas siempre controvertidos y por ello difíciles de tratar, pero Moretti consigue que la acción se desarrolle de forma reverente sin sobrepasar los límites tolerables para un creyente. No debió opinar lo mismo el Cardenal Ravasi, que prohibió que ninguna de las escenas se localizara en el interior del Vaticano. Debió pesar en esa decisión el ateísmo confeso del director italiano, quien a su vez dijo una vez "Me cabrea ser ateo porque la fe reconforta...". No obstante esta carencia en la localización, la película alterna la ficción propia de la película con imágenes reales de 2005, durante el entierro de San Juan Pablo II en la plaza de San Pedro del Vaticano y de la elección del propio Benedicto XVI en dicha plaza, lo que hace más creíble la historia. 

¿Qué pasaría si un cardenal entra en una crisis existencial en el justo momento de ser elegido Papa? La original pregunta es -como digo- tratada desde el punto de vista del drama personal humano del candidato a Papa y de sus personas más cercanas, al tiempo que el periodo de espera mientras toma una decisión provoca situaciones cómicas y momentos en los que todo resulta creíble por lo inexplorado de la situación. Un psicoanalista ateo (protagonizado por el propio Moretti) será el hombre escogido para intentar que el candidato a Sumo Pontífice aclare sus confusas ideas frente a la desesperación de los impacientes cardenales. Es cierto que para ello usa la frase sin fundamento "También en la Biblia se habla de depresión..." pero dentro del contexto de autoexploración entre duda-fe, debiliddad-determinación en el que se mueve el atolondrado protagonista encaja perfectamente. 

Adelantaba antes que la película fue casi profética. Este comentario se debe a que el film adelantó dos años lo que sería una auténtica convulsión en la Iglesia Católica, la renuncia de Benedicto XVI al papado el 11 de febrero de 2013. Más allá de este hecho curioso, lo que más interesa de la cinta de Moretti es la profundidad con la que retrata siempre a sus protagonistas desde un punto de vista psicológico, lo que consigue que el espectador empatice con la mayor parte de sus protagonistas y situaciones. Especialmente significativa me ha resultado personalmente la escena en que todos los Cardenales rezan en su interior para no ser elegidos Papa durante las votaciones. Uno siempre había pensado lo contrario, que cada Cardenal estaría deseando ser el sucesor de San Pedro, por lo que esa nueva perspectiva confiere un punto de vista diverso y no exento de grandes dosis de credibilidad dada la enorme responsabilidad que pesa sobre las espaldas del Sumo Pontifice.

Ello queda claro en el hecho de que la renuncia final del Papa no es por motivos de fe, ni siquiera de humildad. Se trata de una renuncia porque una persona en el atardecer de su vida no se encuentra con fuerzas para dirigir a una institución que representa a más de mil millones de creyentes en todo el mundo. Me parece una crítica soterrada de Moretti bastante aceptable, y que en el caso de Benedicto XVI terminó por darle la razón. Las presiones internas, externas y mediáticas deben ser de tal calibre para ocupar un puesto de tanta responsabilidad que tanto en el caso de la película como en el del Papa emérito resultan comprensibles sus renuncias. Si bien ello es cierto, también lo es que en la película el protagonista principal aparece como pusilánime y un tanto bobalicón, no sabiendo dar una explicación veraz de los motivos últimos de su crisis. Frases con profundidad como "A menudo tenemos miedo de admitir nuestras propias culpas" van seguidas de otras acciones o frases que denotan superficialidad y falta de carisma. Quizás esta es la perspectiva más criticable a un Moretti que en la segunda parte del film diluye un tanto la credibilidad del personaje principal.

A nivel de diálogos me parece muy interesante este entre "El Papa" (protagonizado por Michel Piccoli, nunca se le da un nombre a lo largo del film) y un actor que interpreta a Chéjov (también sin nombre). Ambos comentan un texto de la obra del dramaturgo ruso:

Actor: "Yo Siempre quise vivir en la ciudad..."
Papa: "Yo siempre quise vivir en la ciudad... y ¿acabo mi vida en el campo? Y esto es todo"
A: "Expresar descontento con la vida a los 62 años, estará de acuerdo, no es generoso".
P: "Qué terco. ¿No entiende que yo sí quiero vivir?"
A: "Pero eso es frivolizar. Por las leyes de la naturaleza, toda vida debe tener un final".
P: "Piensa como un hombre realizado. Usted está realizado y, por lo tanto, es indiferente a la vida".

Otra escena para enmarcar es aquella en la que el Camarlengo le insinúa al recién escogido Papa que no sería ético renunciar al cargo porque su antecesor lo ocupó hasta el final a pesar de su deterioro físico, de su enfermedad y de su avanzada edad. Sin citar nombres se está aludiendo de manera directa a San Juan Pablo II. Esta presión psicológica no me cabe duda que el propio Benedicto XVI tuvo que soportar de manera directa o indirecta, y es probable que Moretti ya intuyera en la época en que rodaba la película que se trataba de una cuestión controvertida dentro del Vaticano.

Por último, es justo resaltar el discurso final en el que el Papa presenta su renuncia desde el balcón de San Pedro. Es un poco largo pero merece la pena ser reproducido íntegramente: 

"En estos días os habréis preguntado: ¿Pero por qué nuestro Papa no viene a saludarnos? No tenéis por qué preocuparos, si el Señor lo hubiera elegido no podría haberse equivocado. Sí, fui elegido. Pero esto, en lugar de darme fuerza y ​​conciencia, me aplasta y confunde aún más. En este momento la Iglesia necesita un líder que tenga la fuerza de provocar grandes cambios, que busque el encuentro con todos, que tenga amor y capacidad de comprensión para todos. Le pido perdón al Señor por lo que estoy a punto de hacer y no sé si Él podrá perdonarme. Sin embargo, debo hablarle a Él y a vosotros con sinceridad. Estos últimos días he pensado mucho en vosotros y lamentablemente me he dado cuenta de que no puedo soportar el papel que me ha sido confiado. Siento que estoy entre aquellos que no pueden liderar sino que deben ser guiados. En este momento sólo puedo decir: orad por mí. El guía que necesitáis no soy yo. No puedo ser yo."

Por todos estos aspectos -insisto, casi proféticos- me parece una película muy recomendable y apta para todo tipo de públicos, ya que como mencioné anteriormente la película no roza -ni siquiera de lejos- la irreverencia, sino que plantea un debate moral legítimo.

2 comentarios :

  1. Maria Fernanda Passos10 nov 2017, 9:53:00

    Gracias, Jaime! Me ha gustado mucho tu comentario/critica a la pelicula! Espero estes bien. Feliz fin de semana, amigo!

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  2. Muchas gracias María Fernanda!!! Igualmente amiga

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