La Iglesia hace memoria hoy de San Francisco Javier (1506-1552), santo español presbítero de la Compañía de Jesús (jesuita) evangelizador de la India y China. Con 28 años hace un voto de pobreza y de obediencia al Papa y pretende marchar a Tierra Santa, pero es ordenado sacerdote en Venecia y prefiere ir a Roma desde donde es enviado a Portugal y posteriormente a Asia, terreno que evangelizó incansablemente hasta su fallecimiento. Copio para la meditación algunas frases del santo:
“Si no encuentro una barca, iré nadando” decía Francisco, y luego comentaba: “Si en esas islas hubiera minas de oro, los cristianos se precipitarían allá. Pero no hay sino almas para salvar”. A uno de sus compañeros le escribía: "Hágase amar y así logrará influir en ellos. Si emplea la amabilidad y el buen trato verá que consigue efectos admirables"). Sus viajes eran penosos y sumamente duros, pero escribía: "En medio de todas estas penalidades e incomodidades, siento una alegría tan grande y un gozo tan intenso que los consuelos recibidos no me dejan sentir el efecto de las duras condiciones materiales y de la guerra que me hacen los enemigos de la religión"
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