lunes, 17 de enero de 2022

Las campanas de Santa María (Bells of St. Mary's, EE.UU., 1945)

Un año más tarde de la exitosa Siguiendo mi caminoLeo McCarey volvía a dirigir a Bing Crosby dando vida al sacerdote Chuck O'Malley en Las campanas de Santa María. Aunque dicen que segundas partes nunca fueron buenas, la dinámica del film y su acogida por el público sí fueron en este caso muy similares a su predecesora. Bien es cierto que en esta ocasión solo alcanzó un Oscar -y de los llamados menores- de los ocho a los que estaba nominada, pero el éxito en taquilla volvió a ser rotundo. 

Para acompañar al actor-cantante se escogió esta vez a una estrella contrastada como Ingrid Bergman, quien acababa de cosechar sendos éxitos con Casablanca (1942) y Luz que agoniza (1944),  garantizando así un plus en el marketing promocional. Es cierto que su participación eleva la calidad del film, pero por contra el argumento es tan similar Siguiendo mi camino que apenas se notan excesivas diferencias entre ambas. 

En esta ocasión, El Padre O'Malley vuelve a ser cambiado de destino para encargarse de la Parroquia de Santa María, sita en un barrio humilde de Nueva York en el que deberá atender además espiritualmente a un colegio de monjas dirigido por la Hermana Benedicta (Bergman). De nuevo la trama gira en torno a las dificultades económicas de los chicos del barrio (la solución pasa en esta ocasión por la creación de un coro infantil) y a una posible donación que solventaría las dificultades financieras de la parroquia y el convento. En la misma línea de la anterior, la labor sacramental del protagonista pasa de puntillas, centrándose más bien la trama en la labor social y en la búsqueda de soluciones financieras para el sustento de la institución. La única diferencia entre ambas películas es que el carácter afable y bonachón del Padre O'Malley no choca en esta ocasión con el avejentado Padre Fitzgibbon, sino con la adusta Hermana Benedicta, tan seca en sus maneras como dulce en su interior. Esta frase de la religiosa es una de las más icónicas del film:

¿Nadie te dijo nunca que tienes una cara deshonesta? Para un sacerdote, quiero decir...

Respecto a las problemáticas de las chicas, la palma se la lleva Patsy, una colegiala de quien hay que decidir si debe graduarse o no a pesar de sus malas notas. Presenta dudas vocacionales que más bien parecen ser una respuesta para huir de su penosa realidad. El contexto familiar no es el más adecuado, lo que hace plantear una duda lícita: ¿es necesario ayudarla para que no se hunda en el fracaso?... Estamos hablando de la situación en EEUU en 1945 pero el dilema no puede ser más actual en cualquier país civilizado... Estas frases iluminan el conflicto en uno de los pocos apuntes espirituales de los protagonistas:

Hermana Benedicta: “Si no fallamos a veces, nuestros éxitos no significarán nada. Debes tener coraje. No te rindas ".
'Patsy' Gallagher: "No, no. Yo solo quiero ser una monja".
H.B.: "No te conviertes en monja para huir de la vida, Patsy. No es porque hayas perdido algo. Es porque has encontrado algo ".

Por otro lado, un año antes de "Que bello es vivir" encontramos aquí a un huraño personaje (Bogardus) fiel reflejo del que será Mr Potter en la obra de Capra. Un personaje para quien el dinero es todo en la vida y que no tiene ningún interés en ayudar a los demás, más bien parece disfrutar de las desgracias ajenas. Este nuevo Mr Scrooge experimentará también una conversión similar a la del mecenas de la primera parte, Ted Haines o al personaje de Dickens.

El final es conmovedor. Con esa fibra sensible que McCarey sabe tocar, asistimos a una graduación que tiene una parte festiva pero también una parte de despedida. El espectador intuye que allí se deja entrever la marcha del convento de la Hermana Benedicta, pero no podía sospechar siquiera que esta última escena era también la despedida del personaje del Padre O’Malley, quien ya no volvería a protagonizar ningún largometraje más. 

- Padre O'Malley: "Hay otro sentido, ya sabe, hermana".
- Hermana Benedicta: "Oh, no me diga".
- P. O.: "Sí, lo suficientemente sensato como para saber cuándo irse".
- P. O.: "Y si alguna vez necesita algo, no importa lo que sea o donde sea que se encuentre...".
- H. B.: "Sí, lo sé. Solo marco O para llamar a O'Malley..."

Se llega así al final de dos películas excelentes, dos clásicos que forman un todo indivisible y que han pasado a la posteridad del cine humano y cristiano, y que merecen ser revisitados de cuando en cuando.

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